OPINIóN
Un tiempo especial

Italia buscó renacer con sus carnavales

Desde la mágica Venecia hasta la isla de Cerdeña con su primitiva belleza, Italia celebró sus carnavales esta semana con el deseo de renacer y olvidar a la pesadilla de la pandemia. Los festejos coincidieron con el estallido de la crisis en Ucrania, pero il Carnevale es una fiesta de luces y paz, la antítesis de la guerra.

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Espectacular. | stampa 3

“Recuerda el futuro”:  no podía haberse elegido un eslogan, y un mensaje, más adecuado para este Carnaval de Venecia, el más antiguo y famoso del mundo. «Para el tema de este año he pensado en el futuro que nuestra ciudad tan llena de pasado desencadena en quienes la visitan”, destaca Massimo Checchetto, director artístico del evento. ‘’Venecia es un lugar de perpetua contradicción, donde se funden los sueños y la realidad”, añade, precisando que el título elegido en esta edición del Carnevale se inspira en una cita de Salvador Dalí.

Desde su elegante taller ubicado en el corazón de la ciudad, Francesca Cecamore, presidenta de la asociación l’Arte dei Mascareri, cuenta a su vez a PERFIL sus impresiones: “tras una pausa de dos años por la pandemia, este estaba destinado a ser otro carnaval difícil. Pese a las incógnitas y los obstáculos, Venecia decidió en cambio organizar el Carnaval. Estamos muy contentos con los resultados, han superado con creces las expectativas. Han llegado muchos turistas, no sólo italianos”. 

A lo largo de 18 días los canales y las callejuelas venecianas se llenaron de iniciativas, eventos, además de contar con el aporte de las más modernas tecnologías. El espectáculo Nebula Solaris, organizado en el Arsenale -antigua sede de la Marina- fue una de las sorpresas: dos veces al día (a las 18.45 y a las 21.15 horas) este espacio se iluminaba dejando sin palabras a la audiencia, representando un viaje visionario entre criaturas atemporales, luces y proyecciones futuristas que emergen de las aguas. Desde una docena de barcos se desprendían fuegos suspendidos, mientras que imágenes en 3d de luciérnagas y cisnes flotaban entre el aire y el agua creando así un ambiente mágico, como en un sueño hiperrealista. 

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“La prohibición de las concentraciones del público nos obligó a realizar un esfuerzo creativo sin precedentes”, añade Cecamore: “intentamos llegar a la esencia misma del Carnaval porque no era posible seguir utilizando el ‘format’ de los últimos años antes de la pandemia. Apostar por la reapertura, respetando el espíritu de la fiesta y transformando el contenido, ha sido un desafío enorme. Nos dimos cuenta enseguida, desde los primeros días, que iba a ser un éxito total. La idea de fondo fue utilizar como teatro no solo un número limitado de lugares emblemáticos, sino toda la ciudad y proponer una seguidilla de eventos escalonados. Este planteo, que comenzó como una necesidad práctica y de orden público, nos ha devuelto el sabor original de las fiestas callejeras: una suerte de carnaval costante para todos, un festival de experimentación y no sólo de memoria”. Cecamore dedica su vida profesional a la creación de las máscaras: “El Carnaval no se ‘mira’, se ‘hace’. Es una enorme fiesta en la que se participa: éste es el sentido de venir a Venecia y bajar a la calle llevando una máscara, entrar dentro de la representación.”

 

Danza ancestral. El de Venecia es sin duda alguna el carnaval más famoso de Italia, pero no el único. Cada pueblo del país cuenta con sus tradiciones, algunas de las cuales se remontan a ritos ancestrales. Con la llegada del cristianismo, todos fueron asimilados a esta fiesta de abundancia que precede a la austeridad de Cuaresma. 

Una de las tradiciones más impactantes se encuentra en el corazón de Cerdeña, en una región interna y aislada de la isla. Mamoiada es un pueblito de menos de 3 mil habitantes, que cada año, en el mes de febrero, convoca a miles de turistas. “En los últimos 30 años el número de visitantes no había dejado de aumentar de manera exponencial”, cuenta a PERFIL el responsable de la entidad que organiza el evento. Para poder recibir semejante cantidad de gente ‘’Mamoiada había aumentado su capacidad hotelera e infraestructuras”.

El evento clave que fascina a los visitantes consiste en un ritual de la época nurágica (precristiana) que nació como un gesto de veneración a los animales para protegerse de los malos espíritus y propiciar las cosechas. La atracción principal son los llamados ‘hombres-bestia’: los Mamutones, quienes avanzan a paso lento y pesado, logrando mover en una especie de danza 30 kilos de cencerros colocados sobre sus espaldas mientras emiten un sonido singular.  Llevan pieles de oveja negras y una máscara de madera. Junto a ellos, los Issohadores se mueven con gracia, blandiendo una soga (llamada, en idioma sardo, “sa soha”) necesaria –según indica la tradición- para poder capturar a las damiselas.  

“En los últimos tiempos todo ha colapsado”, destacan desde Mamoiada recordando el impacto provocado por la crisis sanitaria: “Vivimos en un clima de incertidumbre, reservar vuelos es un riesgo muy grande para los turistas, que temen nuevas restricciones. Por otro lado, no queremos pasar a celebrar nuestro carnaval al verano ya que es un rito agrícola que desde siempre se realiza a finales del invierno. Para sostener el turismo veraniego organizaremos otros espectáculos”. 

