Hay situaciones donde disciplinas universitarias que tratan un mismo tema entran en tensión. Tal es el caso cuando los medios y el periodismo son considerados por la ciencia política y los estudiosos de la comunicación.
El centro de la disputa nace de la proyección que los contenidos de los medios y en particular aquellos de corte periodístico tienen sobre lo púbico y la política (marcamos la diferencia ya que no es lo mismo, asunto que en la Argentina cuesta diferenciar).
La tensión entre los politólogos y quienes provienen de la comunicación se focaliza en el tema de la concentración en la oferta. Los politólogos hoy están en situación de relativa ventaja ya que han desarrollado marcos teóricos y modelos propios más consistentes sobre la cuestión.
Dibujan un mapa de la concentración de medios en la Argentina
Para la ciencia política, un oligopolio en la oferta política es algo positivo en sociedades relativamente homogéneas. El bipartidismo es un sistema de partidos deseable. El modelo británico o el norteamericano son ejemplos en la academia de un óptimo. Popes del campo como Gabriel Almond, Bingham Powell, Anthony Downs, Samuel Huntington, Giovanni Sartori, por solo citar algunos, han reforzado su preferencia por una reducción de la oferta política partidaria. La concentración de fuerzas políticas en un congreso o parlamento garantiza la gobernabilidad. Un legislativo atomizado es un problema para sancionar leyes y tomar decisiones en materia de políticas públicas.
La República de Weimar, el período como se designa a la frágil república alemana entre las dos grandes guerras del siglo XX, es un ejemplo hegemónico en el campo de la ciencia política del riesgo de aceptar a cualquiera en el recinto legislativo. En la América Latina de hoy, la multiplicidad de bloques partidarios en los legislativos de Perú y Chile son casos de cómo la fragmentación en política tiene efectos negativos sobre el sistema.
Desde la comunicación, por el contrario, hay corrientes académicas que consideran a la concentración como un rasgo inherentemente negativo de un mercado informativo. Estas miradas en su mayoría no parten de un desarrollo propio en el campo de la comunicación sino que apelan a la economía. Así suele suceder cuando se aplica el índice Herfindahl-Hirschman sobre el mercado comunicacional. El adoptar criterios vicarios es un problema en sí mismo ya que se está en situación de dependencia de un área ajena a la propia.
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En algunos casos el uso de este tipo de índices presupone que no hay asociación factible por parte de las audiencias que pueda contrapesar esta reducción de la oferta. El Estado, por tanto debe frenar este avance para preservar condiciones democráticas. En estas perspectivas no suele asomar una referencia al state-building o cómo se construyeron y desarrollaron capacidades estatales en un país o región en particular. Gran problema.
El enfoque comunicacional arrastra una inercia que proviene de una economía cerrada e industrial. Un mercado altamente dinámico como lo es el digital, donde las mutaciones en contenidos, soportes, dispositivos son la norma, lleva a que estas formulaciones tengan a la fugacidad como horizonte. Tampoco consideran con precisión tableros de juego simultáneos y con racionalidades disímiles como el local, el regional o el global.
Por lo tanto los estudios políticos y comunicacionales entran en seria tensión. Si cuatro empresas de medios o telefonía dominan el 90% del mercado, para estudiosos en comunicación es algo negativo. Las limitaciones al acceso generan una potencial manipulación sobe la ciudadanía por parte de las empresas dominantes.
Por el contrario, si cuatro partidos políticos obtienen el 90% de los votos, es algo bueno. Pocos partidos favorecen la negociación para garantizar la gobernabilidad. La lógica de la acción colectiva de Mancur Olson, otro marco teórico, se suma para mostrar que pocos actores favorecen la cooperación.
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Ambos se manifiestan en contra de un monopolio de oferta. El tema es cuánta fragmentación es considerada como aceptable. No hay consenso allí aún.
Esta tensión es parte de lo que hay y habrá. La ciencia implica que los enunciados son falibles y limitados. Si alguno de los sectores encontrados se manifiesta reticente a ceder posiciones es un buen indicador que la lógica científica ha perdido terreno. Este es el ABC del manual de supervivencia teórico-científico, manual que conviene usar a menudo.
* Christian Schwarz. Dr. en Sociología (UCA). Docente UCA, UNTREF y UCES.