Cuando Al Gore perdió fraudulentamente su elección como Presidente de los EEUU sobre el filo del siglo XXI realizó un documental donde advertía sobre los tres cambios que de alguna manera afectaban a los seres humanos en el Planeta Tierra.
Primero lo hacía con respecto a la explosión demográfica, alertaba el ex vicepresidente de Clinton en EEUU que en su propia generación, él había nacido con 3000 millones de habitantes planetarios; en ese momento que contaba con 60 años de edad el número ya alcanzaba a los 6000 millones y si muriera a los 90 años habría 9000 millones de nuestra especie en el orbe.
A ello agregaba Al Gore el cambio climático, que ya complicaba las existencias biológicas en tierras y mares y el cambio tecnológico, de avanzada en algunos aspectos, pero de indudable retraso en la generación de empleo ordinario.
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Muchos años después el actor norteamericano Leonardo DiCaprio, en un también ejemplar documental, advertía sobre el calentamiento global ya presente con la destrucción de las nieves eternas como las de Kilimanjaro, con el derretimiento de los hielos en el Ártico y también en el llamado permafrost antártico y la desaparición progresiva de los glaciares, como triste ejemplo, en la Argentina el único que mantiene su nivel de hielo es el Perito Moreno, los demás retroceden año tras año, lo mismo que en el país hermano y vecino de Chile.
Ello produce un elevamiento progresivo en el nivel de los mares a lo largo y a lo ancho del globo y en consecuencia afecta primeramente a las ciudades costeras.
El derrumbe en la Península de Florida fue un ejemplo claro de lo que sostenía DiCaprio, las primeras declaraciones de testigos calificados aseguraron que el agua salada había agrietado por debajo la pileta de la natación y penetrado hasta el piso del garaje. Se habían comprobado a su vez daños estructurales y de pronto, el edificio en Miami, vecino al mar, se derrumbó, como si fuera un castillo de naipes.
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En una palabra nuestro razonamiento también había colapsado, Immanuel Kant, el notable pensador de Koenisberg, había alertado en sus dos famosas críticas como nuestra tan invocada razón puede ceder ante nuestro tan imperfecto acercamiento a la realidad de los hechos.
Aparecen claros mecanismo de negación que no se fundan en hechos sino en ideologías. No se ve la totalidad sino una parte. No se percibe que podemos ocupar momentáneamente el espacio, pero que al fin el tiempo vence al espacio.
Falta lo que Baruch Spinoza lucía en su escudo y en su anillo, que decía simplemente Caute, que puede significar cautela, pero a su vez también significa cuidado.
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Los seres humanos están en condiciones de desarrollar hermosos y altos edificios. Pero no somos los reyes de la Naturaleza, sino partículas sensibles de nuestra Madre. Y nuestra potencia como bien señalara también Spinoza es una potencia finita o sea somos seres vivos que estamos en el tiempo, con fecha indeterminada de caducidad.
En cambio, la Naturaleza o sea Dios, precisaba Spinoza en el siglo XVII, tiene infinita Potencia y su lugar en el Tiempo es eterno en relación con lo humano.
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O sea no percibir que en lugar de armonizar como la Parte y el Todo con nuestra Madre y seguir enfrentándola, como si el cambio climático y el calentamiento global fueran inventos de Al Gore, DiCaprio, Greta Thunberg, la activista sueca o el argentino Sergio Federovisky, a su vez, con su último documental titulado “Punto de No Retorno”, implica una soberbia y un desconocimiento de la realidad sorprendente y hasta suicida, quizás sólo comparable con el mito bíblico de la construcción de la Torre de Babel, con el propósito de alcanzar el tan lejano cielo.
Sin embargo, como contracara en Argentina, han comenzado a fabricarse envases alimenticios a base de maíz, biodegradables en 6 meses, que por lo menos contribuyen a no seguir aumentando el volumen de las tétricas islas de plástico no degradable, que a su vez incrementan el nivel de las aguas marinas en todo el orbe.