El nacimiento y la transmisión del virus que genera la enfermedad Covid-19 y la respuesta al mismo, son asuntos de alcance e impacto mundial: mucho más “mundial” de lo que fueron las Guerras Mundiales, o de lo que son los campeonatos mundiales de diversos deportes.
Es evidente que los desafíos del Covid-19 exceden no solo las capacidades de nuestros hospitales sino también de las estructuras legales internacionales. La pandemia nos ha confirmado que la actuación solitaria y aislada no alcanza, que adoptamos principios y normas internacionales y no los aplicamos o lo hacemos débilmente.
“La epidemia en sí y la crisis económica resultante son problemas globales”, ha manifestado Yuval Noah Harari, y la respuesta nos enfrenta a una elección binaria, “entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global”.
Sin embargo, ya desde antes del Covid-19 había un abandono de las ideas que conducían a esa solidaridad y cooperación: ‘Make America great again’ (Estados Unidos y Trump) y ‘Take back control´ (Reino Unido y Brexit) mostraron un giro autorreferencial, un abandono de las ideas sobre un orden jurídico multilateral basado en normas de cooperación internacional.
Las pandemias y epidemias que aterrorizaron a la humanidad en los últimos 100 años
‘Sálvese quien pueda’ fue el instinto inicial de los Estados. Por ejemplo, los miembros de la Unión Europea tomaron acciones unilaterales, cerrando las fronteras y otras medidas que cada uno consideró necesarias. Y muchos Estados suspendieron o derogaron derechos humanos protegidos por diversas Convenciones, reforzando el perfil autoritario o totalitario de sus gobernantes.
El impulso a instaurar un mundo de fronteras más cerradas en el futuro puede tener un amplio eco. Más seguridad nacional, menos movimientos, más barreras, parece ser el horizonte que se vislumbra, al menos en el corto plazo.
Es posible que la necesidad de evitar una mayor dislocación económica atenuará las llamadas a refugiarse detrás de muros más altos y más fuertes. La cooperación global en relación con la tecnología, el comercio y la inversión parecen necesarias. Además, a la luz del cambio climático y de esta pandemia, surgen como imprescindibles dos campos de cooperación: el del medio ambiente y el de la salud. No hay solución posible para estos asuntos “en solitario”; sólo la hay “en solidario”.
Las pandemias que vivió Argentina y cómo cambiaron los hábitos en la sociedad
En un punzante ensayo escrito al ritmo del avance de la enfermedad en el mundo, Paolo Giordano escribe: “(…) la epidemia nos anima a pensar en nosotros mismos como pertenecientes a un colectivo. Nos empuja a comportarnos de una manera impensable en circunstancias normales, a reconocer que estamos inextricablemente conectados con otras personas, a considerar su existencia y bienestar en nuestras elecciones individuales. En el contagio nos redescubrimos como parte de un solo organismo. En el contagio nos convertimos, nuevamente, en una comunidad”.
También lo expresaba el Papa Francisco ante una desierta plaza de San Pedro el pasado 27 de marzo: “Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos”.
La imperiosa necesidad de conformar una verdadera comunidad internacional significa más derecho internacional, no menos. “El derecho internacional puede ser nuestro único sistema de valor global”, dijo recientemente la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi ante la Corte Internacional de Justicia.
El derecho internacional tendió antiguamente a responder a la guerra, atrocidades y otros desastres. Solo tibiamente a fines del Siglo XIX y con mayor decisión en la segunda mitad del XX pudo realizar iniciativas de cooperación entre los Estados y protección de los derechos humanos.
Esta pandemia puede ser la oportunidad de que el derecho internacional incorpore normas que permitan otorgar un significado concreto y una utilidad práctica a la noción de comunidad internacional cooperativa y solidaria.
Nos impactan los acontecimientos y solo entonces actuamos. Esta pandemia puede ser la oportunidad de que el derecho internacional –formalizado por los Estados a través de los tratados y la costumbre pero cada vez más incitado por las organizaciones de la sociedad civil- incorpore normas que permitan otorgar un significado concreto y una utilidad práctica a la noción de comunidad internacional cooperativa y solidaria.
*Rector de la Universidad Blas Pascal y Miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales.