OPINIóN
Análisis

El salvavidas que busca Macri

Si el objetivo de revertir los resultados en octubre es imposible, al menos habría que apuntar a conservar lo que se tiene.

Macri, en la búsqueda de un último plan.
Macri, en la búsqueda de un último plan. | NA/Télam

El impacto fue tal que no hubo ni siquiera tiempo para procesarlo. Era evidente que nadie se lo esperaba, y no existía siquiera un plan de contingencia para una posible derrota. En la conferencia de prensa del oficialismo que se realizó poco antes de conocerse los resultados de las PASO, vimos una María Eugenia Vidal que no lograba sonreír y un Mauricio Macri desencajado y deprimido. Su primer impulso fue jugar la carta del miedo.

Advirtió sobre lo que significaba el triunfo del kirchnerismo y agitó el fantasma de los mercados. No hubo autocrítica ni un llamado al consenso. El gobierno se mostró como un mal perdedor, y en pocas horas rompió todas las reglas de oro en el manual de la política, al punto que si las elecciones se dieran hoy , quizás la fórmula Macri-Pichetto no llegue al 20%.

Yo no me equivoqué al votar, tampoco se han equivocado los familiares y amigos íntimos que han ido a votar a un acto eleccionario y no a una encuesta. El ninguneo del presidente que dice que esto no fue una votación es lamentable, infantil, caprichoso y adolescente.

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La de Alberto Fernández y el Frente de Todos fue una victoria sin matices. Ganaron a nivel nacional y en casi todo el país, incluyendo algunos territorios que tradicionalmente no los favorecieron. Si esto hubiera ocurrido en octubre, sería un triunfo por nocaut. Las PASO, técnicamente, no deciden cargos, así que todavía queda la posibilidad -al menos en teoría- de que el contrincante se levante de la lona. La única opción del gobierno, aunque sea remota, es apostar a mejorar la performance en octubre y agarrar el salvavidas del balotaje.

La pregunta es si sabrán hacerlo. La sorpresa ante los resultados obtenidos dice mucho sobre la visión oficialista. Con una economía vapuleada, no cabía esperar más que una derrota contundente en estas PASO. Sin embargo, el equipo de campaña de Macri se ilusionó con la posibilidad del empate técnico. Indudablemente nunca pisaron la calle y recorrieron como corresponde el conurbano bonaerense . Confiaban en que, más allá de las penurias, la sociedad respaldaría su proyecto político. Mal análisis y equivocado  planteo electoral

Lo más preocupante es que un gobierno, y quien debería plantarse como estadista, no hayan elaborado elaborado un plan de contingencia y crisis ante una derrota posible. Es inadmisible que haya encarado las reuniones con ministros ayer al mediodía, y que diga en conferencia de prensa que se “están estudiando medidas”. En nuestro país paternalista, el líder no puede perder la seguridad y la capacidad de tranquilizar a la sociedad, dos caracteres que la gente busca al votar. En cambio, vimos un presidente derrumbado y entregado.

Macri, en la búsqueda de un último plan.

También jugó en contra el relato acerca del kirchnerismo y el retorno al pasado. Hasta tal punto el gobierno insistió en este mensaje que su primera reacción ante la derrota -y ante el descalabro financiero que se desencadenó al día siguiente- fue echarle la culpa a la supuesta incapacidad de Alberto Fernández. Una explicación naif y poco convincente que más bien sonó a resentimiento y amargura, y solo sirvió para apartar aún más al presidente de los votantes. potenciales.

Después de las PASO, llegó el caos y las acusaciones cruzadas. El gobierno tiene ahora que salir a sostener un relato en el que ellos mismos dejaron de creer, y un candidato que en pocos minutos perdió su capacidad de entusiasmar. Ese Macri deprimido, al que solo le faltó dar la conferencia de prensa en pantuflas, es en estos momentos un presidente difícil de vender. Hasta se ven las primeras deserciones en las filas oficialistas. Lo más grave y negativo es que en la propia tropa los militantes del PRO comenzó a retirarse y abandonar  los grupos de Whatsapp que se habían armado para organizar la campaña en el interior.

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¿Qué se avizora en este capítulo final para Mauricio Macri? El peso se depreció casi un 17%, subiendo de un valor de 45 a 53 por dólar. Este shock cambiario producirá un rápido repunte en la inflación; los precios se ajustarán a estos nuevos márgenes y ya no será posible frenar la escalada. La tasa de Leliq pasó de 63,7% a 74,8%, y si la demanda de pesos no se recupera, el BCRA podría verse obligado a aumentarla aún más.

Tanto Fernández como sus operadores manifiestan predisposición a negociar con el fondo, pero el problema no es la predisposición, sino los estragos causados en la liquidez y la sostenibilidad. Sea Macri o Fernández el próximo presidente, se enfrentará con graves inconvenientes a la hora de pagar la deuda, lo que muy posiblemente requeriría una reestructuración. En resumen, el escenario actual es frágil. La incertidumbre política es alta y existe una alta probabilidad de que la dolarización continúe empujando todos los demás índices hacia las nubes.

Aunque técnicamente todavía sea posible la reelección, es dudoso que el gobierno encuentre la manera reponerse al efecto psicológico de la derrota. En especial porque no hay hasta ahora indicios de mea culpa. Este mismo gobierno que no supo prever ni olfatear lo que se cocinaba en la sociedad tampoco está pudiendo interpretar estos resultados adversos.

Si el objetivo de revertir los resultados en octubre es imposible, al menos habría que apuntar a conservar lo que se tiene. No vaya a ser que Alberto Fernández, a quien no le quedaron muchas plazas por ganar, concentre sus energías en hacer campaña por Matías Lammens en Capital Federal. El candidato del FdT podría sumar apoyos de los sectores progresistas y entrar un balotaje con Larreta. De más está decir que una derrota en el bastión histórico de Juntos por el Cambio sería el fin de su proyecto político, y que le garantiza a Alberto Fernandez cuatro años de gobierno con la suma del poder y sin una oposición organizada.