OPINIóN
Columna de la USAL

Vivir en tiempos disruptivos es una habilidad imperiosa

Caminaremos en una nueva etapa, en una nueva era, la de habitar en pandemias, no solo de salud, sino también educativas, económicas y sociales.

Pandemia
Pandemia | Engin_Akyurt / Pixabay

Dado esta etapa actual de época y dado el aprender a vivir en lo incierto será importante saber que a medida que nos flexibilicemos y nos relajemos podremos aprender a vivir en una nueva era, que seguro sea el estar cuidándonos siempre y presentar una mirada colectiva ante los hechos que nos acontezcan.

Dicho esto, corrido el velo del límite físico, de todas las instituciones, habiendo saltado los muros, nos vimos obligados por la pandemia, todos a descubrir mucho más la intimidad de las organizaciones. Mezclamos casa con trabajo, escuela con trabajo, peluquerías y restauranes en casa y la realidad que descubrimos nos resulta, por lo menos, ambigua.

Por un lado valoramos el esfuerzo de todos por mantener las cosas en pie, pero también se hacen patentes, con una crudeza que no habíamos conocido antes, los graves defectos preexistentes en el sistema, ya sea en las dificultades de acceso a lo tecnológico o lo maravilloso que sigue siendo vernos sin límites de pantalla o la necesidad imperiosa de retornar a los espacios físicos para no dilatar más las grandes fallas en cuanto a lo social o a las habilidades sociales, que se generan cuando el mundo se construye adentro de las cavernas, por más confortables, que estas sean.

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Cómo enfrentar la Era de la Incertidumbre

Podemos ya, a un año y 9 meses, decir que ya no hablaremos de postpandemia, de nueva normalidad, ni de volver al año de las últimas certezas de la humanidad 2019. Caminaremos en una nueva etapa, en una nueva era, la de habitar en pandemias, no solo de salud, sino también educativas, económicas y sociales.

Es en este escenario que nos deberemos preguntar cada uno y cada una, desde su rol, profesión o lugar, qué papel jugaremos para transitar mejor un nuevo mundo donde se cabalgará en la incertidumbre, donde lo incierto será más lo común que lo que nos estructuraba, en poder planificar sobre constructos sólidos que ya se venían derrumbando, en un paradigma de complejidad y de liquidez de época, que quedo al desnudo destapado de toda predictividad segura.

Es probable que todos aprenderemos algo, pero la huella que esta crisis dejará en todos será imborrable, por ello deberemos de haber aprendido para reparar tanto daño, tanto dolor. 

Es virus es un pedagogo, en el sentido de que nos está dando varias lecciones.

El Covid potencia las ansiedades pero también el valor del presente

El problema es saber si nosotros las vamos a escuchar y las vamos a aprender, o vamos a seguir trabajando, tapando incendios, quizás sea el momento más que oportuno, para dar vuelta la hoja, para tirar los dados de nuevo y plantear un cambio de 360 grados.

La crisis tiene cosas buenas. Podemos aprovecharla como una oportunidad para repensar los aspectos indeseables de la globalización, o para repensar nuestra capacidad de hacer prevención, nuestra habilidad para preparar a toda la población, como actora de su propia salvación.

Debemos proponernos el formar ciudadanos salubres, cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte. 

El principio de subsidiariedad permite a cada uno asumir el propio rol para el cuidado y el destino de la sociedad.

Aplicarlo, aplicar el principio de subsidiariedad da esperanza en un futuro más sano y justo y este futuro lo construimos juntos, aspirando a las cosas más grandes, ampliando nuestros horizontes.

Esto es juntos o no funciona, es decir o trabajamos juntos para salir de la crisis, a todos los niveles de la sociedad, o no saldremos nunca. Salir de la misma no significa dar una pincelada de barniz a las situaciones actuales para que parezcan un poco más justas. Salir de la crisis significa cambiar, y el verdadero cambio lo hacemos todos, todas las personas que forman la sociedad.

Aprovechar de la pandemia para reaprender a vivir

Los miedos generados, por esta pandemia son formas de defensa ante la vida. De ahí que no es “malo” o “de cobardes” tener miedo. Los miedos funcionan como señales de alarma para cuidarse, huir, o enfrentar la situación y en ese sentido, requerimos instrumentarlos, usarlos como herramientas en función de Protegernos o Huir del peligro y Asumirlos y usar su energía para enfrentar el problema, es el dilema y la respuesta.

Será muy importante entonces, saber que lo que hagamos hoy será el corolario de nuestro mañana.

Es urgente que trabajemos con nuestros sujetos que conforman la sociedad. Tendremos que aprender a formar personas que no sigan solo las instrucciones sino que sepan también tomar iniciativas, sobre todo las correctas.

Una sociedad se juzga no por como trata a los más fuertes, sino a los más débiles. Tengo la sensación de que de esta situación tenemos que salir con los ojos y el corazón más abiertos.

 

* Dra. Gabriela Renualt, decana de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía Universidad del Salvador.