La recientemente estrenada serie “El Reino” se constituyó rápida y justamente, en una muy interesante propuesta de thriller argentino. La altura actoral de los protagonistas no defrauda, y el guion resulta atrapante desde la primera escena. La serie elige ubicar su desarrollo temático alrededor de un mega pastor evangélico, su entrono confesional y político; sumado a hechos policiales y de corrupción en diversas esferas de poder. Como quien escribe no es crítico cinematográfico, pero transita el mundo evangélico -protestante por más de tres décadas, me permito acercar algunas consideraciones desde ese lugar.
Si bien en general la semiótica evangélica está bien lograda, para aquellos que pertenecemos a esa comunidad de fe, la serie adolece de algunas terminologías clásicas que forman parte del “sub-lenguaje evangélico” tradicional. Del mismo modo, otras escenas las encontramos más cercanas al ilusionismo que a los milagros “habituales”, y la escena del exorcismo se nutre de rituales que resultan extraños y hasta contrarios a la fe protestante. Sin embargo, estas consideraciones un tanto rigurosas desde lo confesional, creo que deben ser entendidas como una loable intencionalidad de los guionistas y directores de la saga para no identificar de una manera directa al pueblo evangélico-protestante, estigmatizándolo. Esta opción me parece superadora a la de imaginar que a los realizadores les faltó información o “input” de referentes de esta comunidad de fe para la realización de la serie. Sin embargo, algunos “tips” sí los encuentro muy precisos, y se presentan más fácilmente identificables para el evangélico practicante que para el espectador medio. Tal es el caso de las claves cifradas en versículos bíblicos del libro de Jonás y de las bienaventuranzas. Estas escenas, sin dudas representan un logro destacable en la más pura “clave evangélica”.
En lo referente a la trama política y de poder por parte del mega pastor evangélico de la serie, encontramos algunas citas que pudiendo pasar desapercibidas para el público en general, las encuentro tan logradas como interesantes. En una escena clave, la pastora Elena (Mercedes Morán) increpa a su esposo, el pastor Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), a raíz de la orientación de sus ambiciones políticas. Elena exhorta a su esposo a reacomodarse a la agenda política evangélica conservadora latinoamericana. Lejos de ambicionar posiciones dentro del poder ejecutivo, “Lo que se debe hacer es ocupar espacios en el Congreso para votar las leyes que se desean apoyar y oponerse a las contrarias a su mirada confesional” (cita libre). Resulta también muy interesante la referencia fotográfica que se realiza en otra escena clave, sobre la relación entre el conservadurismo evangélico, Donald Trump, Steve Bannon y los “value voters” (votantes por valores).
Quien suscribe el presente, escribió en julio de 2017 un artículo junto a Antonio Sapadaro s-j., en la revista jesuita Civiltà Cattolica, denominado “Fundamentalismo evangélico e integrismo católico – Un ecumenismo sorprendente". En el mismo, luego de mencionar a Bannon y otros actores políticos conservadores religiosos se encuentran citas como la siguiente: “ «Lo primero que tenemos que hacer es dar voz a nuestras Iglesias». El significado real de este tipo de expresiones es que se espera de ello la posibilidad de influir en la esfera política, parlamentaria, jurídica y educativa para someter las normas públicas a la moral religiosa”.
En el artículo, ampliamente difundid, criticado y comentado, se destaca la relación de integristas católicos, fundamentalistas evangélicos y políticos de extrema derecha en lo que se llamó “el ecumenismo del odio”. Atendiendo a lo anterior, y siguiendo con la serie “El Reino”, resulta inquietante que el pastor Emilio, sus allegados y aliados partan de una premisa falaz tan usada en el pasado como de difícil realidad en el futuro político argentino: que los pastores evangélicos detentan como caudal político un “voto cautivo” en sus fieles o, lo que es lo mismo, pueden ordenar a los miembros de sus comunidades de fe a quién votar. Dicho esto, es destacable que en la serie aparezca una estrecha y buena relación hacia los vulnerables entre los curas villeros y algunos referentes populares del movimiento evangélico, en la serie encarnado en Tadeo Vázquez (Peter Lanzani) referenciando como opuesto del artículo referido, bien lo podríamos bien llamar a este movimiento de base “el ecumenismo del amor”.
Las imágenes del lujo en las instalaciones del pastor y su entorno asociadas al uso de enormes sumas de dinero en efectivo aparecen más asociadas a iglesias de origen brasileño que no se identifican ni son identificadas de manera orgánica con las iglesias evangélicas en Argentina. Del mismo modo, la trama que sucede dentro del Hogar de Niños aparece más ligadas en el imaginario nacional a situaciones pasadas dentro de establecimientos católicos.
Por todo lo expuesto brevemente en estas líneas, y ante algunas reacciones de referentes políticos evangélicos, considero que esta muy lograda obra de ficción para nada intenta poner “dentro de la misma bolsa” a todo el amplio espectro del mundo evangélico argentino, y mucho menos que los autores y guionistas tuvieran la intención de dañar la imagen o estigmatizar a la iglesia evangélica argentina. Por el contrario, luego de ver toda la muy buena serie “El Reino”, queda mucho lugar para seguir debatiendo sobre su contenido, mientras nos mantenemos a la espera de una segunda temporada. Si Dios quiere... ¿Dios quiere?...
(*) Presbítero evangélico