OPINIóN
Guerra en Europa

Guerra en Ucrania: histórica disputa por el Heartland y la necesidad rusa de bañarse en mares cálidos

Hay que ser claros, de no existir la disuasión nuclear, hoy podríamos estar presenciando una guerra de enorme magnitud en el viejo continente.

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Conflicto Ucrania Rusia | Agencia Afp

La incorporación o anexión (según qué narrativa nos cuente los hechos) de las 4 regiones ocupadas por Rusia es una realidad innegable, que no experimentará un retroceso por la vía diplomática, y sólo podría modificarse por la vía armada. La conexión terrestre entre las regiones rusas de Belgorod, Vorónezh y Rostov con la desembocadura del Dniéper en el Mar Negro (a pocos km de la ciudad de Jersón) –atravesando los territorios obtenidos en los últimos meses por las fuerzas rusas es hoy un hecho. Rusia pasa (por ahora) a controlar el nacimiento y desembocadura de unos de los ríos más importantes de Europa del Este. El Dniéper nace en Rusia (Nóvgorod) y desemboca, según Moscú, también en Rusia, cerca de Jersón. 

Por el momento, difícilmente Occidente se arriesgue a involucrarse de manera abierta y directa en la tarea de recuperar esas regiones para Ucrania, más allá de la continua y creciente asistencia económica, militar y logística a Kiev, que no es poca cosa y le ha permitido a ese país dar batalla, recuperar territorios y mantener la lucha hasta hoy día. Pero tampoco puede descartarse de manera tajante una posible incursión de la OTAN como actor beligerante en el terreno. Vivimos horas extrañas, donde por momentos parece que la disuasión nuclear carecería de la importancia que merece, aunque por ahora –afortunadamente- continúa vigente.

En definitiva, acepte o no occidente dicha anexión, las armas nucleares hacen valer la posición que Moscú ha obtenido por la fuerza. Hay que ser claros, de no existir la disuasión nuclear, hoy podríamos estar presenciando una guerra de enorme magnitud en el viejo continente. Además de la movilización de cientos de miles de rusos ya iniciada, la dura respuesta de Moscú a la explosión de la bomba en el puente de Crimea da una señal de cuanto puede escalar el conflicto con armamentos convencionales.

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Luego de los referéndums en las regiones ocupadas, los acontecimientos pueden dar un vuelco en diversas direcciones, que van desde un alto al fuego y apertura de negociaciones (la menos probable pero no imposible), la continuación de los combates en terreno hasta un estancamiento y que el desgaste reduzca los enfrentamientos hasta simples escaramuzas y la situación quede en “veremos” y sin acuerdos legalmente aceptados por las partes involucradas. Puede también escalar, como vimos en las últimas horas, con una acción más agresiva de Rusia en defensa de Zaporiyia, Jersón, Lugansk, Donetsk, las que ya considera parte de su territorio, y de Crimea –parte de Rusia desde 2014 según Moscú-, mientras se incrementa la asistencia occidental a Ucrania. La opción más peligrosa, un involucramiento directo de la OTAN, con consecuencias impredecibles y con mayor probabilidad de uso de armas nucleares.

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Varias regiones fueron anexadas a Rusia.

Otra opción –son en realidad numerosas las hipótesis que pueden plantearse ya que todo depende de las decisiones de varios actores y no sólo de dos-, ya anticipada por Samuel Huntington en su Choque de Civilizaciones (en 1996), es la partición territorial de Ucrania en torno a la línea de fractura civilizatoria, mediante la cual se divide –a grandes rasgos- a los ucranianos occidentales de los eslavos ortodoxos pro-rusos. Para Rusia, sería ideal la división de Ucrania a lo largo de las aguas del Río Dniéper, pero ello no es factible militarmente ni tampoco Occidente lo permitiría.

Del escenario ideal, observemos uno real, que es una especie de partición donde a Ucrania le estaría quedando un 80% de su territorio como se lo conoce desde su independencia en 1991, y alrededor de un 20% del mismo incorporado a Rusia, aunque con escaso reconocimiento internacional. Pero es solamente una foto de hoy, ya que los enfrentamientos continúan, sin poderse visualizar aún un desenlace.

En términos geopolíticos, Rusia ha cumplido sus objetivos vitales: incorporar a su territorio a la mayor parte de la población de cultura y religión rusas, así como lograr el libre acceso y control del mar de Azov y una mayor influencia en el Negro, algo históricamente esencial para la civilización eslava debido a las dificultades climáticas generales, debido a las duras condiciones de las aguas de las regiones árticas, y por la influencia política, económica y mayor disponibilidad de recursos que le otorga una posición fortalecida en el Mar Negro.

