Como aquellos viejos magos que cerraban sus actos sacando de la galera un hermoso conejo blanco, Cristina sacó su conejo hace poco más de tres años cuando sorprendió a propios y ajenos, armando la fórmula presidencial del Frente de Todos mediante un tuit. La maniobra le permitió ganar las elecciones y llegar con un amplio margen de votos al Gobierno. De ahí en más todo ha sido un desastre, y Cristina da la sensación de no tener más conejos.
Durante algún tiempo, cuando se discutió el Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pareció que Cristina apostaba a ser la oposición de su propio gobierno. Los ataques contra el Presidente y fundamentalmente contra su ministro de Economía se reiteraban y, cada tanto, como ella misma señaló, “revoleaba” algún ministro. Esta precaria estrategia colapsó cuando el ministro Guzmán renunció y Cristina comprendió que estaba sola al frente del desastre. El Presidente sin su ministro se quedaba sin nada y de ahí a su renuncia había –y hay– un paso. Batakis y sus nuevas medidas son una anécdota en un proceso de debilitamiento político del gobierno que se acelera conforme sube la inflación y cae el consumo. ¿Qué podemos esperar de Cristina en este escenario?
En estos días de pánico, con el dólar por encima de los 300 pesos y subiendo, Cristina se ve frente al abismo, y además de maldecir su suerte, comenzó a ensayar una nueva estrategia: convocar elípticamente a la oposición para discutir una salida. Así, señaló que sin el apoyo de la oposición el país no tiene arreglo. Rápidamente, como siempre ocurre, el gobernador Kicillof avanzó en el mismo sentido. Convoca, sin convocar, para abrir una brecha de responsabilidad en una oposición que no encuentra una respuesta para sacarse el sayo que le están tratando de poner, mientras la sociedad no tolera más la inoperancia de este gobierno. Ahora bien, resulta evidente que la oposición no tiene nada que hablar ni consensuar con un gobierno resquebrajado que no sabe qué hacer ni a dónde ir y que además no tiene ninguna legitimidad. La palabra del Presidente y de la Vicepresidente, no valen nada. Aún así, a la oposición no le será fácil transitar este desastre limitándose a decir que hay que esperar las elecciones de fines del 2023.
La única iniciativa de Cristina a la que la oposición no podría rehusarse, o que incluso podría plantear, es una ley para el adelantamiento de las elecciones nacionales y de la provincia de Buenos Aires y de la consecuente transferencia del poder. Convocar a elecciones para marzo del año 2023, (¿suspendiendo las PASO?) le permitiría a Cristina cambiar el aire de la política, tomar nuevamente la iniciativa, “apurar” a la oposición a definir su liderazgo y disfrutar del veranito que significaría sobre los mercados el “muy posible” triunfo de Juntos por el Cambio.
*Magister en filosofía de la economía de la universidad de Cambridge y especialista en políticas públicas.