Y una de las garantías de ese bloqueo conceptual es que, si algo es unitario en el país, es el periodismo. Los medios basados en la ciudad de Buenos Aires dominan el debate sobre la realidad del país. El resto de los medios son espectadores de esa conversación nacional. No hay un solo medio fuera de la megalópolis que tenga una incidencia nacional sostenida, más allá de algún fugaz gol de agenda. Son escasas las noticias de medios provinciales con impacto en la conversación que escucha el país entero.
Solo algunos canales de TV de Buenos Aires tienen una llegada considerable a las audiencias provinciales. Eso no ocurre con los diarios o las radios porteñas que llegan bastante menos a esas audiencias. Pero la influencia sobre el gobierno nacional sí está monopolizada por los actores mediáticos porteños. Clarín, Página 12, La Nación, Perfil, Clarín o Infobae tienen más impacto sobre el gobierno nacional que la acumulación de las cabeceras provinciales. En el ranking de medios digitales de Comscore aparecen recién en el séptimo puesto (diario Uno) y octavo (La Voz del Interior).
Un periodismo federal territorializa la información sobre las políticas públicas, hace valer lo mismo el interés de un ciudadano o ciudadana más allá de su provincia de residencia. Pero eso ha ocurrido solo por excepción en nuestra historia. El federalismo es la igualdad democrática expresada territorialmente, y el unitarismo suele promover la desigualdad en la intensidad de ciudadanía de acuerdo al lugar de residencia.
Durante un siglo y medio un país creado por las provincias ha parido un gobierno nacional que las puso como dependientes suyas, en un curioso proceso histórico de retroversión del poder. Además, si la prensa no es federal, también es más difícil el surgimiento de un pensamiento federal. Si no está en la agenda la desigualdad regional en las políticas públicas, es más difícil que se produzca una discusión y reflexión reformista. Si no tenemos usinas potentes de pensamiento federal puede ser en alguna medida porque apenas está en la agenda periodística.
Y esas voces que tienen alcance nacional no tienen un contenido federal. Hablan casi siempre de Buenos Aires y de lo que pasa allí. Aquí es extremo, pero en otros países también hay grados de unitarismo. Incluso quienes trabajan en la BBC en la capital del Reino Unido hablan de la “burbuja Londres” para tratar de evitar el imán de trabajar sobre todo desde la capital.
Quizás nos deberíamos remontar a la Confederación Argentina, liderada por Justo José de Urquiza, para encontrar un momento histórico cuando el periodismo de las provincias tuvo incidencia nacional. Eso era porque Urquiza financiaba medios en varias provincias para defenderse del periodismo porteño. Después de esos primeros años de organización nacional, el periodismo porteño restituyó por completo su hegemonía excluyente. Así, en lo mediático, lo nacional es lo porteño.
Medios insolentes
Fue casi una insolencia con nuestra historia mediática el intento de la cordobesa Cadena 3 de tener una voz nacional, logrando una escucha interesante entre los porteños; Página 12 y Perfil tienen iniciativas en provincias; TN y la CNN están haciendo esfuerzos interesantes para rastrear información en todas las provincias, a través de corresponsalías diversas, pero eso no construye una voz nacional. Por su parte, las históricas estructuras de corresponsales de La Nación y Clarín están alicaídas.
Los noticieros nacionales son, en realidad, locales. Una vida en Capital Federal vale más segundos televisivos que una vida en San Salvador de Jujuy o en Viedma. Un corte de calle en Puente Pueyrredón vale más que un accidente fatal en Tucumán.
Por supuesto, siempre existe una hipervisibilidad de las capitales, algo que también se da en las provincias, donde sus respectivos interiores suelen sufrir invisibilidad en los medios ubicados en los principales centros urbanos.
Pero, la lógica del mercado es siempre una construcción cultural e histórica. Un medio podría resultar realmente exitoso justamente porque es capaz de contener la conversación nacional en la forma más pluralista posible desde lo social y lo geográfico.