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La necesidad de aguas cálidas es un aspecto del ADN milenario de los rusos desde tiempos del Rus de Kiev, y hoy, con una Ucrania enemistada y militarizada Moscú ve peligrar tanto a la población rusa de esas regiones como la disponibilidad misma de esas aguas, lo que debilitaría enormemente su posición estratégica en el Mar Negro (por ende su acceso al Mediterráneo), con la posible inutilidad de su flota allí posicionada. Esa situación disminuiría el poder relativo de Rusia, incrementando el de Europa Occidental, el de la OTAN y EEUU, y también el de Turquía. Observando el mapa actual del conflicto, estas palabras se comprenden con mayor facilidad en cuanto a las regiones costeras del mar Negro que son vitales para la Federación de Rusia.

En efecto, hay dos elementos del análisis geopolítico que precisamos destacar para comprender el porqué de la falta de acuerdo entre Rusia y Occidente, o más precisamente EEUU: una Ucrania fuerte y con buenos lazos con Rusia incrementa el poder e influencia de Moscú sobre el resto de Europa y reduce el poder relativo de EEUU en el viejo continente. Y una Ucrania pro-occidental, militarizada y hostil hacia Rusia, produce el efecto contrario: debilita a Rusia y fortalece a Washington y al poder occidental.

En concreto, en la Guerra en Ucrania también está en juego la relación y gran parte de la influencia que puedan ejercer tanto Rusia como los EEUU en Europa Occidental. De allí que una de las estrategias norteamericanas es presionar para cortar las venas energéticas que unen a Rusia con el resto de Europa. El desacople entre Alemania y Rusia –en concreto separar al poder eslavo de todo Occidente- es un claro objetivo histórico de Washington (los acontecimientos en torno al Nord Stream 2 nos dicen un poco de ello), a diferencia de la postura de Trump. He ahí una ruptura estratégica dentro de la aún primera potencia mundial que abriría otra veta de un análisis necesario.

No debemos olvidar que vivimos una época de transición hegemónica, con un declive relativo de los EEUU y el ascenso del polo de poder asiático, que va ganando centralidad global e influencia en los cinco continentes.

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La guerra en Ucrania comenzó el 24 de febrero de 2022.

Zbigniew Brzezinski señalaba en su libro de posguerra fría “El gran tablero mundial” (1997) que “para los Estados Unidos, Eurasia es la principal recompensa geopolítica […] “la primacía global de los EEUU depende directamente de por cuanto tiempo y cuan efectivamente puedan mantener su preponderancia en el continente euroasiático”. Hoy Washington ve esa posición amenazada.

Una guerra de esta magnitud no se explica y no se produciría si no existiesen fuertes intereses en pugna, y me refiero específicamente a los de las grandes potencias. Y lo mismo aplica a la cuestión Taiwán. EEUU busca evitar el ascenso de Rusia y de China, y éstas –en tanto potencias revisionistas del statu quo actual- actúan en sentido contrario. De esto hablaba el neorrealista Kenneth Waltz cuando se refería ya en 1979 al equilibrio de poder, anticipando lo que vendría. Rusia busca sortear el cerco de la OTAN y a su vez fortalece el nuevo centro asiático desde el 24F, entre otras cosas, con energía barata y abundante. Observemos los principales perjudicados y beneficiados de la actual guerra en Ucrania: Ucrania y Europa occidental son grandes perjudicados, y China y la India se han beneficiado enormemente. EEUU y la OTAN ganadores en el corto plazo, y el resto del mundo sufriendo las consecuencias generales.

También explicaba el norteamericano de origen polaco Z. Brzezinski que esa preponderancia (la de EEUU en Eurasia) consiste en una situación temporal. Toda primacía de un imperio o gran potencia experimenta un nacimiento, un período de auge, y luego llega el declive.

