OPINIóN
Columna de la UB

El derecho ambiental, el cambio climático y la Antártida

Debemos trabajar juntos para abordar el cambio climático y proteger el ambiente natural de la Antártida. Con su clima y geografía únicos, el ambiente y el sistema ecológico de la Antártida son vulnerables a los impactos externos.

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La Antártida, Océano Austral. | Shutterstock- Twitter National geografic

La Antártida cuenta con una diversidad en recursos naturales sin precedentes. Un dato trascendente en la actualidad es que, en su capa de hielo, el continente antártico alberga el 70% del agua dulce de la tierra. Tengamos en cuenta la escasez del agua en el planeta, lo cual despierta nuevas visiones y pretensiones para “ir por ella”.

El carácter escaso de este y de los otros recursos naturales ha generado la definición de nuestras leyes en cuanto a sus usos o utilización, que debe ser racional y sustentable, como surge de la propia Constitución Nacional y de la legislación ambiental consecuente, que también ponen el acento en la preservación del ambiente y en la prevención y precaución, como principios de la política ambiental nacional. Asimismo, la Antártida dispone de valiosos recursos minerales y en sus aguas una variedad ictiológica de importancia.

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La Antártida en su totalidad, es decir, la capa continental, así como sus aguas colindantes y los recursos que alberga, están protegidos entonces desde la entrada en vigor del Tratado, el mismo que garantiza la intangibilidad de vastas áreas del continente y prohíbe la explotación de sus recursos. Se dice que hoy es el "último gran santuario" del planeta Tierra.

Existe siempre el peligro de que sea objeto de las presiones que conlleven a un proceso de modificación del mismo, que puedan afectar su intangibilidad. Este escenario sería nefasto para la Antártida y para la humanidad. A este respecto, se entiende necesario discutir sobre el futuro del Tratado Antártico. En este sentido, se manifiestan las reuniones periódicas de expertos responsables en diferentes materias relacionadas con la Antártida, juristas, politólogos, sociólogos y científicos de diferentes países del mundo, que buscan el diálogo para expresar sus visiones, expectativas y preocupaciones en relación con el futuro del continente blanco.

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Recordamos en particular una de las últimas reuniones, celebrada en Buenos Aires en 2019, donde se manifestaran esas preocupaciones y los aportes del caso, incluso en dicha oportunidad con la voz de la Gobernadora de la Provincia argentina de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Lo cierto es que tanto expertos, diplomáticos y políticos coinciden en señalar en estos tiempos, que aún con la problemáticas señaladas, los logros del Tratado Antártico han sido notables.

Ha unificado no sólo a las superpotencias, sino también a los reclamantes, no reclamantes y a los posibles Estados reclamantes, evitando tensiones y los posibles conflictos sobre la soberanía de los territorios antárticos.

Ha sido fundamental para mantener la paz en la Antártida; para mantener el continente casi completamente desarmado; para facilitar el libre intercambio de información científica; para regular la actividad humana en el continente; y para proteger el medioambiente a través de la negociación de varias convenciones y de un protocolo ambiental.

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Si bien a lo largo de su existencia el Tratado Antártico ha sabido adaptarse a los nuevos retos que se le presentaron, se convirtió en un sistema de tratados (conocido como el Sistema del Tratado Antártico), entre otras cosas, con la mencionada adopción de nuevas convenciones, como la “Convención para la Conservación de las Focas Antárticas” (por ley 21.676 se aprueba la convención adoptada por la Conferencia de Londres de febrero de 1972) y la “Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos” (por ley 22.584 se aprobó esta Convención, cuyo texto fuera adoptado en la Conferencia Diplomática de Camberra en mayo de 1980).

Se ha considerado al Protocolo Ambiental como uno de los instrumentos ambientales más estrictos del derecho internacional y del derecho ambiental internacional hasta la fecha.

Sin embargo, los tiempos han cambiado una vez más y han surgido nuevas circunstancias. El aumento de la actividad humana en la región antártica, el calentamiento global, la falta de precisiones sobre la jurisdicción y la celebración de nuevos convenios y tratados internacionales son las cuestiones más importantes que ejercen presión sobre el Sistema del Tratado Antártico y que plantean nuevos desafíos. Se requiere debatir sobre estas cuestiones.

