Son las 7 de la mañana y te preparas para un día largo de trabajo. Te esperan quizás uno o dos ómnibus, unas 8 horas de tareas con vencimiento, presiones de tus jefes; o las quejas e insatisfacción exacerbada de algún cliente. Esta es la rutina de casi muchos, pero no de todos.
Detrás de las pantallas, encontramos otro mundo. Son las 13:30 de un día cualquiera de la semana, y una joven recostada en una cama, con un pijama corto, en un ambiente escenográfico cuidado, chupa un micrófono con forma de orejas o de boca. A cambio recibe propinas, suscriptores y visualizaciones que se monetizan. Estas transmisiones son algo cada vez más común en Twitch, plataforma conocida por reunir un público joven y aficionado a los videojuegos o deportes electrónicos.
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La hipersexualización femenina en las redes sociales es visible en cualquier actividad, incluso sin lógica alguna. Vemos desde mujeres en los gimnasios, montando a caballo o limpiando la casa. No se trata de qué se está haciendo, sino de vender sus cuerpos como sea. Cuando hablamos de hipersexualización lo hacemos en su sentido más amplio, incluyendo escotes, ropas ajustadas, cueros o ropas vinílicas, imágenes que acompaña textos o músicas sexualizantes como el “perreo”, ropas cortas que dejan ver demás en situaciones cotidianas supuestamente inocentes de sus protagonistas.
No siempre se busca dinero al crear estos contenidos, sino que la exposición del cuerpo en redes sociales recompensa en el número deseguidores en línea, y es así que los menores se ven tentados de generar este tipo de contenidos, por eso es que debemos tener una concepción lo más abarcativa posible. Estos videos se encuentran en cualquier plataforma, principalmente Twitch, Instagram o Tik Tok.
Estas líneas no buscan generar una discusión puritanista, pero la realidad nos muestra que la hipersexualización del concepto mujer es preocupante. Al menos estas imágenes rebalsadas de carga erótica chocan de frente con los movimientos feministas y los significados que como sociedad queremos darle a la mujer.
Las redes sociales y sus límites
Cada red social en sus términos y condiciones proponen sus propios límites. El porno es prohibido en todas las redes sociales más populares, pero contenidos eróticos juegan al límite y se mantienen sin censura.
Twich, red social que atrajo a los más pequeños con los streaming de videojuegos, es quizás la más incómoda con este tipo de contenidos. En ese sentido, tiene políticas más estrictas en cuanto a vestimentas, escotes pero también corren el peligro de venírseles en contra tanto control. Por ejemplo, debió dar marcha atrás cuando sancionó el canal de Amouranth, que cuenta con 3,7 millones de seguidores. Consumir e incentivar la creación de estas imágenes nos retrocede como sociedad.
La mujer continúa vendiéndose como un pedazo de carne, menospreciándose y reduciéndose a algo totalmente contrario a lo que es realmente.
El porno soft presenta un problema aún mayor,agravado por la creciente pobreza que azota al mundo, y es que se pasan los límites de lamoral. Existe una reciente controversia de los contenidos que comparten Mrs Wood yMelanie Wood, madre e hija, voluptuosas mujeres que decidieron ingresar a este tipo de contenido.
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Además, nos presenta el inmenso riesgo que estas imágenes, cuando son producidas pormenores de edad pueden quedar afuera de las leyes contra la pornografía infantil. Así ocurrió hace algunos años en Colombia (2018) cuando la Corte dijo que criminalizar todo tipo de imágenes de menores en ropa interior y desnudos es un atentado contra la libertad de expresión y el derecho a escoger profesión.
Cualquier intento de represión –dijeron los magistrados- resulta inútil, al considerar que pederastias y pedófilos solo con la idealización yla representación mental pueden alcanzar la excitación sexual (caso ocurrido en el 2011 en un
hotel en Bucaramanga, Colombia).
En conclusión, la erotización de todo, la hipersexualización de las mujeres no se condice con la dirección que queremos tomar como sociedad, más igualitaria y más feminista.
* Abogado especialista en Derecho Comercial, Derecho Informático y TIC, Sebastián Gamen