El genio de Antonio Gasalla y la potencia del grotesco criollo nos dejaron una pintura exquisita de los prejuicios y contradicciones de una época. En 1991, Soledad Dolores Solari en el Palacio de la Risa, una mujer atormentada y llena de medios que se quedó “para vestir santos”, retrataba el estereotipo de la solterona indeseable que la sociedad construyó.
Para los millennials el equivalente de este estereotipo eran representados en Los Simpsons por la triste Edna Krabappel, una docente que perseguía inútilmente al dependiente materno del director Skinner y Kirk, padre de Milhouse, abandonado por su esposa, un personaje triste y patético. A este fenómeno, el de la visión negativa de las personas solteras, la doctora en psicología social Bella DePaulo acuñó el término singlism, que es traducido como “solterismo”, pero probablemente le cabe más el término solterofobia.
Esta construcción social del soltero como el perdedor está cambiando en todo sentido. Cada vez hay más personas viviendo solas en el mundo y su situación deja paulatinamente de ser vista de manera compasiva por el resto de la sociedad y empieza a percibirse como signo de libertad y autonomía.
Quien retrató este fenómeno fue la revista The Economist con una tapa que se titula: "The Great Relationship Recession" (La gran recesión de las relaciones) y lleva como subtítulo "The rise of singlehood is reshaping the world" (El auge de la soltería está rediseñando el mundo).
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Algunos números para darle dimensión a este fenómeno: hay 27% de personas viviendo solas en Estados Unidos, 37% en Europa con los países nórdicos como Suecia o Finlandia liderando el promedio con 44%. Japón 34% y China tiene un número un poco más pequeño de 18%, pero que está concentrado en los grandes centros urbanos de Pekín y Shangai y representa un total de 127 millones de personas viviendo solas.
Argentina no está fuera de esta tendencia. Según estudios recientes de la Fundación Tejido Urbano y el Observatorio del Desarrollo Humano de la Universidad Austral (2025), el 24,8% de los hogares del país son hoy unipersonales. Esto significa que casi uno de cada cuatro hogares está habitado por una sola persona, un salto notable frente al 13% registrado en 1991. Esta asciende muchísimo en la Ciudad de Buenos Aires, donde el porcentaje de personas que vive sola asciende a 40%. Es decir, los unipersonales son los hogares más frecuentes en la Capital. Sin embargo, la representación social sigue girando alrededor de la familia tipo compuesta por dos adultos y dos niños. Esta forma de vida, solo representa al 17% de los hogares.
¿Cuáles son las razones de este fenómeno?
En primer lugar, The Economist destaca la autonomía económica de las mujeres. Históricamente, el matrimonio era una necesidad de supervivencia financiera para las mujeres; hoy, con su inserción masiva en el mercado laboral, la pareja pasó de ser una obligación a ser una opción. Esto ha llevado a que el "mercado de parejas" se vuelva más exigente y, ante la falta de candidatos que cumplan con las nuevas expectativas, muchas personas opten por la soltería.
Otro factor fundamental es la economía del "solo". El mercado se ha adaptado para que vivir solo sea posible y, en algunos casos, cómodo: desde servicios de delivery y suscripciones digitales hasta el auge de los monoambientes en grandes ciudades. Sin embargo, esto tiene un costo que la revista denomina el "impuesto a la soltería", ya que una sola persona debe afrontar gastos fijos (alquiler, servicios, internet) que antes se dividían por dos.
A nivel demográfico, la revista menciona la "recesión de las citas". El uso de aplicaciones de encuentro, lejos de facilitar las uniones estables, ha generado una fatiga digital y una sensación de "opciones infinitas" que dificulta el compromiso. Además, en países desarrollados, el porcentaje de hogares de una sola persona ya supera el 40% en lugares como Suecia o Alemania, marcando el camino de lo que está empezando a pasar en América Latina.
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Finalmente, el análisis advierte sobre las consecuencias políticas. Los sistemas de seguridad social, salud y pensiones fueron diseñados pensando en familias nucleares que se cuidan entre sí. Un mundo de personas solas obliga a los Estados a repensar quién cuidará de los ancianos y cómo se distribuirá la carga impositiva. En definitiva, la tapa de The Economist confirma que estamos pasando de una sociedad basada en la "pareja" como unidad básica a una basada en el "individuo", con todo el impacto económico y emocional que eso conlleva.
La soltería es un lujo que no todos pueden permitirse
La decisión de vivir solo está orientada por la búsqueda de libertad, la jerarquización de la carrera profesional y otras razones ajenas al cálculo económico. Es decir, ser soltero es tan caro, que The Economist llama a esto el “impuesto a la soltería”. Es decir, las personas que viven solas gastan más proporcionalmente en vivienda, alimentos y servicios. Al tener que afrontar todos los gastos de manera individual, todos sus gastos fijos se encarecen considerablemente. Esto, hace que si bien vivir solo en una gran ciudad sea una fantasía de muchas personas, no todos puedan acceder a ella.
De acuerdo con el procesamiento de datos del INDEC y los análisis de la Fundación Tejido Urbano, la tendencia a vivir solo en Argentina manifiesta una "brecha de autonomía" según la clase social. En los sectores de mayores ingresos, el hogar unipersonal es una elección aspiracional. Según estudios de CIPPEC, este grupo impulsa la demanda de monoambientes en barrios cotizados, priorizando la carrera y el consumo personal, lo que estos analistas denominan una inversión en "capital de libertad".
Por el contrario, los relevamientos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indican que en los sectores populares vivir solo suele ser una situación forzada. En barrios vulnerables, donde el hacinamiento es la norma según la UCA, quien vive solo suele ser un adulto mayor aislado o alguien que perdió su red de contención tras una ruptura. Para estos estratos, el costo de un hogar individual es prohibitivo, convirtiendo la soledad en un factor de riesgo de indigencia.
Finalmente, la clase media trabajadora vive una tensión que la Universidad Austral identifica como el deseo frente a la imposibilidad material. Al cruzar datos de salarios del SIPA con los índices de precios de alquileres de Reporte Inmobiliario, se observa que el costo de vida individual consume más del 50% de un ingreso medio. Esto obliga a muchos jóvenes, según informes de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad, a postergar su emancipación o recurrir a los llamados rumies, evidenciando que el modelo de individuo independiente choca con la realidad del bolsillo.
Diferencias por edades
En el segmento de 25 a 35 años, la soledad es un indicador de "emancipación aspiracional". Según la Universidad Austral, este grupo posterga el matrimonio y la convivencia para priorizar su desarrollo profesional. Sin embargo, este sector enfrenta la mayor presión económica por el "impuesto a la soltería": datos de Reporte Inmobiliario indican que el alquiler de un monoambiente en CABA ya consume más del 50% de un salario promedio joven, lo que convierte esta autonomía en un privilegio de clase media-alta.
Por otro lado, entre los adultos mayores, vivir solo es una consecuencia de la "transición demográfica y la viudez". El Observatorio de la Deuda Social (UCA) advierte que este grupo es el más vulnerable, ya que la soledad habitacional suele derivar en aislamiento social. Mientras el joven elige el hogar unipersonal como espacio de libertad, para el anciano suele ser el resultado de la pérdida de su red de contención primaria, enfrentando desafíos de salud y mantenimiento del hogar con ingresos fijos por jubilación.
Esta dualidad genera una ciudad dividida entre jóvenes que compiten por espacios pequeños y costosos, y ancianos que habitan viviendas grandes que les resultan difíciles de sostener.