OPINIóN
OPINION

Candilejas, Consenso y Palos o País de Sombrero

Quedan Patricia, Horacio y Sergio mientras se desmorona Javier. La estrategia de aniquilar al divisionario Milei es de una inteligencia elaborada con perversidad.

Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Sergio Massa y Javier Milei.
Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Sergio Massa y Javier Milei. | CEDOC

“¿Y si ganamos?”. 
Brota de pronto la incipiente euforia que el oficialismo en banda distaba de merecer.
La postulación de Sergio, El Profesional, generó en Candilejas un incierto ánimo de competencia.
Según Sintra Consultora, en los ejercicios de aproximación de las encuestas, Sergio contiene solo dos puntos menos que Patricia y Horacio sumados.
Y con la carga de la pifiada económica que marca 120% de inflación. Pero pueden ser 150. Da igual.
Como el Riesgo País o la sequedad de dólares en el Banco Central.
“Con semejante quilombo, ¿cómo estos audaces creen que aún pueden ganar?”.

La proeza literaria se instala a pesar del desperdiciado gobierno de La Doctora, que preside formalmente Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Justo cuando en Juntos por el Cambio celebran por anticipado. Gastan a cuenta de la toma del poder, mientras reproducen el desatino de pelearse.

Cuando apenas faltaba averiguar cuál de las dos líneas sería la vencedora.
Si Consenso y Palos, que enarbola el ticket Horacio Rodríguez Larreta (Geniol)-Gerardo Morales (Milagrito).
O País de Sombrero, línea fundamentada por Mauricio, El Ángel Exterminador que pasó de la categoría de estadista a ser mero jefe de facción.
Después del arrugue de barrera, el Ángel promueve para la presidencia a la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien. Con el radical Luis Petri, Carucha.

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La glorificación de los palos

En simultáneo, por extraña coincidencia, se acelera el desmoronamiento programado de Javier Milei, El C-Boy.
El león que venció a la manada de leones que volvían (los leones) con la furia de la venganza.
La estrategia de aniquilar al divisionario Milei es de una inteligencia elaborada con perversidad.

En efecto, Milei había colonizado intelectualmente a la fragmentada Mutual PRO. Donde se jactan de mantener la unidad artesanal y falsa. Como la de Candilejas.
Milei perforó a la Mutual con un par de alaridos bastante precarios. Supo condicionarlos a través de la interpretación supuestamente austriaca del liberalismo.
Un vejestorio ideológico (el liberalismo) sabiamente tergiversado como inexplicable canal de protesta.
Por Javier, pero también por José Luis Espert, El Lazarillo de Tormes que sabe cotizar bien cara su debilidad.

Pero a quien colonizó claramente Milei fue a Mauricio.
Junto a Patricia, se ilusionaron con Mauricio para armar algo con Milei, al menos una alianza post PASO.
Para expulsar después del paraíso a los irritantes radicales que mangan carguitos con vocación reverencial de ser segundos.
Y para desprenderse también de los transparentes carísimos de la estancada Coalición Cívica. Blanqueadores a la cal.
Republicanos tibios que obligaron a Mauricio a la concesión de graduar. Sin acelerar. Ni “bajar un cambio”. Sin explicar siquiera “el catastrófico estado del país que habían recibido”.

Pero ahora la sustancial motivación para la campaña es una consigna movilizadora: “Somos el cambio o no somos nada”.
A los efectos de dinamitar pronto, o “semi dinamitar”, las estructuras obsoletas, equivocadas, maléficas. Y disponerse “a cambiar”. Para ponerse el país, acaso, de sombrero.

Pero la línea de Mauricio-Patricia mantenía, en Milei, algo más grave que un aliado. Era un competidor.
El factor de división que perturbaba el crecimiento de Patricia, para algarabía de Horacio. Y facilitaba, en simultáneo, la euforia ilusionada de Candilejas.
El panorama se modificó a partir de la irrupción de Sergio. Exponente del centro que nada tenía en común con la chicana de Venezuela y Nicaragua y sabía ubicarse en la política internacional.
Hacía una sutil artesanía de equilibrio entre Estados Unidos y China y traficaba, para consumo interno, una mercadería de centro similar a la de Horacio.
Pero con el inconveniente de mantener, como acoplado, el combo culposo del kirchnerismo. Obstinado aún en el romanticismo de la Revolución Imaginaria.

