El oficialismo acaba de perder un lugar en el Consejo de la Magistratura. Cambiemos tenía, hasta este momento, dos de los tres lugares que le corresponden a la Cámara de Diputados en este órgano constitucional: uno ocupado por Pablo Tonelli, del PRO, y otro por Mario Negri, de la UCR. El tercero estaba en manos del Frente Para la Victoria.
Sin embargo, el kirchnerismo y el massismo lograron aliarse para obtener la mayoría en la Cámara, y otro lugar en el Consejo. Los lugares serán ocupados por “Wado” de Pedro, del FPV, y Graciela Camaño, del Frente Renovador (aunque habría un acuerdo tácito para cederle este asiento a Martín Llaryora, de Unión por Córdoba, después de seis meses). De los oficialistas, sale el radical Negri, mientras que Tonelli sigue firme en su puesto.
La UCR salió a mostrar su descontento inmediatamente. No es para menos, porque ese lugar en el Consejo lo venían manteniendo desde 1998. Y acusaron, de esta derrota, a la “impericia” del PRO. Tonelli, por su parte, defender a su equipo. “No sé cómo se les ocurre a ellos que nosotros podríamos haber evitado esos votos de la oposición, cómo podríamos haber hecho para evitar que se unieran distintos bloques”, dijo.
Llaman la atención el desaire radical, los pases de factura y las excusas cruzadas. Parece que algunos funcionarios recién estuvieran enterándose ahora de que eso a lo que se dedican se llama política.
Pablo Tonelli, sobre el conflicto por la Magistratura: “No sé cómo lo podríamos haber evitado"
Muchos analistas no han dudado en señalar este hecho como un anuncio de la unidad del peronismo, que le ha dado un golpe inesperado al interior de Cambiemos. Pero la lectura parece un poco exagerada. Esto es una alianza coyuntural en Diputados, y la unidad es una quimera todavía lejana. Quienes votaron no fueron Cristina y compañía, sino los propios legisladores para tener representación en el Consejo.
Ciertamente, el oficialismo podría haber hecho mucho para evitar que esto ocurriera. Se descuidaron, por ejemplo, las alianzas con fuerzas peronistas del interior, que en otro momento acompañaron a Cambiemos. Es el caso de los seis diputados de Santiago del Estero que se sumaron a la ofensiva peronista, luego de que ni la UCR ni la Coalición Cívica avalaran la designación como juez federal de Sebastián Argibay, propuesta por el gobernador Gerardo Zamora.
Los peronistas, a fin de cuentas,no durmieron, vieron una oportunidad y supieron aprovecharla, porque además les correspondía.
Pero el verdadero conflicto acá no es entre gobierno y oposición, sino en el interior del gobierno. Concretamente, si el PRO hubiese querido complacer al radicalismo, podría haber cedido el lugar de Tonelli y conservar a Negri en el Consejo.
La UCR debería leer en esta decisión no un signo de “impericia”, sino directamente un mensaje político de parte del PRO. Los radicales han sido, desde 2015, la parte más ninguneada de la alianza Cambiemos. Si bien esta unión los ayudó a reflotar una marca partidaria que había quedado devastada con la crisis de 2001, le dieron al armado un apoyo territorial que nunca tuvo recompensa. No les hicieron lugar en la fórmula; Sanz no obtuvo la esperada Jefatura de Gabinete; y los radicales pudieron pelear, apenas, su lugar al frente de algunas carteras (hoy en día, solo Defensa está ocupada por un miembro del partido).
Los radicales mantienen la ilusión de que uno de los suyos, por ejemplo el mendocino Alfredo Cornejo, acompañe a Macri en la boleta presidencial. Pero los gestos del PRO dan a entender que, por el contrario, se apostaría a repetir la fórmula de 2015, y que los radicales se quedarán una vez más en la palmera. Sería mejor espabilar ahora y no darse cuenta dentro de un año que esto que están haciendo es política.