Si la unión hace la fuerza, como reza el dicho de Salustio ("Concordia res parvae crescunt", las cosas pequeñas florecen en la concordia), desde estas tierras no podemos menos que reconocer el valor de Hispanoamérica, un pueblo y una civilización de más de 500 millones de personas hispanohablantes, unidas históricamente por su lengua, su fe, y una epopeya olvidada. Una potencia futura, si dispusiera de una proyección geopolítica en común, una economía y unas FFAA propias para defender su soberanía.
Para lograr este objetivo, es menester darle un punto final a la Leyenda Negra que impugna nuestras raíces, que, habiendo sido un invento histórico de matriz anglosajona, ha venido dividiendo al infinito a nuestro pueblo ("divide et impera"), una fragmentación que hoy se incrementa con indigenismos tan radicales como minoritarios, supuestas "plurinacionalidades" que sientan las bases legales para futuras "autodeterminaciones" y secesiones, que, de manera muy gustosa, ciertas potencias esperan avalar. Ya de por sí hemos sido groseramente disgregados.
La apropiación del nombre ‘América’
De ser el Imperio donde "nunca se pone el Sol", por lo inaudito de su extensión, en el que se fundaron infinidad de pueblos, colegios, universidades, hospitales, y las más bellas catedrales, pasamos a ser hoy más de treinta republiquetas sin trascendencia geopolítica y carentes de destino, las que fueron endeudadas por Gran Bretaña desde el primer momento hasta el tuétano, inermes y expuestas a la expoliación por parte de usuras globales y potencias hegemónicas... ¡cuando supimos ser una!, y de hecho la más importante en términos geopolíticos durante los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII.
No nos referimos aquí a la pequeña España de la península, hoy tanto o más degradada y decadente que nuestros países americanos, convertida en terreno de experimentación de cuanta agenda global circule, sino el potente Imperio Hispánico que abarcaba casi todo el continente americano y se extendió hasta las Filipinas.
"11 de octubre: Último Día de Libertad de los Pueblos Originarios", rezan almas de cristal adoctrinadas por tergiversadores profesionales de la Historia, siempre profundizando aquella división simplista surgida en la Revolución Francesa entre "izquierdas" y "derechas", para colmo de males, tamizada por un maniqueísmo infantil, donde unos parecen ser los buenos y otros los malos, cuando izquierdas y derechas no han sido sino las dos alas del modernismo burgués, siempre en estrecho connubio con el poder de las Altas Finanzas.
Reparación histórica: ¿los vikingos descubrieron América?
El presidente Hipólito Yrigoyen, al establecer en octubre de 1917 por decreto el Día de la Raza en la Argentina, expresó: "El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos". Años más tarde, el 12 de octubre de 1947, el presidente Juan Domingo Perón, explicaba:
"Para nosotros la raza no es un concepto biológico. Es algo puramente espiritual. Para nosotros, los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a saber vivir practicando el bien y a saber morir con dignidad (...) No me atrevería a llevar mi voz a los pueblos que, junto con el nuestro, formamos la Comunidad Hispánica, para realizar tan sólo una conmemoración protocolar del Día de la Raza. Únicamente puede justificarse el que rompa mi silencio la exaltación de nuestro espíritu ante la contemplación reflexiva de la influencia que, para sacar al mundo del caos que se debate, puede ejercer el tesoro espiritual que encierra la titánica obra cervantina, suma y compendio apasionado y brillante del inmortal genio de España (...) Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la historia. Es única en el mundo. Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos (...) Y todo, con un propósito avieso. Porque la difusión de la leyenda negra, que ha pulverizado la crítica histórica seria y desapasionada, interesaba doblemente a los aprovechados detractores".
La Leyenda Rosa que propone un indigenismo angelical, planteada desde el progresismo, se da la mano con la Leyenda Negra de la Conquista entendida como pura expoliación y genocidio, idea gestada por una diplomacia británica que se da de bruces con una interpretación más precisa de la Historia.
Nada más lejos nuestro continente americano de la visión idílica de paraísos en la Tierra al momento de la llegada de los españoles. Relata el doctor en Ciencias Políticas e historiador, Marcelo Gullo:
"Como afirma el arqueólogo mexicano Alfonso Caso, quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, «el sacrificio humano era esencial en la religión azteca». Es por ese motivo por lo que en 1487, para festejar la finalización de la construcción del gran templo de Tenochtitlán, las víctimas del sacrificio formaban cuatro filas que se extendieron a lo largo de la calzada que unía las islas de Tenochtitlán. Se calcula que en esos cuatro días de festejo los aztecas asesinaron entre 20.000 y 24.000 personas. Sin embargo Williams Prescott, poco sospechoso de hispanismo, da una cifra más escalofriante. «Cuando en 1486 se dedicó el gran templo de México a Huitzilopochtli, los sacrificios duraron varios días y perecieron 70.000 víctimas». Juan Zorrilla de San Martín en su libro Historia de América relata que “Cuando llevaban los niños a matar, si lloraban y echaban lágrimas, más alegrábanse los que los llevaban”".
Como se ve, la Historia, en su complejidad, está siempre muy lejos de Leyendas Negras y Leyendas Rosas, fabricadas por los imperios de turno como constructos ideológicos simplistas basados en estereotipos de buenos y malos, los que vienen siendo usados en nuestras tierras, hasta la actualidad, para la destrucción de la identidad y la defenestración sistemática de las propias raíces.
En los recientes años, la conciencia de una hermandad hispanoamericana, e iberoamericana, ha vuelto a renacer, llega el tiempo de profundizar ese camino.
*Fausto Frank es periodista y director del portal de análisis geopolítico Kontrainfo.com.