Un repaso de la región encuentra signos evidentes de deterioro democrático; esta afirmación refiere no solo a lo que arrojan las evaluaciones periódicas que presentan índices internacionales como V-Dem, The Economist o IDEA Internacional, para citar algunos, sino que remite al funcionamiento práctico de las instituciones democráticas en nuestros países.
El informe sobre la democracia presentado por PNUD y la OEA en 2010, instaló en el debate regional la idea de que la crisis deviene de la incapacidad de las instituciones para ofrecer soluciones concretas –políticas y servicios públicos– para atender los problemas acumulados de la economía, la pobreza, la desigualdad, la seguridad y otros.
Esta debilidad institucional es hija de una de las contradicciones de origen de la estrategia democratizadora latinoamericana: mientras expandíamos derechos y libertades, más contraímos los aparatos institucionales del Estado, algo así como construir democracias con Estados débiles e insufientes.
Esa débil respuesta institucional a las transformaciones sociales y económicas acaecidas en los últimos cuarenta años, abre un entorno propicio para opciones autocráticas que venden efectividad a cambio de democracia, ofrecen soluciones drásticas a problemas concretos, a cambio de concentrar poder y restringir libertades y derechos ciudadanos.
Demandar resultados concretos y de impacto inmediato habla de erosión institucional, pero también de la evolución misma de nuestras sociedades. Dicho de otro modo, configura la capacidad de la oferta política –capacidades institucionales– pero también de la demanda política –la densidad democrática de nuestra cuidadanía–.
En contextos de crisis política, económica y/o social, la frontera a las tentanciones autocráticas, particularmente aquellas lideradas por personas electas –mayoritariamente– a través de elecciones con grados razonables de integridad, es una ciudadanía que haga propios los principios fundamentales de la democracia.
El talante democrático es –en última instancia– el principal factor de pervivencia de las democracias como regímenes políticos; una débil cultura política en materia de valores y prácticas democráticas, genera las condiciones para que florezcan los rasgos autoritarios y las aspiraciones a que surjan liderazgos caudillistas –de viejo y nuevo cuño– largamente establecidos en nuestros países. En retrospectiva, cuestiona y somete a revisión otro de los rasgos característicos de nuestra estrategia de democratización: una marcada apuesta normativa-institucional, pero con una baja inversión en la construcción de ciudadanías democráticas. La brecha entre desarrollo normativo-institucional y la apropiación efectiva de valores y prácticas democráticas por parte de nuestras sociedades, actúa como un factor explicativo clave para entender la situación que enfrentamos.
Sociedades con baja densidad democrática, a las que se suman los rasgos de malestar, polarización y fragmentación, generan una pradera seca que puede ser fácilmente prendida por aquellos y aquellas que enarbolan la necesidad de superar las limitaciones de la democracia para resolver problemas concretos.
De ello deviene la necesidad de parar el “derrame” autocrático o efecto dominó que parece instalarse en América Latina en favor de liderazgos crecientemente autoritarios que ofrecen gobiernos efectivos. Requerimos trabajar activamente para construir alternativas de gobierno viables en democracia; requerimos formular políticas y gestionar servicios públicos bajo enfoques democráticos; tenemos que articular actores que enarbolan principios y valores de la democracia, para crear centros políticos plurales que reduzcan la polarización inducida y construyan acuerdos de futuro; requerimos diálogo fecundo para impulsar reformas políticas e institucionales robustas; y debmos construir nuevas narrativas de contenido democrático, que renueven discursos y muevan el debate sobre la democracia al lugar correcto. En síntesis: requerimos una nueva agenda de reformas democráticas para nuestra América Latina.
*Miembro del Instituto Nacional Demócrata para los Asuntos Internacionales (NDI Internacional). Observatorio de Reformas Políticas en América Latina (@edonunez01).