OPINIóN
Análisis

Cristina se parece a Bolsonaro y no a Lula

Trasciende desde las altas esferas de la política brasileña que, cuando llegue el momento de la asunción de Lula, Bolsonaro no estará presente porque viajará. En 2015, CFK no viajó a ninguna parte, pero se negó a traspasarle a banda presidencial al entonces elegido presidente Mauricio Macri.

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Cristina Fernández de Kirchner acto de la UOM en Pilar. | CEDOC

En este afán por querer compararnos con quien tenemos en frente para seguir posicionándonos de un lado u otro de la Argentina partida, solemos forzar similitudes y contrastes apelando a importantes distorsiones con otras naciones del mundo, en estas últimas semanas con Brasil. 

El 2 de noviembre se celebró la segunda vuelta o ballotage entre los candidatos del Partido de los Trabajadores (PT) Luiz Inácio Lula de Silva (Lula) y del Partido Liberal (PL) Jair Bolsonaro. Los resultados arrojaron que Lula se impuso para la presidencia por una pequeña diferencia, 50,90% de los votos frente a 49,10% obtenidos por Bolsonaro. Respecto a la composición legislativa, ya en la primera vuelta electoral el mapa quedó configurado del siguiente modo: sobre un total de 513 diputados, el PL de Bolsonaro alcanzó 99 escaños, mientras que el PT de Lula cuenta desde ahora con 80 diputados.

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Respecto al Senado, de un total de 81 bancas a disputar, el PL cuenta con 13 senadores (sumó 6 en la última elección) y el PT cuenta con 9 bancas propias. Tanto Bolsonaro como Lula cuentan con apoyos de terceros partidos para lograr los necesarios consensos en el Congreso, pero al hacer números sumando estos apoyos, el mayor control legislativo parece estar inclinado para el lado de la derecha. El bolsonarismo también logró conquistar varias gobernaciones, ocupando bastiones claves como San Pablo, el estado más poblado de Brasil que representaría un tercio de la riqueza del país, Minas Gerais, Río de Janeiro, entre otros.

Empecemos por aquello que podemos comparar/asimilar simétricamente entre los escenarios y comportamientos electorales entre Brasil y Argentina. En primer lugar, en la última elección Brasil demostró estar absolutamente polarizado, así, se pudo observar una nación electoralmente partida en dos. En segundo lugar, muchos votantes que definieron su voto a favor de Lula o de Bolsonaro lo hicieron por estar “en contra del otro” más que por afinidad con el partido/candidato que votaron. Y en estos puntos, aquí y ahora, los dos grandotes del Mercosur se parecen.  

Al mismo tiempo podemos observar un núcleo duro bolsonarista que pretende que Bolsonaro siga ocupando la presidencia, aunque no haya sido el candidato más votado en las últimas elecciones (este núcleo duro organizó cortes de rutas, y se congregó en las principales sedes del Ejército, en todas las capitales estatales para exigir una intervención militar si no sigue gobernando Bolsonaro). Bolsonaro en sintonía con este desentendimiento del triunfo de Lula, no salió a reconocer su derrota durante dos días y cuando lo hizo, tarde, dio un discurso que duró tan solo dos minutos, a través del cual no llegó a reconocer el triunfo del líder del PT, pero sí manifestó que acatará la Constitución.

En Argentina, también contamos con un núcleo duro kirchnerista, que no sabemos cómo podría reaccionar si el kircherismo pierde la elección en 2023, pero sí sabemos, porque nos alertaron en más de una oportunidad que si Cristina llega a ser condenada por la Justicia que la está juzgando “qué quilombo se va armar”, y armaron bastante quilombo en las calles hasta que la vida de la vicepresidenta corrió verdadero peligro frente a un ataque hacia su persona. 

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Luego del triunfo de Lula, y en línea con las internas oficialistas entre la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y el presidente Alberto Fernández, el actual ministro del Interior de la Nación, el ultra kirchnerista Wado de Pedro, se apuró para viajar a Brasil para fotografiar a Lula con una gorrita de CFK 2023, mientras Alberto Fernández corrió al aeropuerto para tomarse un avión y convertirse en el único presidente que viajó para abrazar al nuevo mandatario brasileño que recién asumirá el poder formalmente el 1 de enero de 2023. E inmediatamente Cristina realizó, luego de dos meses, su primera aparición pública en los medios, entonando en un acto de la Unión Obrera Metalúrgica, un discurso donde reconoció méritos al ahora ministro de Economía, Sergio Massa en la administración de la crisis económica, frente a una inflación que sigue siendo un súper tema y que ya se presume superará el 100% anual. Por otro lado, Cristina nos contaba en medio de su discurso, que luego de 12 años de una Argentina feliz kirchnerista vinieron 4 años de una Argentina infeliz macrista, y que ahora estábamos nuevamente en modo muy infeliz, pero esta nueva enorme infelicidad (que ya lleva 3 años) parece no tener dueño, y CFK así nos promete, sin escala desde 2019, una vuelta a la felicidad kirchnerista en 2023. 

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Mientras tanto, Lula que no es Cristina, luego de haber reñido furiosamente contra Bolsonaro en un cruce afiladísimo donde sobraron las acusaciones mutuas durante la campaña, en su último discurso post elección ganada, el líder del PT enunciaba “A partir de enero de 2023, voy a gobernar para 213 millones de brasileños, no existen dos Brasiles, somos un único país, un único pueblo, una gran nación” y continuó: “A nadie le interesa vivir en un estado permanente de guerra. Este pueblo está cansado de ver al otro como enemigo. Es hora de bajar las armas. Las armas matan y nosotros escogemos la vida”. Mientras trasciende desde las altas esferas de la política brasileña que, cuando llegue el momento de la asunción de Lula, Bolsonaro no estará presente porque viajará. En 2015, la presidente saliente en aquel entonces en Argentina, CFK, no viajó a ninguna parte, pero se negó a traspasarle la banda presidencial al entonces elegido presidente Mauricio Macri. 

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Así, aunque Cristina pretende hacernos creer que el kirchnerismo y el lulismo se asimilan por afinidades de toda índole, la realidad nos muestra que los parecidos en cuanto modos de vapulear la política presentan muchas más evidencias entre el kirchnerismo y el bolsonarismo. Algunos de los parecidos: el desconocimiento protocolar cuando el rival político gana una elección presidencial a través de las urnas, la consideración de que una derrota electoral no debe ser admitida/reconocida, la identificación del adversario político como un enemigo al cual se pretende eliminar de la escena política, o la intromisión recurrente en el Poder Judicial, Bolsonaro pretendiendo interferir especialmente en aquellas instituciones judiciales que controlan las elecciones, como el Tribunal Electoral, y CFK interfiriendo bajo cantidad de iniciativas dirigidas a “democratizar” la Justicia (politizarla) o manipular el Consejo de la Magistratura o cambiar la composición de la Corte Suprema.

Cristina no es Lula.

*Sandra Choroszczucha   Politóloga y Profesora (UBA) www.sandrach.com.ar