Lamentablemente, Ucrania en tanto estado tapó está condenado a sufrir la crisis e inestabilidad que la ha caracterizado en las últimas décadas en tanto no se resuelva la disputa entre Rusia y los EEUU. Y esta guerra forma parte del nuevo equilibrio de poder que se está configurando en el Sistema internacional

Rusia: cómo son y qué recursos tienen las cuatro regiones ucranianas que anexó

Además de ser un estado tapón que separa a Occidente de la civilización eslava-ortodoxa, el valor geopolítico de Ucrania reside fundamentalmente en sus grandes cantidades de recursos (tierras fértiles y las materias primas producidas allí, energía nuclear, minerales, etc.), como ruta de tránsito de gas y petróleo ruso hacia Europa occidental, su posición estratégica de cara al mar de Azov y al mar Negro (y camino al Mediterráneo), etc. Con 600.000 km2, es el segundo país más grande de Europa, después de Rusia.

Desde la visión occidental es un actor que puede ser utilizado para contener y debilitar a Rusia, y desde Rusia es un factor de incremento del poder eslavo frente a la OTAN y Occidente. Vemos dos grandes fuerzas que pujan en sentido contrario y van hacia el choque. Ucrania contiene lo que Samuel Huntington denominara en su Choque de Civilizaciones (1996) una “línea de fractura civilizatoria” (en el país habita población occidentalizada y población eslava-ortodoxa), separando identidad, cultura, religión, pertenencia, entre Occidente y eslavos en histórica contraposición.

En términos generales, Washington busca evitar dos escenarios: el primero es una integración y alianza Moscú-Kiev-Minsk, que empoderaría a Rusia en Europa del Este y fortalecería su posición como hegemón regional, como señala el neorrealista ofensivo John Mearsheimer (2014). Las revueltas que ocurrieron en Bielorrusia recientemente tienen relación con la cuestión geopolítica regional, y los hechos presentan razones internas y también objetivos perseguidos desde el exterior.

El segundo eje, que preocupa enormemente a EEUU es el que podrían conformar Moscú-Berlín-París, situación que directamente desbancaría a la primera potencia global de su preeminencia en Europa. El equilibrio que intentaba mantener Francia en sus relaciones bilaterales con Washington y Moscú, por ahora se ha roto en favor de EEUU, obviamente. Pero en términos de grandes poderes, ninguna ruptura puede considerarse como determinante.

Vladimir Putin
Vladimir Putin continúa con la invasión Rusia a Ucrania.

Rusia, por su parte, no sólo persigue recuperar posiciones en el ámbito regional y  global, además de intentar horadar la hegemonía norteamericana, sino que también considera que –más allá de lo que se piense en Occidente- la histórica avidez enemiga por los recursos del Heartland de la geopolítica (la región más importante del globo en términos de territorio así como por sus cuantiosos recursos naturales estratégicos) ha movido a sus contrincantes en los últimos siglos: el Imperio Sueco, luego Napoleón –el único que llegó hasta Moscú-, después el Tercer Reich de Hitler, y ahora la OTAN con su cabeza en EEUU, en su intención de debilitar o mismo dividir al país en regiones y quedarse con los recursos naturales allí situados.

Quien controla el este de Europa, domina el Heartland o corazón de la Tierra (formado en gran parte por el territorio de Rusia, ciertas ex repúblicas soviéticas y otras zonas linderas), quien controla el Heartland domina la Isla Mundial, y quien domine esta última gobernará el mundo”. Así presentaba el geógrafo inglés Halford Mackinder una de las máximas de la disciplina geopolítica a principios del siglo XX, reflexión que con sus reinterpretaciones, críticas y complementaciones mantuvo su vigencia hasta la actualidad entre los estrategas de las grandes potencias.

En una de mis últimas charlas en Buenos Aires, afirmé que este nuevo equilibrio de poder podría sucederse de manera pacífica así como a través de sucesivos hechos de violencia. Y lamentablemente Ucrania es un ejemplo del segundo camino. Siria fue otro. Y estos son algunos de varios conflictos militares que pueden ocurrir. La posibilidad de que la Península coreana, Taiwán, Irán, Venezuela, Nicaragua, Bielorrusia -y otros más- experimenten una escalada, no puede descartarse.

Como observamos, en este enfrentamiento no hay sólo dos contrincantes haciendo la Guerra. Hay grandes poderes disputándose el predominio en Eurasia y otros más reviendo el papel que ejercerán durante las próximas décadas en el Sistema Internacional. Se está conformando un nuevo equilibrio de poder, conviven políticas hegemónicas y autonómicas, hay disputas por esferas de influencia y se aplican políticas de contención y de expansión. Y especialmente, se produce un conflicto en un territorio sumamente sensible para una potencia nuclear cuya doctrina especifica de manera clara que de verse amenazada su seguridad y supervivencia, no descartaría el uso de su arsenal atómico.

*Consultor y analista internacional.