Nuestros barrios tienen orígenes diferentes, pero crecimientos similares. Cuentan con un núcleo histórico y fundacional, con infraestructura ferroviaria a la que se le superponen (tiempo después) los ejes de transporte vehicular.
En ese marco crecen al ritmo de las subdivisiones de las manzanas originarias, de las quintas aledañas y de las chacras más próximas, que fueron valorizando la tierra rural con relativa autonomía de los servicios públicos.
Tal el caso de Villa Luro, que ofreció tradicionalmente diversos sitios de encuentro que fortalecieron las relaciones de vecindad y que hasta hoy mismo persisten con intensidad.
Celebrando Villa Luro
Situado al oeste de la Ciudad de Buenos Aires, se distingue por su carácter residencial, de casas unifamiliares y frondosas arboledas, con algunos espacios distintivos que perviven: el Mercado de Villa Luro, la Plaza Ejército de Los Andes, la Iglesia San Francisco Solano, el Club Social y Deportivo Leopardi, la Asociación Vecinal de Fomento Amigos de Villa Luro.
Bicisendas para todos y para todas (una mirada argentina)
Así también lo constituyen sus bares típicos -El Fortín, El Argentino, Asturias, Bodegón de Villa Luro, etc.- y sus escuelas -Escuela Profesor José Onaindía, Escuela Carlos Guido y Spano, Escuela Modelo Sarmiento, etc.
A fines del siglo XIX, don Pedro Olegario Luro adquirió las tierras de una chacra perteneciente a la familia Olivera, aledañas a las vías del Ferrocarril del Oeste (actual Sarmiento) y a la actual avenida Rivadavia.
El 1 de diciembre de 1911, con la habilitación del paradero del tren que estaba instalado a la altura de la calle Irigoyen, se comenzaron a promocionar las tierras como Villa Luro.
Esto dio origen al actual barrio que lleva ese nombre, está celebrando 112 años y, como entonces, consolida una intensa dinámica social, cultural y recreativa como testimonio de nuestra historia, de nuestra memoria, de nuestra identidad.
*Arquitecto y Doctor en Urbanismo
