Tener una actitud positiva hacia la vida muchas veces nos permitirá estar flexibles para atravesar situaciones, nos aportará alegría y nos permitirá adaptarnos, de manera más asertiva, frente a obstáculos. En la vida también hay situaciones que no deseamos y desencadenan emociones dolorosas. Sin embargo, en el afán de “mantener las buenas vibras” y sin importar cuán difícil sea ese momento, algunas personas se obligan a activar esa mentalidad positiva, rechazando las emociones difíciles y creando una fachada alegre que denominaremos falso positivismo.
Éste se caracteriza por llevar el pensamiento positivo a un extremo sobregeneralizado y es una actitud tóxica ya que, no solo exalta la importancia del optimismo, sino que minimiza y niega cualquier rastro de emociones humanas que no sean estrictamente felices. Esta actitud de rechazo a ciertos estados emocionales, parte de un concepto erróneo cuando hablamos de emociones y cogniciones.
Habitualmente las personas tienden a clasificar las emociones como negativas o positivas al igual que los pensamientos, cuando en realidad no existen emociones negativas, sino experiencias emocionales que son displacenteras de sentir o difíciles de sobrellevar. Pero si a una experiencia emocional la catalogamos como mala, cuando aparece, vamos a tender a rechazarla y seguro consideremos negativo que aparezca en nuestra vida. El problema es que las emociones tienen una función y así es como la tristeza, el miedo, la ansiedad son respuestas legítimas y nos permiten la adaptación al entorno. Por lo tanto, no son necesariamente negativos, son emociones universales que no podemos evitar sentir y la aparición de éstas siempre quiere comunicarnos algo.
Supongamos que a una persona la desvinculan de su trabajo y desde el falso positivismo lo primero que hace es pensar que no tiene que estar triste, ya que, si la desvincularon de ese puesto, significa simplemente que no era para ella. El falso positivismo no permite transitar las emociones en su curso habitual que surgen de manera genuina frente a ciertos eventos, tampoco plantea la posibilidad de detenernos un momento a aprender de estas emociones, ya que cualquier sentimiento no placentero se tiende a rechazarlo, ignorarlo o invalidarlo.
El falso positivismo nos lleva a una actitud evitativa de la auténtica condición humana que simplemente es a veces estar bien y otras veces no tanto, ya que en nuestra vida inexorablemente vamos a tener que aprender a transitar todas las experiencias que nos propone el mundo afectivo. Esta actitud puede ser peligrosa, ya que conlleva a que las personas oculten o disfracen cómo realmente se sienten.
“Smile every day” (“Sonríe todos los días”) solemos leerlo frecuentemente en redes sociales, pero el punto saludable sería tener en claro que, si una situación desencadena el displacer y por consecuencia sentimos una emoción dolorosa, hay que transitarla. Será positivo y saludable aprender a gestionar todas las emociones, incluso las difíciles, sin negarlas, ya que pueden proporcionarnos información importante que puede conducir a cambios beneficiosos para nuestra vida. Es importante ser realista sobre lo que se puede sentir y saber que cuando se enfrenta a una situación estresante, es normal estar ansioso o preocupado.
Es fundamental aclarar que procesos psicoterapéuticos no conducen a que las personas aprendan a pensar en positivo, sino que aprendan a desarrollar una mente dialéctica, es decir, una mente que puede evaluar todas las situaciones desde lo disfuncional y asertivo de cada momento. El objetivo de la psicoterapia no es erradicar las emociones displacenteras sino aprender a navegarlas, ya que como suelo expresar a mis pacientes, desde la psicoterapia no puedo garantizar un mar en calma, pero sí podemos trabajar para construir un barco más fuerte.
*Psicóloga clínica y Psicoterapeuta Cognitivo Conductual.
Producción: Silvina Márquez.