Apenas culminado el primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden hubo una sola coincidencia en los presentadores de la liberal CNN y la conservadora FOX News: “perdió el pueblo de los Estados Unidos”.
“El peor debate de la historia”, sintetizaban en CNN, sin recordar los pasos amenazadores de Donald Trump sobre Hillary Clinton al estilo Muhammad Ali en los encuentros anteriores para suceder a Barack Obama, cuando con modales de hooligan se abalanzaba sobre la ex Secretaria de Estado y le invadía su espacio personal y los minutos de cámara a puro improperio.
Trump y Biden avivaron la grieta estadounidense en un tenso debate electoral
Si bien la metáfora de dar un ganador en cada debate es una tradición de la política estadounidense, en este caso es muy difícil de precisar en cuanto al análisis discursivo, ya que lo “no verbal” se llevó gran parte del show político del ex conductor del El Aprendiz.
Los gritos, interrupciones constantes, muecas, mohines y demás “recursos” de Trump, sin mencionar el cada vez menos oculto racismo, lo plantaron más como un cultor de la era audiovisual de los reality shows por sobre un Joe Biden, más acostumbrado a los debates argumentativos de un demócrata de la generación silenciosa adiestrada para enfrentar a republicanos como Ronald Reagan o George Bush padre.
Trump y Biden cruzaron golpes bajos en un debate que desnudó la crisis de Estados Unidos
La violencia verbal y los modos “sacados” de Trump, que según coincidieron analistas republicanos fueron de mayor virulencia a la que se esperaba, puede que tenga que ver con la poca capacidad de Trump para procesar noticias negativas, como los resultados de la investigación del New York Times que derrumbó el mito de empresario próspero o que lo revela como un evasor.
En este punto tuvo un gol Biden, y fue por la propia boca de Trump cuando reconoció que cualquier persona inteligente trata de no pagar impuestos. Eso no está bien visto en las culturas de origen sajón.
Otro pelotazo en contra del actual Presidente fue su incapacidad para eventualmente aceptar los resultados negativos de la elección y su “saraseo” al tener que comprometerse a que sus partidarios no utilicen métodos violentos en la espera de los resultados definitivos del escrutinio, que por el Covid puede durar semanas. También siguió los consejos de la dupla Massa-Guzmán al evitar una firme condena a los grupos racistas que lo apoyan.
Donald Trump no paga impuestos, pero gastó US$ 70 mil en la peluquería
El debate fue una oportunidad perdida para los estadounidenses para analizar su voto con respecto al futuro, fútil para quienes lo miramos desde el Sur, pero extremadamente útil para ver los valores autoritarios del neopopulismo nacionalista en pleno histrionismo.
Trump parece no respetar límite alguno, según quedó claro en los intersticios de las pocas palabras articuladas entre gritos e interrupciones del primer debate.
Ahora, ante este panorama, vale señalar que la democracia de Madison y Jefferson, que ha sido un ejemplo de pesos y contrapesos internos, estará en problemas si los valores cívicos de Trump son representativos del pueblo estadounidense.
Si la reelección lo legitima nuevamente, quedará en claro que no fue una anomalía su elección anterior y que es parte del sistema. En este contexto que vuelva a perder en la elección popular para ganar en el colegio electoral no será suficiente y la polarización asimétrica estadounidense se profundizará y desencadenará una mayor grieta global. Quienes creemos en las democracias liberales quedaremos en la nostalgia similar a los que escuchan música por CD a la espera de un Ipad, aunque el “amigo” Biden parece traernos un vinilo de la época de Jimmy Carter.
* Guillermo García. Lic. en Comunicación Audiovisual de la UNSAM.