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Cadena Nacional

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Análisis del discurso del Presidente Alberto Fernández. Era el momento clave para asumir errores.

Alberto Fernández 20210420
Coronavirus COVID-19 | Nuevas medidas - Anuncio del presidente Alberto Fernández | CAPTURAS

El presidente volvió a dirigirse a la sociedad obligado por la dura circunstancia. Asombra su rara percepción de la realidad.

El poder desafía, convoca a la grandeza. Era el momento clave para asumir errores, aunque no lo creyera, la humildad suele ocupar el lugar más sofisticado de la soberbia. Pero él no necesita autocrítica, no se equivoca nunca, ni siquiera usa asumir algún error para desarmar a los críticos. No faltan vacunas, ni errores ajenos, demasiadas provincias, y también a la corte.

El presidente volvió a dirigirse a la sociedad obligado por la dura circunstancia. Asombra su rara percepción de la realidad.

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Frente al dolor y el sacrificio, soberbia y golpe bajo, no es “sangre, sudor y lágrimas”, es “Larreta, la Corte y los que no me entendieron. Se había enamorado de la cuarentena, había gastado de entrada la bala de plata. La volvió récord cuando no era necesario, y ahora se queda corto de recursos. Siempre equivocado y dando clases, frente al fallo de la Corte pudo decir “no coincido, pero acepto”, eligió dar un curso de derecho para principiantes. Se comparó compitiendo con varios países amigos, debimos pedir perdón demasiadas veces. O hacer silencio. La cuarentena más larga, un año sin clases, las vacunas no alcanzan, no llegan, nos comparamos con el resto del mundo, no sirve, los solemos derrotar en daños y fracasos.

Nadie esperaba demasiado, ya nos tiene acostumbrado al golpe bajo, a esa argucia menor que impone “la culpa la tuvo el otro”. Dice que eligió la salud a la economía, batimos récords en decadencia económica y no tenemos logros válidos en salud.

Frente al dolor y el sacrificio, soberbia y golpe bajo, no es “sangre, sudor y lágrimas”, es “Larreta, la Corte y los que no me entendieron.

El anuncio no sé si alcanzó para los propios, ni imagino quien escribe esos discursos. La ausencia de talento y de grandeza ya son una costumbre oficialista. En el fondo no es grave, habitamos una sociedad que en cuarenta y cinco años pasó de seis mil millones de dólares de deuda y cuatro por ciento de pobreza al horrible presente sin que nadie se asuma culpable. El presidente decidió tan solo ser uno más de los que no tuvieron nada que ver. La culpa la tuvo el otro, el virus, la Corte, los que no me aplaudieron, los que no me admiran. Ni frene al riesgo de muerte surge un gesto de grandeza. Duro pero real, el resto es ficción.