Cada 10 de septiembre, el Día Mundial de la Prevención del Suicidio es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de cuidar la salud mental en la adolescencia. Este período vital se caracteriza por el despliegue de crecientes capacidades, aspiraciones, energía y creatividad, pero también por vulnerabilidades propias del desarrollo. Muchos adolescentes atraviesan momentos de malestar emocional y enfrentan desafíos en su bienestar psicosocial, por lo que es imprescindible generar espacios de escucha activa y entornos de apoyo que los sostengan. Reconocer la salud mental como un derecho es el primer paso para prevenir, proteger y promover el bienestar y el desarrollo.
Según la OPS y UNICEF (2024), los padecimientos de salud mental son frecuentes y suelen desarrollarse en etapas tempranas de la vida; un tercio de ellos se manifiestan antes de los 14 años y la mitad antes de los 18. En 2021, se estimó que 1 de cada 7 adolescentes en el mundo sufrió alguna condición de salud mental. En Argentina, el 9% de los adolescentes se sintió deprimido y el 13% angustiado durante el último año (UNICEF, 2024). En 2018, dos de cada 10 estudiantes de 13 a 17 años consideraron seriamente la posibilidad de suicidarse en el último año, y el 15% intentó suicidarse al menos una vez en los últimos 12 meses.
El suicidio ya es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años
El suicidio es la segunda causa de muerte entre adolescentes en Argentina. En 2023, fallecieron 386 adolescentes de entre 10 y 19 años por esta causa, superando incluso las muertes por cáncer (DEIS, 2025). Este dato revela la urgencia de garantizar el derecho a la salud mental desde una perspectiva integral.
Existen diversas señales en el comportamiento de las chicas y los chicos a las que hay que prestar atención, como el aislamiento, la tristeza persistente, la desesperanza, la desmotivación, el llanto frecuente, y dificultades para dormir o comer. Todas pueden ser formas de pedir ayuda que, si se reconocen a tiempo, son una oportunidad clave para intervenir.
El suicidio no es un hecho aislado. Es el resultado de múltiples factores que se entrelazan: malestares emocionales, falta de redes de contención, desigualdades sociales, y una escasa disponibilidad de espacios donde las y los adolescentes puedan expresarse sin ser juzgados. El impacto del suicidio trasciende lo individual: afecta a familias, comunidades y sistemas.
Hablar del suicidio, lejos de promoverlo, ayuda a prevenirlo. Validar lo que sienten, sin minimizar ni estigmatizar, es clave para que no se sientan solos frente al dolor. Cambiar la narrativa implica dejar atrás el silencio y avanzar hacia una cultura de cuidado y escucha.
¿Qué podemos hacer las personas adultas para protegerlos y apoyarlos? Estar presentes, generar vínculos afectivos sólidos y espacios seguros para escuchar y hablar, y garantizar una educación que incluya la salud mental como parte integral del desarrollo. También es clave que las y los adolescentes se sientan parte de una comunidad, con oportunidades para expresarse, construir sentido y proyectar futuro. Promover estos entornos seguros y contenedores habilita el desarrollo pleno de cada adolescente.
La prevención comienza con la intervención temprana y oportuna. La escucha activa, sin prejuicios ni estigmas, es una herramienta fundamental. Las y los adolescentes necesitan ser acompañados en sus propios entornos: en la escuela, en el barrio, en el sistema de salud y sus hogares.
Prevenir el suicidio es un compromiso colectivo que parte del reconocimiento de un derecho: el de cada adolescente a ser escuchado, comprendido y contenido. Hablar de salud mental es hablar de derechos. Y garantizarlos es cuidar la vida.
*Oficial de Salud de UNICEF Argentina
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