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Desde la mirada local

Desde la Provincia argentina de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur se destaca la importancia de su ciudad Ushuaia y su puerto, que es la principal puerta de entrada a la Antártida, donde muchos buques científicos y turísticos recalan. Es la ciudad más próxima de todos los continentes a la Antártida. La provincia integra además un sector de la Antártida. Allí, además de las bases científicas, refugios y otras instalaciones, la Argentina es el único país que cuenta con una escuela, la Escuela Provincial N° 38 Presidente Alfonsín, en la Base Esperanza. Mediante videoconferencias, estudiantes y profesores de la escuela cuentan de primera mano cómo es vivir en la Antártida y llevar adelante el ciclo lectivo allí. Desde ese lugar se estudia, investiga y valora el patrimonio que representa la Antártida para Tierra del Fuego. Desde la creación de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego se han incrementado los estudios sobre las zonas polares de manera local, algunos de ellos en conjunto con Chile y otros países como Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Italia y Francia.

La Antártida está ligada también a la mirada marina que debemos impulsar como Nación: integrar los territorios más aislados, comunicarlos de manera más fluida, en un mundo complejo y con tensiones por el agua y la comida, o sea, con el sistema alimentario mundial en crisis. Sabemos de la importancia de la Antártida para el resto del mundo y para el Planeta. Con un proyecto del "polo logístico antártico", sobre el que se interesan los países signatarios del Tratado y que aseguraría las comunicaciones entre Ushuaia y la Antártida. Hay razones para pensar en una mayor cooperación entre los países como la realización de expediciones conjuntas por el Canal Beagle y la zona austral del continente americano, y de áreas subantárticas.

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Sin dudas que debemos fortalecer una mirada latinoamericana sobre la Antártida en el marco de una mirada global. Ello, con la articulación de los distintos programas antárticos de los países de la región, seguramente se pueda lograr. También se señala que la Argentina es el único país con presencia ininterrumpida desde 1904 en la Antártida. En el marco que posibilitó la firma del Tratado en 1959, la Argentina estaba allí con sus diplomáticos trabajando para conseguir un marco jurídico internacional que preservara nuestros derechos históricos sobre la Antártida y que, a la vez, promoviera herramientas de cooperación internacional y preservara el continente para la ciencia, la investigación y la paz.

Una Antártida verde y ordenada sirve al interés común de la humanidad. Por lo tanto, debemos tener en cuenta y cumplir con el principio estipulado en el Tratado Antártico de que “la Antártida seguirá utilizándose siempre para fines pacíficos”.

Debemos centrarnos en mejorar la capacidad de investigación y aprendizaje, dando prioridad al impacto del cambio climático y ambiental mundial y a otros campos emergentes y fronterizos.

Debemos trabajar juntos para abordar el cambio climático y proteger el ambiente natural de la Antártida. Con su clima y geografía únicos, el ambiente y el sistema ecológico de la Antártida son vulnerables a los impactos externos.

Debemos abordar con sinceridad la cuestión del cambio climático y nuestras contribuciones a nivel nacional. Conjuntamente, los Estados partes deberían predecir los posibles riesgos que el cambio climático plantea para los recursos naturales y el medioambiente ecológico de la Antártida, y promover allí un desarrollo futuro verde y sostenible.

Se debe fomentar la educación sobre el cambio climático y la cooperación internacional para hacerle frente en la Antártida.

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Una manda o directiva insoslayable de nuestra LEGISLACIÓN por vía de la Constitución Nacional Argentina, de la ley General del Ambiente y otras novedosas normativas, provee a la educación ambiental, también sobre el cambio climático y la cooperación internacional para hacerle frente en la Antártida.

Es posible considerar ahora que nuestras nuevas leyes, en el caso de Argentina, sobre Glaciares, Clima, Formación en ambiente y clima de funcionarios y responsables de los tres poderes del Estado y la ley de Educación Ambiental integral, aprobadas recientemente, contribuyan también a este proceso.

Debemos trabajar juntos para abordar los desafíos que el cambio climático y la actividad humana plantean a la Antártida. Asimismo, es vital continuar e intensificar la investigación sobre el papel de la región en el clima global. La ciencia climática integral puede ayudar a entender el papel de la región antártica para otras partes del planeta.

Debe propenderse a la organización de las reuniones de expertos para aportar sus contribuciones a los nuevos desafíos y pasos que deben orientarse a la discusión del futuro del Tratado Antártico. Entendemos que es mucha la discusión que se va a generar en los próximos años, y el diálogo y la interacción resultan de alta utilidad para formar la masa crítica de la discusión futura.

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La Argentina tiene una gran cantidad de intereses en el continente antártico y, muchas veces, esos intereses no aparecen en la agenda de los intereses estratégicos de la República. Debe darse visibilidad a la evolución del Tratado y poder avanzar en el reconocimiento de las varias amenazas que ya existen y otras que se insinúan.

 

* Dino Bellorio Clabot, decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Belgrano.