OPINIóN
¿un papa peronista?

Del “amor y la igualdad” a la “fraternidad y amistad”

Los episodios de Entre Ríos y la respuesta de Juan Grabois volvieron a traer a la discusión pública el contenido de la última encíclica social de Francisco “Fratelli tutti”.

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Legado. Francisco plantea una doctrina que cuestiona el olvido de lo humano en las relaciones económicas y sociales que se establece a nivel global. Ideas que tienen un eco claro en Argentina. | cedoc

El mismo día en que se decretó el desalojo de la estancia Casa Nueva en Entre Ríos, Juan Grabois, grabó un video en el que citó un fragmento de la última encíclica de Francisco, Fratelli Tutti: “Les pido además que reflexionen sobre las palabras del Papa Francisco en su última encíclica: “el derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”.

Más allá de la irrupción en la discusión política, en la agenda, lo cierto es que el documento —que quienes conocen muy de cerca a Francisco suponen que es parte de su legado, que será uno de los últimos hitos doctrinarios de su papado, sino el último—, lo cierto es que Francisco, luego de haber puesto en el énfasis en el ambiente, a partir de Laudato Si, en este año de pandemias, en el que se discuten cuestiones como la globalización y la inequidad salió directamente a dar el debate sobre el sustento de los vínculos humanos. Una doctrina social, en la que es posible asociar algunos preceptos con el peronismo (difícil no asociar su convocatoria a la “fraternidad y amistad social” con aquel “para que reine en el pueblo/el amor y la igualdad), pero con una impronta más del siglo XXI y con un tono definitivamente menos nacionalista que el del primer peronismo.

Francisco y Francisco. En la página del Vaticano puede verse la firma del papa en la tumbra de San Francisco de Asís. De hecho, Fratelli tutti, el nombre de la encíclica, es una cita directa de lo dicho por el santo. Hay mucho del espíritu jesuita en el texto. Y una mirada sobre la sociedad actual, que hace ecos en la política, también argentina.

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Aldo Duzdevich, quien es habitual colaborador de El Observador, escribió sobre el tema en la revista Movimiento. Allí explica que “No se trata de una proclama espiritual para que todos repitamos como un mantra: “Dios es amor”, “el amor vence al odio”, etcétera. Francisco describe con crudeza que vivimos en un mundo organizado en base al egoísmo, muchas veces disfrazado de libertad. Plantea la propuesta revolucionaria de cambiarlo, de transformarlo desde las periferias, desde los excluidos, desde los abandonados y descartados. Sus primeras palabras como obispo de Roma fueron: “parece que los cardenales me vinieron a buscar al fin de mundo”. Tal vez fue una advertencia: “ustedes no saben en el lío que se metieron”; “no estoy aquí para calzarme zapatitos rojos y pisar las pesadas alfombras del palacio papal”. Lo primero que hizo fue volar a Lampedusa a mojarse sus viejos zapatos negros, allí donde el Mediterráneo ha dejado de ser aquel al que cantaba Serrat, y se ha convertido en una tumba líquida de miles de migrantes”.

Isabella Piro, desde ciudad de Vaticano, explicó otros de los fundamentos: “el Papa la define como una “Encíclica social” que toma su título de las “Admoniciones” de san Francisco de Asís, que usó esas palabras “para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”. El Poverello “no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios”, escribe el Papa, y “fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna” (2-4). La Encíclica pretende promover una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social. A partir de una pertenencia común a la familia humana, del hecho de reconocernos como hermanos porque somos hijos de un solo Creador, todos en la misma barca y por tanto necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo podemos salvarnos juntos.”.

Contra el descarte. A lo largo del texto, el papa esencialmente señala algunos de los fundamentos en los que parece sostenerse cierto status quo mundial. Ideas como las de apertura, que a su juicio, fueron perdiendo sentido en la lógica de la economía global. Es particularmente enfático en la cuestión de un mundo de descarte. Concepto que nuevamente puede vincularse al de la “casa común”: desproteger el ambiente es también crear una economía del descarte. Pero el Papa aquí habla de los seres humanos. De los pobres, esencialmente: “Este descarte se expresa de múltiples maneras, como en la obsesión por reducir los costos laborales, que no advierte las graves consecuencias que esto ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo expandir las fronteras de la pobreza. El descarte, además, asume formas miserables que creíamos superadas, como el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez. Las expresiones de racismo vuelven a avergonzarnos demostrando así que los supuestos avances de la sociedad no son tan reales ni están asegurados para siempre”.

Sin mencionar casos concretos, toma posición en cuestiones que se discuten en otros países del continente, como Chile, Colombia o Perú, por ejemplo ¿El éxito económico se mide en crecimiento? Francisco comenta que “Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que «nacen nuevas pobrezas». Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto”.

También hay una alusión directa a “la caída del maquillaje” que implicó la pandemia para la sociedad actual. “despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos.