OPINIóN
Histórico

Perón presidente: se cumplen 75 años del triunfo que significó el fin de la Argentina liberal

El 24 de febrero de 1946 comenzó una nueva etapa donde el centro de la política fue el bienestar del pueblo, lograr una mayor equidad y acabar con las desigualdades que provenían de las estructuras oligárquicas, instaladas desde antaño.

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peron | Cedoc Perfil

El domingo 24 de febrero de 1946 fueron las elecciones presidenciales, donde el binomio Perón–Quijano ganó con el 52,84% de los votos, sobre la fórmula Tamborini­–Mosca de la Unión Democrática (que obtuvo el 42,87%), una alianza electoral realizada entre la UCR, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista.

Se cumplen 75 años de ese triunfo, que significó el fin de la Argentina liberal. Comenzó una nueva etapa donde el centro de la política fue el bienestar del pueblo, lograr una mayor equidad y acabar con las desigualdades que provenían de las estructuras oligárquicas, instaladas desde antaño.

La construcción política de Perón, que concretó una intensa actividad en todos los órdenes, y pudo forjar el Protoperonismo,–si bien posee antecedentes en su misión diplomática en Santiago de Chile (1936–1938), y desde junio de 1943–se dio ni bien comenzó el año 1944. Ese fino tejido político que logró ensamblar a lo largo y ancho del país, fue el que le brindó una presencia territorial en todos los estamentos a nivel nacional.

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Juan Domingo Perón 20201007

La flamante Secretaría de Trabajo y Previsión; la ayuda solidaria a las víctimas del terremoto de San Juan; el Consejo Nacional de Posguerra; el Estatuto del Peón; el reconocimiento sindical; la creación del fuero laboral y la justicia del trabajo; la aparición de Eva Duarte, fueron algunos de los jalones que lo llevaron a convertirse en el hombre más importante del momento.

Ese ascenso fue observado como una amenaza, tanto por Churchill como por Roosevelt y Truman. Ellos se encargaron de desprestigiar la figura del coronel, alineándolo con el fascismo y el nazismo.

La operación de denostar a Perón, fue conducida por el embajador de EE.UU. Spruille Braden, desde que llegó a Buenos Aires el 21 de abril de 1945. Su labor fue corta, pues el 23 de septiembre de ese año terminó su misión diplomática. Ahora bien, en esos cinco meses, tuvo un comportamiento insolente, pues de forma imprudente se involucró en la política interna argentina, enfrentándose directamente a Perón, como si fuera una contienda personal.

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Quedó en evidencia, que la campaña desarrollada por el estadounidense, estuvo destinada a demonizar a Perón, con el apoyo de la oligarquía vernácula y de los grupos de poder.

Desde su nuevo cargo como secretario adjunto del Departamento de Estado en Washington, Braden fue promotor de la publicación del “Libro Azul” (Blue Book of Argentina), redactado por Gustavo Durán, el secretario privado de Braden, quien arrastraba un pasado comunista en la guerra civil española.

Ese texto fue difundido por la agencia United Press, el 12 de febrero de 1946, precisamente el día que fue proclamada en el Obelisco porteño la fórmula presidencial Perón–Quijano. Al día siguiente, miércoles 13, el diario La Prensa le dedicó cinco páginas completas.

A decir verdad, ese libelo cargado de mentiras e infamias, que intentó involucrar a Perón y a otros argentinos con el nazismo, le hizo un gran favor a Perón, quién replicó ese pasquín con la consigna “Braden o Perón”, y con la publicación del “Libro Azul y Blanco ”firmado por Perón, que se difundió en todo el país, el que contiene respuestas a las acusaciones del texto norteamericano.

Comenzó una nueva etapa donde el centro de la política fue el bienestar del pueblo, lograr una mayor equidad y acabar con las desigualdades que provenían de las estructuras oligárquicas, instaladas desde antaño.

Esta situación coadyuvó a Perón a ganar las elecciones presidenciales el 24 de febrero de 1946. Si bien el éxito lo tenía asegurado, dos días antes de los comicios, pronunció un discurso radiofónico, donde recomendaba: “Se descuenta que algunos patrones urbanos y campesinos pondrán toda clase de obstáculos a sus trabajadores para evitar que voten. Por lo tanto: a) No concurra a ninguna fiesta a que inviten los patrones el día 23; b) Es necesario que se quede en casa y el 24, bien temprano, tome las medidas para llegar a la mesa en que debe votar; c) Recurra a la tropa del Ejército más próxima, si alguien quiere presionarlo en algún sentido; d) Denuncie al expendedor de nafta que no le provea de combustible; e) Evite todo incidente para que no lo detengan; f) No beba alcohol de ninguna especie el día 24; g) Si el patrón de la estancia (como han prometido algunos) le cierra la tranquera con candado, rompa el candado o la tranquera o corte el alambrado y pase para cumplir con la Patria; h) Si el patrón quiere llevarlo a votar, acepte y haga su voluntad en el cuarto oscuro”.

Lo que no le perdonaron –y nunca se lo perdonarán– los imperios y sus aliados de la oligarquía, es que Perón cambió la cultura de un país que era liberal, y lo transformó en más humano e igualitario. Por eso lo acusaron y lo siguen acusando de populista.

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Bien lo explicó Alain Rouquié: ”Nunca utilizo la palabra populismo porque es peyorativa, porque dice «yo estoy en contra de ese movimiento». Esos nuevos movimientos tienen algo en común: son presidentes que llegan con mucha legitimidad, con gran porcentaje de votos, en países que estaban en crisis. Uno de los cometidos de los nuevos presidentes es transformar la institucionalidad, ser constituyentes, refundar la vida política. Pero lo más importante es que amplían la ciudadanía, incluyen gente que estaba descontenta, que protestaba contra el sistema anterior; y esa vía electoral que había perdido sentido porque era manipulada, con el fraude o el clientelismo, permite a los sectores marginados hacerse escuchar y contar con elementos de redistribución de la renta nacional. Entonces cuando se utiliza el insulto de populistas, en realidad se cuestiona esto. Pero la verdad es que llegaron a través de un deseo popular de participación y representan una ampliación de la ciudadanía. Decir populistas porque no son demócratas de corbata me parece incorrecto”.

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Precisamente, lo que llegó de la mano de Perón y el Peronismo, desde la movilización popular y espontánea del 17 de octubre de 1945, y luego con el triunfo en las urnas el 24 de febrero, fue la profunda transformación social que el país estaba esperando desde hacía décadas.

Los principios de soberanía política, independencia económica y justicia social, se enquistaron en el sentir del pueblo. El coronel Perón fue un pragmático y un realista para hacer política. Supo leer e interpretar las necesidades del pueblo, integrando a su proyecto social y nacional a grupos tradicionalmente excluidos.

Sus raíces ideológicas se sustentaron en la Doctrina Social Cristiana y en el “Sermón de la Montaña”, y por ende rechazaron el liberalismo, como así también la revolución socialista. De ahí la genialidad de proponer una postura intermedia, un equilibrio doctrinal que genialmente denominó “Tercera Posición”.

Lo que no le perdonaron –y nunca se lo perdonarán– los imperios y sus aliados de la oligarquía, es que Perón cambió la cultura de un país que era liberal, y lo transformó en más humano e igualitario. Por eso lo acusaron y lo siguen acusando de populista.

El gobierno de Perón llegó para quedarse fundando una democracia hegemónica, o sea un sistema de poder que nace cuando hay un problema de marginalización, el que no integra ni representa a vastos sectores de la sociedad.

De esta forma y con estos valores Perón ganó las elecciones y fue consagrado presidente constitucional. Los aciertos que tuvo desde el comienzo de su mandato, su proyección política, y las inquebrantables conquistas sociales a favor de los más necesitados, de los humildes, de los trabajadores y de la clase obrera, lo transformaron en el gran estadista del siglo XX, cuya doctrina al día de hoy sigue vigente.


* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.