La interpretación que se hace de la “lógica del mercado” lleva a concentrarse en los grandes núcleos urbanos (sobre todo la burbuja Buenos Aires) y en la clase media y alta. En un artículo anterior, analizamos cómo esa supuesta “lógica del mercado” también puede alejar al periodismo de un reflejo inclusivo de todos los sectores sociales.
A los ciudadanos de cada provincia los informan periodistas locales, pero la conversación que incide en el gobierno nacional es la de los periodistas ubicados en Buenos Aires. Federalismo sería que en la conversación nacional existiese la incidencia de varios criterios periodísticos regionales, y no solo el criterio porteño.
Así como la profesión médica tiene que llegar a toda la sociedad, más allá de la rentabilidad de su servicio, o la profesión de los abogados tiene que ofrecer servicios de justicia a todos, la profesión periodística es un servicio que debe llegar a todas las fronteras geográficas y sociales. Los medios públicos son una alternativa federal, pero su servicio tiene limitaciones, como es el caso de la TV Pública que no tiene ningún corresponsal fuera de Buenos Aires. Por eso, fue valiosa la iniciativa de su último gerente de Noticias, Néstor Sclauzero, de traer conductores de las provincias para poder ir construyendo esta voz federal que el país tanto necesita. Sería muy positivo que las nuevas autoridades pudieran consolidar un diálogo interno que encuentre formas posibles de ampliar la perspectiva federal de su pantalla informativa.
Además, para la televisión pública, el federalismo no es una opción sino una exigencia jurídica. La ley 26.522, en su artículo 3, inciso 2), establece como un objetivo “la promoción del federalismo”, y en el artículo 122, inciso 6), establece que debe “difundir las actividades de los poderes del Estado en los ámbitos nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal”. Todo contribuyente, más allá de dónde viva, paga la cuenta de los medios públicos, y por eso no puede haber un desnivel tan notorio en el servicio periodístico que reciben. Así como los hospitales y escuelas públicas deben ser inclusivas al máximo, de la misma forma pasa con los medios que son propiedad de los estados. Si estos medios se dedican solo a difundir la voz del gobierno nacional, o reproducen la lógica de los medios comerciales de la Capital Federal, no cumplen su rol, son superfluos y carísimos -en esta situación de inmenso déficit del gasto estatal.
Pantallas nacionales
La pantalla es nacional si en ella está el país, no solo el núcleo urbano Buenos Aires. Pero los medios ubicados en la capital no extienden su cobertura más allá de las zonas centrales de la ciudad. Incluso, en la medida en que entramos al Gran Buenos Aires la cobertura se extingue, a no ser que sea hacia el corredor norte, que es una extensión mediática de la capital porteña. Federalizar es también tratar a los partidos del Gran Buenos Aires en forma diferenciada, dado que tienen dimensiones provinciales. No es lo mismo San Martín que Florencio Varela, o Moreno.
Si, a la burbuja Buenos Aires, se le agrega cierta burbuja de clase media en la que está encapsulado el periodismo argentino, esto nos ayuda a entender algo de su dificultad para conectarse con todo el país, y todos los sectores sociales. Y también nos marca el camino para el futuro.
Un ejemplo interesante es cuando la jefatura de gabinete presenta su informe mensual en el Congreso de la Nación, y la cobertura suele extraviarse en las chispas del debate y la anécdota política, y no aprovecha la enorme cantidad de información de cada zona del país que se distribuye en esos importantes actos institucionales. En esos informes que preparan los sucesivos jefes de gabinete hay muy abundante información, pero varias veces he rastreado la información periodística posterior y esa riqueza de datos no suele aparecer ni en los medios porteños ni en los del resto de las provincias.
Esto me confirma la creencia, ratificada en cientos de conversaciones estos años con periodistas de todas las provincias del país, que tampoco el periodismo desde las provincias se articula para hacer frente a este abuso de geografía dominante que hace, por inercia histórica, el periodismo desde Buenos Aires.
