Es frecuente escuchar que somos el granero del mundo, que producimos alimentos para más de 400 millones de personas, y si bien en los últimos años la producción agroalimentaria del país se ha tecnificado y ha incorporado avances biotecnológicos, considero que aún quedan muchas cosas por hacerse.
Suelo disentir cuando escucho decir que somos productores de alimentos primarios porque ninguno lo es totalmente, ya que siempre encontramos atrás un trabajo industrial y tecnológico que lo revaloriza. Ejemplos hay muchos, desde un tractor hasta la biotecnología de una semilla. Pero sí es real que a nuestra producción alimentaria -tanto sea cárnica como granaria- le falta dar un paso más para que todo ese potencial se traduzca en una balanza comercial positiva que nos permita el ingreso de más divisas.
Estoy hablando de incorporarle mayor valor agregado.
Podemos hacer referencia a la cadena de trigo. La industria triguera constituye una fuente de empleo muy importante para el país, con un aporte especialmente relevante a las economías regionales. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, el trigo argentino cerró la campaña 2021/22 con exportaciones por más de US$ 4.850 millones -algo histórico- aportando más de US$ 600 millones en derechos de exportación y generando empleo privado a nivel federal, con más de 414.000 puestos de trabajo.
Del mismo modo podríamos hablar del maíz. Debido a sus componentes, la industrialización de maíz permite obtener distintos productos para variados fines. Por cada 100 kg de maíz procesado se obtienen: 67 kg de almidón -, que puede comercializarse como almidón nativo o ser sometido a procesos posteriores para obtener edulcorantes nutritivos-; 9 kg de germen; y 16 kg de gluten feed, 8 kg de gluten meal y gluten feed, todos estos destinados a la producción de alimentos balanceados y alimentación animal.
Argentina: el valor agregado, una obligación
Ahora bien, el actual y principal destino de la producción maicera es la exportación como commodity, de ahí y por lo detallado antes, sería muy importante para nuestra economía generar una gama de productos de alto valor agregado para ser vendidos al exterior, algo que sí hacemos a nivel interno, donde los principales sectores demandantes son la avicultura, la lechería y la ganadería de vacunos y porcinos.
Los productores argentinos, motor de la recuperación
También podemos referirnos a la industria cárnica. No debemos olvidar que la manufactura de la carne es fuente de trabajo en todo el país. Cuenta con un sector primario, con sus diferentes tipos de cortes destinados para el consumo interno y también para exportar, pero al mismo tiempo tiene un valor agregado que la potencia como son la industria del curtido -de ahí se obtienen los cueros- y la del calzado y sus manufacturas.
¿Qué intento demostrar con estos datos? Con un con sumo interno cubierto, el foco debe estar puesto en la exportación, pero no sólo de granos y cortes de carnes, sino también de productos industrializados, con agregado de valor, como harinas, pastas, galletitas, panificados, zapatos, indumentarias de vestir, entre muchos otros posibles.
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Convengamos que no se trata sólo de decirlo, sino de hacerlo. Para alcanzarlo, considero que principalmente se necesitará de una profunda definición política relacionada a los acompañamientos financieros,
impositivos y de infraestructura.
Para eso, debiéramos incrementar la financiación para proyectos de inversión, aplicados a la compra de bienes de capital nuevos o usados, la construcción de instalaciones necesarias para la producción de bienes y servicios y la comercialización de estos mismos.
Además, otorgar créditos blandos para ser destinados a la compra de maquinarias -nacionales o importadas- que serán utilizadas en sistemas de riego por empresas o concesionarios. Considero, que del mismo modo que ya lo viene implementando la banca pública, la privada debiera seguir el mismo camino.
El agro aporta el 67% de las exportaciones de la Argentina
Además, se debieran establecer beneficios impositivos para -entre muchos otros- los gastos en fertilizantes y semillas, y así de esta manera se pueda alcanzar el objetivo de expandir la capacidad productiva a lo largo y ancho de nuestra patria.
Todo deberá hacerse con un concepto federal -a mayor lejanía mayor rebaja en el tema impositivo- estamos haciendo referencia a los tres niveles del Estado: Nación, provincias y municipios. Estoy planteando una estrategia en conjunto.
La logística en la producción
Por otro lado, y no menos importante, dentro de los componentes que hacen a la infraestructura de la producción agrícola, la logística marca un punto de inflexión. Para un productor agropecuario 500 kilómetros de distancia de los centros consumidores o de los puertos puede incidir en que su carga sea competitiva o no. Suena a loco, pero es así.
De acuerdo a datos del sector, la incidencia de los costos logísticos sobre productos de economías regionales destinados a las exportaciones pueden llegar a tener un impacto de hasta el 24 por ciento sobre el valor FOB; y si hacemos referencia al mercado interno, hablamos de hasta el 17,5% sobre el valor mayorista, habiendo rubros donde los mismos pueden llegar al 25,5% con el producto ya al público.
Argentina, conocida por su vasta extensión territorial y su rica producción agrícola ganadera, se fue consolidando -década tras década- como una potencia en la fabricación de alimentos. El mundo lo sabe y lo demanda.
Ahora está en nosotros volvernos más competitivos mediante la implementación de acompañamientos financieros, impositivos y de infraestructura para el sector agropecuario, algo que redundará en un mayor agregado.
*Director del Bice y del Movimiento Productivo Argentino