Mientras tanto Horacio, el sumador que se había emancipado de Mauricio, se presentaba como el impulsor del consenso básico del 70%.
Y tanto Patricia como Mauricio lo hostigaban a Horacio por tibio. O por un dialoguista que se empecinaba en construir puentes que no conducían a ninguna parte.

Para mostrarse tan duro como ellos, para reubicarse en la oportuna derechización de la sociedad, Horacio recurrió al radical servido que lo esperaba.
Gerardo Morales, Milagrito, representaba la firmeza para ejercer la inclaudicable represión, complemento ideal del consenso. La glorificación de los palos.

Rehén del discurso cautivante, tan arrollador como insustancialmente frívolo. Pero Milei se desprendió solo, y paulatinamente, de su encanto.
 

La víctima del relámpago

De pronto el victimario que castigaba a “los políticos chorros” pasó a convertirse en la víctima del relámpago que su estilo generaba.
El cuento de las candidaturas dolarizadas, que se conocía desde hacía meses, repentinamente adquirió un súbito interés.
Consecuencia lógica de la construcción estrafalaria de poder inspirada en la autofinanciación de los postulantes.
Lo que el pensador Carlos Maslatón, El Doron de Fauda, denominaba «franquiciado». O “venta de franquicias”.
Doron de Fauda divulgaba en soledad, pero no correspondía aún tomarlo en serio. Porque Milei medía. Encantaba.
Milei era redituable. Animaba la campaña y era el único que generaba debates. Alteraba la monotonía. Acentuaba la pavorosa carencia de ideas del resto.

El fenómeno político que generó Milei con la libertad lo había generado antes Juan Carlos Blumberg, El Ingeniero, con la seguridad.

Y fue precisamente El Ingeniero quien le asestó una decisiva puñalada, después del decepcionado Eguía, El Embocado.
Golpeaban con crueldad a Milei que no sabía, en efecto, defenderse. No estaba preparado para el embate feroz de la adversidad.
Debía comprender que aquellos que había colonizado se disponían, para completar el círculo, a destruirlo.

 

Fondo de Olla

Para cerrar el efímero cuadro favorable a País de Sombrero se produjo el desembarco de la lista Fondo de Olla.
La conduce Juan Schiaretti, El Gringo del Cuarteto. Lo secunda Florencio Randazzo, Cartel de Chivilcoy.
Para lanzar tardíamente otra alternativa peronista, con petulancia antikirchnerista.
Cuesta encontrar diferencias entre el esquema Schiaretti-Randazzo con la proyección, en Consenso y Palos, del peronista originario Miguel Pichetto, El Lepenito.
Pichetto arrastra, como Schiaretti, utilizables peronistas en desuso. Con la medialuna enarbolada.
Al cierre del despacho, el único peronista que mojó la medialuna fue Pichetto.
Pero Fondo de Olla aspira a capturar los imaginarios votos peronistas que antagonizan con Candilejas.
El lanzamiento es recatadamente celebrado por el "mauri-patricismo".
Los máximos exponentes de País de Sombrero, que se espantaron ante el acercamiento frustrado de Schiaretti con Larreta, se muestran ahora entusiasmados.
Ocurre que Fondo de Olla apenas puede despojarle votos a Consenso y Palos de Larreta.
Alguno quizá a Guillermo Moreno, El Penúltimo Peronista Solitario. Pero ninguno a Candilejas.

Consta que, en el Bazar Persa, cada punto se cotiza hoy a un palo verde. Blue.
En realidad se desconoce, al cierre del despacho, cuál es el verdadero objetivo de la dupla Schiaretti-Randazzo.
Lo trafica Guillermo Seita, El Paseador de Juez, y cuenta con el fervor de Diego Bossio, El Perseguido, un rápido economista que mantiene, en su haber, el desprecio que no prescribe de La Doctora.
Todos ellos distan de conmoverse con las tensiones alcistas del Bazar.
Como el currito de bajarse, para apoyar a Larreta. O insistir en la sigilosa búsqueda de 3 o 4 puntos (o para los profanos millones de dólares).
Para favorecer, vaya a saberse por qué acuerdo inexistente, al Ángel Exterminador. Hipótesis que circula y debería descartarse, con énfasis.

De haberse lanzado a tiempo, Schiaretti estaba para ambicionar mucho más. Podía haber sido el gran protagonista y la primera voz.
De ningún modo para ser parte complementaria del coro. O del paisaje.

 

* Escribe Oberdán Rocamora. Redactor Estrella, especial para JorgeAsisDigital.com