OPINIóN
Inteligencia artificial

El ChatGPT mata la objetividad

20230212_robot_ciencia_cedoc_g
Automatizado. Un ejecutivo de la empresa decidió qué dirá y qué no dirá la tecnología. | cedoc

Así fue una conversación real con la tecnología que está en boca de todos, ante la pregunta: “¿Cómo influye ChatGPT en la política?”, la herramienta respondió: “ChatGPT es un modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI y no tiene capacidad de influir en la política directamente. Su objetivo es proporcionar respuestas a preguntas y realizar tareas lingüísticas, pero no tiene opiniones políticas o intenciones políticas. La influencia en la política depende de cómo se utilice la tecnología y los datos generados por ella, y es responsabilidad de los individuos y organizaciones aplicarla de manera ética y responsable”.

Este intercambio con la mencionada tecnología empieza con un descargo de responsabilidad. La computadora, además, contesta cosas que no tienen nada que ver con la pregunta: de un pretexto pasa a dar lecciones de responsabilidad y ética.

ChatGPT está creado por una persona. Puede ser un equipo grande de programadores bajo una fundación con varias garantías y cucardas, como consta en su página web; sin embargo, en última instancia, igual que en una publicación, impera el criterio del líder.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En el caso de la organización que lo desarrolló, OpenAI, hay un ejecutivo gris y desconocido que impuso su voluntad a la hora de decidir qué dice, y –más importante– qué omite, el texto regurgitado ante una consulta de esta naturaleza.

Es una conversación con la tecnología que no asume su responsabilidad

Este es un buscador con opiniones y está muy bien redactado; sin embargo, no deja de ser una conversación con un ejecutivo de OpenAI que vive una experiencia de vida en particular. No conocemos a esa persona, pero conocemos bien cómo piensa.

El dato real es que el ejercicio de la política en todos los países tiene grados variables de ética y responsabilidad. Sin embargo, quien programó esta herramienta tiene esa creencia y nos quiere dar una lección. El fondo del tema es que ChatGPT, en esta iteración, es más de lo mismo. Hay una guerra entre lo objetivo y lo subjetivo, visible en cada rincón del quehacer intelectual de los últimos años.

Tras el asalto a la objetividad por la subjetividad, vemos que la ética –con un disfraz de criterio universal– atacó a la ciencia. Las decisiones científicas ahora tienen que ser éticas, y la ciencia tiene un lastre ético, y ese peso se reforzó con el auge del subjetivismo.

Antes, la información llegaba a través de gente que luchaba por presentar los datos con máxima claridad, separados de la opinión de quienes los presentaban. De periodistas hasta creadores de vacunas, la lucha por encontrar criterios abarcativos era la constante.

Ante el torrente subjetivista, todo es sesgo de confirmación (confirmation bias). Se consumen datos, incluso se toman decisiones sobre cuestiones de máxima relevancia, para confirmar la propia forma de ver las cosas, no para ver cómo es la realidad fuera de la zona de confort.

Con ChatGPT se ha perdido otra oportunidad de retornar a criterios amplios o más objetivos. La herramienta nuevamente impulsa las ideas de una persona. Además, acentúa la tendencia hacia lo subjetivo, abandonando la oportunidad para buscar algún retorno a los datos, sin interpretación o recomendaciones. Al fin y al cabo, esto es otro intento de una persona por hacer pasar su visión del mundo como algo universal, cuando realmente no lo es. Las cosas, como son.

*Aanalista en geopolítica. Filósofo y abogado especializado en antropología de la Universidad Temple de Filadelfia. Autor de Desilusionismo (Editorial Planeta).