OPINIóN
cuestionar los consensos

El problema no es la "grieta", por Osvaldo Giordano

28_11_2021_logo_ideas_Perfil_Cordoba
. | Cedoc Perfil

Está fuertemente instalada la idea de que la “grieta” es el origen de la decadencia argentina. La argumentación suena convincente. Adolecemos de una baja propensión a llegar a acuerdos debido a que prevalecen posicionamientos extremos, falta de autocrítica, prejuicios, oportunismo, improvisación y agresividad. Esto imposibilita generar políticas de Estado, insumo imprescindible para sostener un proceso de desarrollo.

Evaluado con objetividad, la decadencia está muy asociada al mal funcionamiento del Estado. Un sector público crónicamente deficitario es fuente de recurrentes crisis macroeconómicas derivadas de excesos de emisión monetaria y endeudamiento. Un sector publico crónicamente ineficiente, genera un enorme desbalance entre el esfuerzo que demanda pagar los impuestos y lo que se recibe como contraprestación en términos de cantidad y calidad de servicios. Con un Estado financiera y gerencialmente débil imposible salir de la decadencia.

¿Es la “grieta” la que explica estas debilidades del Estado argentino? Para responder a esta pregunta resulta pertinente tener en cuenta que, a lo largo de las últimas 6 décadas el peronismo, en sus diferentes variantes, gobernó aproximadamente la mitad del tiempo; el radicalismo, sólo o como parte de una coalición, un cuarto y hubo presidentes militares en el cuarto restantes. No hay duda de que estos gobiernos se inspiraban en ideologías muy diferentes, pero en materia de organización y administración del Estado actuaron de manera muy parecida.

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En términos financieros el rasgo común es haber operado con desequilibrio. Desde 1960, en solo seis años el sector público gastó por debajo de lo que se logró recaudar. En los 54 años restantes, las erogaciones totales fueron iguales o superiores a los ingresos públicos. Esos seis atípicos años -posteriores inmediatos a la salida de la convertibilidad- son, solo en apariencia, una excepción. La razón es que se dieron circunstancias muy especiales que potenciaron la deficiencia que adolece la contabilidad pública de que algunos gastos no se registran en el momento que se devengan, sino cuando se pagan (por ejemplo, los juicios previsionales por falta de movilidad y los intereses de la deuda en default). Frente a estas evidencias, no es exagerado afirmar que tener déficit fiscal constituye una “política de Estado”.

Algo parecido ocurre cuando se considera la eficiencia en la administración pública. Si bien no se cuenta con un indicador tan simple y numéricamente contundente como en relación al déficit fiscal, las evidencias de malas prácticas de gestión son abrumadoras y están a la vista. La poca atención a la calidad de la gestión es claramente otra “política de Estado”.

Resulta muy sugerente que gobiernos tan diferentes aplicaron, en relación a la organización y administración el Estado, políticas tan parecidas. Esto lleva a rechazar la idea de la “grieta” como origen de todos los males y a plantear como una de las principales causas de la decadencia el fuerte acuerdo, entre las diferentes fuerzas políticas, en sostener como “políticas de Estado” descuidar la gestión pública y la disciplina fiscal. Cuestionar estos consensos, aun a costas de transitar el terreno de lo políticamente incorrecto, y plantear ideas sobre cómo ordenar el Estado es lo que nos motivó a publicar el libro Una vacuna contra la decadencia.

*Ministro de Economía de la provincia de Córdoba.