En estos tiempos hemos observado cómo en algunos países el desprecio por toda vida humana se impone sobre los que piensan y anhelan un mundo más compresivo y humano. Pero una gran parte de este mundo, ha decidido ponerle freno al individualismo y comenzar una lucha por el bienestar de toda la sociedad.
Ese principio de solidaridad social se trata de implementar como remedio a un virus que no le importa clase social, ni sexo, ni religión, somos todos iguales ante él, entonces el único camino posible es quedarse en casa, para cuidarte y cuidar a los demás. Ahora bien, ¿sería la misma situación si supiéramos quien se va a contagiar o perderá su vida? La película “El Hoyo” es capaz de respondernos esta pregunta.
Un claro ejemplo de la inexistencia de solidaridad social, del que esta “arriba” o en una situación privilegiada siempre piensa en él, sin importarle el otro, el que esta “abajo”, o en una situación más desfavorable, aun así si ha pasado por ese mismo lugar. Y nos encontramos con unos pocos revolucionarios e idealistas luchando inútilmente por cambiar el mundo, reclamándole a la gran mayoría que piense en el otro, en el de “abajo”, en el que se encuentra en una peor situación.
Sin embargo, el contexto actual es totalmente distinto, si bien continuamos en un injusto y desigual sistema verticalista, nos encontramos todos en un mismo lugar conviviendo con un enemigo invisible, un virus que no sabemos dónde está, y que todos tenemos la posibilidad de contagio. Sin discriminar, te puede matar. John Rawls, filósofo del Siglo XX, y autor del libro “La teoría de la Justicia”, plantea “la idea principal de conducir a un acuerdo original sobre los principios de la justicia”.
Coronavirus: hay 88 nuevos casos confirmados y son 1054 los infectados en el país
Para ello, el filósofo sostiene que la sociedad debe estar bajo un velo de ignorancia, para que la situación inicial de las personas sea imparcial. ¿Cómo? Lo que Rawls plantea es que imaginemos como si las personas no supiéramos que lugar en la sociedad nos va a tocar, no sabemos nada sobre nosotros mismos. De acuerdo a Rawls, entonces, la ignorancia de estos detalles sobre sí mismo conducirá a establecer principios que sean justos para todos. De este modo, el filósofo entiende que cuando somos conscientes vamos a tratar de que nuestras características sean las más beneficiadas.
En cambio, al desconocerlas vamos a incorporar perspectivas que de otro modo no tendríamos en cuenta. Nadie va a suscribir un contrato afectando a una de las partes, corriendo el riesgo, que al caerse ese “velo de la ignorancia”, sea él el perjudicado. Claramente en esta situación, dice Rawls, uno elegiría más o menos los mismos principios, que sean justos para todos: igualdad de libertad, igualdad de oportunidades, mientras que la desigualdad económica va a ser permisiva en tanto los que estén “arriba” crezcan y también lo hagan los de “abajo”.
No obstante, esta Teoría se vuelve casi imposible de implementar en la realidad. Las personas ya sabemos sobre nuestras características y que lugar en la sociedad ocupamos, entonces, al momento de suscribir este contrato social, seguramente la gran mayoría lo haga estableciendo principios para sus propios beneficios. Entonces, lo “justo” va a ser lo que cada persona transporte a su realidad social, sin pensar en la otra parte, en el “otro”. ¿Y qué principios serán los que prevalecerán y serán los más justos? El que decidan los poderosos. Mientras que la parte más débil terminará siempre en el lugar más perjudicado.
En la actualidad estamos atravesando una situación en la que todos estamos en un punto de inicio. Un virus que no sabemos dónde está, quien lo tiene, si nos puede contagiar, si nos puede matar, es decir, todos estamos en el mismo lugar y nos toca establecer bajo que principios queremos vivir. ¿Prevalece la economía sobre la salud de las personas? ¿El mundo capitalista o el mundo de la solidaridad? ¿Lo inhumano o lo humano? Hoy la mayoría del mundo consciente restableció como principio básico de este contrato social a “la vida”, porque entre elegir proteger “la economía o la salud”, las personas se inclinarán por establecer los principios más justos corriendo el riesgo de que se vean inmersos el peor de los casos, es decir, morir.
La Argentina que conocemos podría no volver jamás
Entonces, gran parte de la sociedad ha decidido ponerle un freno a la crueldad de este mundo mercantilista, en el que solo interesa la salud de la riqueza de unos pocos, dando comienzo al inicio a un nuevo mundo donde el SER humano prevalece sobre lo INHUMANO. Un funcionario norteamericano, con un desprecio total hacia la vida humana, ha planteado que los adultos mayores están dispuestos a sacrificarse para evitar el derrumbe de la economía. Estos que parecían interesarse por el bienestar de la sociedad, se tuvieron que desnudar frente al mundo y mostrar que por lo único que luchan es por sus intereses. Entonces, las personas horrorizadas al escuchar estos dichos, se dan cuenta que tal vez la próxima vida que se les pida sacrificar por el desarrollo económico de su país, sea la suya.
Seguramente, y como he mencionado, el escenario no sería el mismo, si supiéramos, quien se va a contagiar, o perderá la vida, establecer los principios “justos” sería un privilegio que solo los “poderosos” podrían pactar. Aquellos afortunados que no contraerían el virus, sabiendo esto, solicitarían la continuidad del desarrollo económico, olvidándose de las personas contagiadas o peor aún, que perderán su vida.
Sin embargo, y afortunadamente, un virus que a pesar de las vidas que se está llevando, nos colocó un velo para que ignoremos todo sobre nosotros y nuestro lugar en el mundo; y con el miedo de no saber si la próxima vida que se lleva es la mía, debo pactar los principios más justos para la vida social: “LA SOLIDARIDAD”.
(*) Abogada