OPINIóN
La belleza

Emma Thompson y la desnudez que necesitamos

En su última película, la actriz británica ofrece su cuerpo desnudo, sin cirugías, con las marcas propias del paso del tiempo y hace pensar que hay que cuidar la salud psicoemocional, y que la belleza no es la que se impone sino la natural y singular, no la “parecida a”.

Emma Thompson, actriz 20230825
La actriz británica que se animó a mostar su cuerpo a los 64 años. | shutterstock

Voy a ser breve en el argumento de la película Buena suerte, Leo Grande, porque quiero detenerme en un hecho puntual. Nancy Stokes (Emma Thompson) es una mujer que luego de dos años de viudez contrata a un trabajador sexual, Leo Grande (Daryl McCormack) quien será su segundo hombre en la cama luego de toda una vida con un mismo compañero sexual, su difunto marido, rígido, estructurado, en la cama como en la vida, según relata la protagonista. 

Nancy nunca tuvo un orgasmo, y siempre lo fingió. Y de pronto, transcurrido el duelo, la conciencia de la finitud la lleva a tomar una decisión fundamental, no postergarse más, intentar algo nuevo, salir de la rutina asfixiante y probar, con un trabajador sexual, si es posible sentir, sentir de verdad. 

Y Leo Grande, el trabajador sexual, parece tenerlo todo, o al menos ese todo que esta sociedad idealiza, belleza y juventud, lo que Nancy siente haber perdido. Y si bien es verdad que ya no es una mujer joven, en el curso de la película su inseguridad, su autoestima dañada, su no sentir y su sentirse “vieja” y “fea”, irá virando hacia zonas cada vez más sanas gracias a los recursos de Leo que por momentos más que un trabajador sexual parece un terapeuta, que a pesar de su juventud, ha vivido la vida intensamente, a diferencia de Nancy. 

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Emma Thompson y la desnudez que necesitamos

Humor, drama, ironías, preguntas y respuestas existenciales. Excelentes escenas, fotografías, diálogos, y por sobre todo gestos y silencios que insinúan, que dejan espacios en blanco para que cada persona se proyecte, se vea en la película y se confronte con su propia vida emocional y sexual.    

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Más allá del sintético análisis del argumento, quisiera detenerme no en el personaje de Nancy Stokes, sino en quien lo encarna, la actriz Emma Thompson, que una vez más ofrece una actuación descomunal. Me interesa resaltar su puesta en escena, su naturalidad, su entrega desinhibida, su desnudez. 

Thompson, con 64 años, se desnuda ante la cámara y nos invita al replanteo de lo que hoy son los cuerpos y el goce sexual. Emma ofrece su cuerpo desnudo, sin cirugías, con las marcas propias del paso del tiempo, con cicatrices, pancita, arrugas y las tetas caídas del “paraíso” de las siliconas; exhibe, sin velos, todo eso que la sociedad actual impone esconder o modificar.

Emma Thompson, en el papel de Nancy, ayuda a repensar acerca del origen de la represión sexual y las dificultades, de hombres y mujeres, para autoconocerse, para aprender experimentando con el propio cuerpo y así vincularse, sanamente, con los demás. Y a su vez enseña que nunca es demasiado tarde para empezar, y que más allá de la edad y del cuerpo que se tenga, hay una mente y un campo emocional que resultan esenciales para el disfrute y para el goce sexual.    

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Mientras se imponen los cuerpos moldeados por las modas, las ideologías de la época, y así se multiplican los labios de pato y los rostros que se parecen entre sí como consecuencia de los mandatos de belleza y del “milagro” del botox, el hialurónico y demás “avances” de la ciencia. Y mientras además rezamos para que las personas no enloquezcan o mueran en el intento por responder a esos imperativos producto de la mala praxis, llega Emma Thompson y nos ofrece su desnudez para la lectura que hay que reforzar: que el cuerpo propio es un territorio que tenemos que explorar siempre; que no hay edad para el disfrute sexual; que hay que cuidar la salud psicoemocional, que es la que intoxica el goce; y que la belleza no es la que se impone, que bello es lo natural y lo singular, no lo parecido.

*Psicólogo (UBA) y Escritor