“Aquí llegó Balá, Balá, el show va a comenzar, ya llegó, ya llegó, les traigo lo mejor de mi repertorio”. Este pegadizo jingle aún resuena en los oídos de los argentinos con más de 40 años. Son las estrofas iniciales del show infantil de un inolvidable animador quien, de forma cándida, proponía juegos y desafíos a niños y niñas eufóricos. Padres y abuelos tenían la firme convicción que era un espacio en televisión que entretenía y les dejaba enseñanzas hasta la siguiente semana que se volvía a emitir.
“El show va a comenzar” pero ahora con animadores políticos que se postulan a Presidente de la Nación. A diferencia de Carlitos Balá, no son ingenuos e incluso muchos de ellos sin propuestas claras. El público de este show electoral es más amplio porque incluye a quienes tienen más de 16 años. Y es que, concluida la fecha de presentación de listas para las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), los argentinos nos encaminamos a un periplo de al menos dos sino tres convocatorias electorales nacionales en los próximos meses.
Según su propósito, los politólogos clásicos dividen a la política entre la faz agonal y la faz arquitectónica. Ahora estamos inmersos en la faz agonal que es la competencia intrínseca de toda campaña electoral aunque, valga la aclaración, el marketing político post-moderno nos advierte que estamos siempre en “Campaña Permanente” según el concepto acuñado por Patrick Cadell y popularizado por Sidney Blumenthal.
El “Show de los spots” comenzará próximamente. La ley nacional 26.571 establece que 35 días previos a las PASO inicia la campaña electoral en medios de comunicación audiovisual. A través de espacios publicitarios cedidos gratuitamente por el Estado y asignados en base a criterios de equidad, las distintas ofertas electorales tienen garantizados minutos en radio y televisión públicas y privadas. Paradojas del calendario, un 9 de julio -coincidiendo con una fecha patria- será el día de inicio. La calidad creativa de esta sucesión de piezas publicitarias será variopinta y, aún más importante, de dudosa efectividad en función de su verdadero propósito: conseguir votos. Este show se interrumpirá 72 horas antes del 13 de agosto. La emisión de la segunda temporada está garantizada a partir del 17 de septiembre. Sin spoilear su contenido, esta vez habrá menos personajes pues muchos de ellos no superarán el umbral del 1,5% o habrán sido derrotados por su adversario interno. Incluso es posible que haya una tercera temporada, en una competencia binaria pero ello recién se sabrá tras el recuento general de votos del 22 de octubre.
El show de los spots se complementará con narrativas audiovisuales transmedia, es decir, con piezas audiovisuales que exclusivamente se difundirán en Youtube y redes sociales -principalmente en Tik Tok- que nunca llegarán a la televisión. Para no ser vernáculos, hay que advertir que no es un show exclusivamente “argento”. El primer spot de campaña emitido por televisión fue en Estados Unidos en 1952. Una sucesión de dibujos animados mostraba a los seguidores de Eisenhower y tenía un jingle pegadizo: “I like Ike” (Ike era el apodo del General republicano). Analizado a la fecha, a sus creativos se les debería dar un reconocimiento especial porque ellos no eran conscientes de la importancia que adoptarían los “likes” cuando lo guionaron.
Los debates presidenciales son, sin lugar a duda, de los momentos más espectaculares del show de las campañas. Sin embargo, hay que advertir que la ley nacional 27.337 no exige a los precandidatos de las PASO a realizarlos por lo que deberemos esperar hasta el 1º y el 8 de octubre y, quizás, incluso un tercero el 12 de noviembre en caso de ballotage.
Si le faltase algo a este contexto hay que agregar los conceptos de “infoentretenimiento” y “política-espectáculo”. Así, el primero caracteriza a la cobertura periodística de la información política. Para captar a audiencias apáticas, noticieros y programas de contenido político, con un sentido utilitarista, recurren a escenografías, sketches y otras dinámicas propias de la lógica del entretenimiento para presentar y provocar polémica. Ello se complementa con el fenómeno de “politainment” en el cual los políticos se exhiben haciendo cosas “espectaculares” para captar la atención del electorado. Dos caras de la misma moneda, unos para intentar ganar audiencias, otros para intentar ganar votos.
El show electoral no es algo que deba desterrarse, forma parte del folklore de las campañas a nivel mundial. Solo esperemos que, a partir del 10 de diciembre, quienes resulten electos para ocupar el Sillón de Rivadavia y bancas del Congreso recuerden la otra dimensión: la faz arquitectónica que propicia la construcción de consensos para arribar a políticas públicas que se sostengan en el tiempo (políticas de estado) dado que, nuestro país, no logrará salir del precipicio si siempre estamos en “modo show”.
Por Mgter. Marisa Ramos Meneghetti
Profesora universitaria y de posgrado de Comunicación Política y Lobbying en Universidad del Salvador (USAL)