OPINIóN
opinión

Buena noticia para nuestras emociones

Luís Moreno Ocampo y Santiago Mitre 20220830
Luís Moreno Ocampo y Santiago Mitre | Pablo Cuarterolo

La conexión entre cine y emociones, o, mejor dicho, entre cualquier forma de arte y emociones es algo de lo que ya se ha hablado muchísimo. Quisiera evitarles leer sobre aquello que seguro conocen y centrarme (también) en la relación que existe entre nuestra sensibilidad y democracia, justicia y libertad. Enterarnos a diario de lo que produce Argentina, 1985 en cada persona que la ve merece que reflexionemos al respecto.

Como todos saben, transitamos tiempos de creciente intolerancia, donde las agresiones físicas o verbales parecen ser en algunos casos las primeras opciones que tienen muchas personas para dirigirse a otras. Entonces, repasar qué se hizo apenas un par de años después de que recuperamos el Estado de derecho aparece en un momento ideal, porque a la violencia se le dio una respuesta institucional que encontró eco en una sociedad que necesitaba paz y respeto por la vida. Ese predicar con el ejemplo sirvió para construir las bases de una democracia que está al borde de cumplir 40 años y para que quienes se sienten a ver una película como la de Santiago Mitre puedan conmoverse aún sin haber sido contemporaneos al fin de la dictadura y el juicio a los genocidas.

Pero me estoy quedando corto. No es sólo en Argentina. El mundo vive conmocionado por situaciones violentas y discursos de odio. También estaba siendo injusto con el film al marcar que trasciende fronteras etarias. Dudo que el grueso de quienes le dieron el premio del público a la mejor película en el Festival de San Sebastián estuviera compuesto por compatriotas nuestros. El talento de los artistas sin dudas es clave para lograr la atención de espectadores y crítica especializada, pero creo que lo que termina de arrancar lágrimas y ovaciones es saber que eso que se cuenta en pantalla es real. Que las personas que expresaron la violencia más extrema no necesitan de otra violencia que las enfrente. La verdadera justicia, la que perdura, la que emociona, la hacen personas comprometidas con los otros, más allá de su enorme capacidad.

Agrego un ejemplo que tal vez sirva para describir universalidad. Hace un par de días un amigo me comentaba que una chica norteamericana con la que trabaja en Nueva York deseaba ver la película por segunda vez. Que no sabía exactamente cuándo porque el fin de semana pasado la sala estaba llena y dudaba si este iba a conseguir entradas, pero que volvería en cuanto pudiera. Desde que la joven asistió al cine, además de confirmar que los llantos y los aplausos se reproducen en todos lados, quiere saber más de nuestra historia, del recorrido del adjunto Luis Moreno Ocampo y del enorme fiscal Julio César Strassera. De todos modos, lo que más me interesó de su mirada es que aquellos triunfos de las democracias deben repetirse hoy que no vivimos, ni aquí ni allá, bajo gobiernos de facto. Que los enemigos no son los mismos, pero que para enfrentarlos se requiere de compromisos igual de sólidos que los que forjó el pueblo que recuperó la vida en libertad.

Por último, quisiera mencionar otra ligazón entre arte, democracia y emociones. Voy a ser autorreferencial y no por mi pertenencia radical, sino por el rol que me toca cumplir en la actualidad. Como director del Centro Cultural San Martín transito con orgullo a diario los pasillos de una institución que sirvió de sede para que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) se reuniera a trabajar en lo que sería usado por la fiscalía como elemento probatorio en el Juicio a las Juntas: el “Nunca más”, el documento histórico más importante en la lucha por los Derechos Humanos en el país. Desde aquí hoy intentamos honrar nuestro pasado invitando a profundizar los debates y a construir desde las diferencias, poniendo en valor las ideas de todas y todos, utilizando la creatividad como vehículo. Vivimos en un mundo que nos obliga a abandonar mezquindades y dar respuestas a problemas cada vez más recurrentes y la cultura es indispensable para abandonar caminos de intolerancia. Está en la sensibilidad y compromiso de todas y todos darle el lugar que se merece. Si nos dejamos guiar por la cantidad de ovaciones de pie que recibe Argentina, 1985, hay una enorme cantidad de gente dispuesta a poner el corazón. Hermosa noticia.

*Director del Centro Cultural General San Martín.