De todas formas, la visión federal no es solo una estructura de corresponsales, sino una nueva visión. Se puede tener una gran estructura de corresponsales y una visión unitaria. Si los periodistas del norte o del sur hacen las mismas preguntas al presidente o un ministro sobre el juego político que podría hacer un periodista porteño, eso no es federalismo porque la pregunta tenga distinta tonada. Una visión federal del periodismo implica adoptar criterios periodísticos que territorialicen las políticas públicas. Se puede tener corresponsales en todas las provincias, pero no analizar en forma federal una política pública, como puede ser la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, o cualquier otra relevante de la actualidad. Federalismo periodístico es, desde este punto de vista, entender qué región paga y qué región cobra, cómo se distribuyen geográficamente los ganadores y los perdedores, y cuál es el contorno de esas estructuras que generan esa distribución entre las distintas jurisdicciones. La construcción de una visión federal es hacer visible el actual unitarismo en el cual los presidentes -cualquiera fuera- distribuyen como reyes recursos que vienen de sus distintos reinos.
Por eso, la visión federal del periodismo no es solo una eficaz recolección de noticias locales, sino sobre todo un enfoque territorial para las noticias nacionales. El Foro de Periodismo Argentino (Fopea) está promoviendo discusiones en todo el país y va a hacer llegar sus propuestas a las autoridades nacionales. Entre otras, se discute que, tanto la presidencia, como las vocerías de los ministerios nacionales presenten la información de las políticas públicas en forma federalizada. También se harán propuestas para federalizar la pauta oficial, y para federalizar las conferencias de prensa tanto del presidente como de los ministros.
El federalismo periodístico implica entender cómo impacta una política pública en cada provincia, no en una visión general que cubre el país como si en cada lugar repercutiera de la misma forma.
A veces, las estrategias de comunicación gubernamental desde el estado nacional consolidan la hegemonía unitaria. La información que transmiten a los periodistas no suele tener la política pública territorializada. Son cifras y contenidos “nacionales” donde no aparece discriminada su aplicación regional y provincial. El federalismo periodístico implica entender cómo impacta una política pública en cada provincia, no en una visión general que cubre el país como si en cada lugar repercutiera de la misma forma.
Así, el presidente y los ministros del gobierno nacional deberían federalizar sus prácticas informativas. Es probable que un periodista de Salta, Chaco o de Río Negro pueda hablar con el ministro del gobierno nacional solo si este viaja a esa provincia y tiene interés de que su visita esté presente en la agenda. Si no, será muy difícil. Por lo tanto, los ministros nacionales son sobre todo interpelados por los periodistas residentes en Buenos Aires, los que no suelen tener una visión federalizada de la política pública. Son poquísimos los medios de las provincias que tienen corresponsales en Buenos Aires.
Dos o tres gobernadores que se reúnan tienen todo el derecho de convertirse en una noticia nacional. Pero la única vez que eso podría ocurrir es si se reúnen con el presidente.
La crisis que existe en las agencias periodísticas puede haber agravado el problema. El cierre de Diarios y Noticias (DYN) en el 2017 y la situación difícil en Noticias Argentinas (NA) han hecho a los medios de las provincias más dependientes de los medios de Buenos Aires y, sobre todo, han afectado la cantidad de información de una provincia que circula en las otras. Entonces, la información proveniente del centro político y social del país ha crecido aún más en importancia relativa con respecto a la generada en el resto de las provincias.
Resta entender qué impacto tienen las redes sociales en la federalización de la agenda mediática nacional, con su capacidad de visibilizar la conversación en cada territorio. Pero no parece tener un impacto sostenido, más allá de ocasionales y fugaces viralizaciones.
Si, a la burbuja Buenos Aires, se le agrega cierta burbuja de clase media en la que está encapsulado el periodismo argentino, esto nos ayuda a entender algo de su dificultad para conectarse con todo el país, y todos los sectores sociales. Y también nos marca el camino para el futuro.