Sortija medieval. En Cerdeña hay otro carnaval ineludible. Se llama Sartiglia, palabra que viene del castellano sortija, tiene lugar en la ciudad de Oristano y se inspira en la Carrera a la Estrella, un torneo de la antigüedad.

Es uno de los eventos ecuestres más antiguos de la zona del Mediterráneo. El personaje clave de la fiesta es Su Componidori, lleva ropas características de la Edad Media castellana y una máscara andrógina. Desde hace cientos de años, tras disfrazarse y desfilar por la ciudad, los imponentes caballeros, armados con sus espadas, tienen que dar en la diana, una estrella que cuelga de una cinta verde, en una suerte de desafío al destino. 

“Para nosotros, dice a PERFIL el intendente de la ciudad Andrea Lutzu, renunciar al carnaval implica perder unos 100 mil turistas de todo el mundo. En el 2020 logramos organizarlo antes que la pandemia estallara en nuestra isla. Este año volvimos con una edición reducida del torneo, puesto que suspendimos tanto la parte de la carrera como la de la tropilla de los caballos. Nos enfocamos en los desfiles y la vestizione, ritos que la gente de Oristano vive de forma más íntima”.

“Creo que logramos readaptar la celebración teniendo en cuenta las dificultades en las que vivimos. Volver a la Sartiglia tal cual se ha transmitido durante siglos es nuestro objetivo y nuestra esperanza”, agrega.

Carrozas, chocolates, almendras. También en Fano, la bella ciudad del centro de la peninsula que celebra desde 1347 “el caranaval mas dulce de Italia”, hubo esperanza y preocupación. Desde hace siglos la fiesta culmina con el getto, el lanzamiento de toneladas de chocolates, almendras garrapiñada y caramelos sobre la multitud que grita al paso de las carrozas. 

Maria Flora Giammarioli, presidenta del comité organizador, aclara a PERFIL que el carnaval de este año fue “más sencillo, acorde con el espíritu de la época, puesto que priorizamos los aspectos culturales”. A raíz de la pandemia se decidió trasladar los espectáculos más atrayentes al mes de agosto: “No quisimos renunciar a nuestra tradición y por eso la pasamos al verano. Está claro que desde el punto de vista económico hay muchas diferencias: el carnaval de invierno revitaliza nuestra economía en meses que son de baja temporada, realizar el carnaval en invierno es en cambio un evento entre muchos, en un período del año en el que tenemos mucho turismo”. Giammarioli recuerda también que “el carnaval va mucho más allá de los aspectos económicos, razón por la cual decidimos mantener en febrero algunos de los actos clave de la fiesta. Estamos satisfechos, sentimos que el sentimiento carnavalesco y el deseo de salir de la gente es muy fuerte.”

Las celebraciones se complicaron el jueves 24, uno de los días claves del Carneval, cuando tuvo lugar el estallido de la guerra en Ucrania: una macabra coincidencia en un año que se suponía debía ser de recuperación. Giammarioli habla abiertamente: “Los días principales del carnaval son el jueves y el martes siguiente de la semana anterior al principio de la Cuaresma, días para los cuales habíamos planeado actos culturales y juegos en la plaza para los niños. Se trata de actividades muy sencillas que, a pesar de la conmoción general, no creímos necesario suspender”.     

Francesca Cecamore comenta a su vez que “el Carnaval veneciano había comenzado el 12 de febrero, varios días antes del inicio de las hostilidades. Las plazas y calles de nuestra ciudad son desde siempre un cruce de pueblos, un encuentro armónico y fértil de culturas: de esto habla el carnaval. En definitiva, lo que celebramos desde hace miles de años al final de febrero es una fiesta de la gente, de los pueblos en paz: la antítesis misma de la guerra”.

 

El argentino que reinventó las máscaras

A.L.

El Carnaval veneciano supo renacer este año después de la pandemia, sin embargo no es la primera vez que este suntuoso evento milenario se suspende y vuelve a resurgir tal como el Ave Fénix.

Su primera celebración se remonta a 1094 y solía durar desde el 26 de diciembre hasta el Miércoles de Ceniza. En 1797 Napoleón decidió prohibir al carnaval veneciano, que cayó así en una especie de olvido durante casi doscientos años.  

Hubo que esperar hasta el 1979 para que un grupo de asociaciones espontáneas de ciudadanos revivieran la milenaria tradición, misión en la que fue clave el aporte económico y logístico del Municipio de Venecia, el Teatro de la Fenice, la Bienal de Venecia y los patronatos de turismo.

Fue en estos años que se volvieron a estudiar las máscaras, protagonista absoluto de la historia de Venecia, de su carnaval y su teatro.

Uno de los “padres” de este resurgir de las máscaras es el argentino Carlos Brassesco. Rosarino, nacido en 1953, llegó a Venecia en 1978 para terminar sus estudios en la Facultad de Arquitectura. Aquí, junto con otros estudiantes, muchos de los cuales extranjeros, tuvo una intuición.

PERFIL lo contactó telefónicamente para que contara su historia. “A principios de los años 80 nos dimos cuenta de que el perfil de los turistas internacionales estaba cambiando y la gente quería volver a casa con pequeñas obras maestras artesanales, profundamente locales, pero relativamente accesibles y con un significado comprensible para todos. Empezamos así a estudiar la tradición de las máscaras, las técnicas antiguas y también cómo éstas fueron evolucionando a lo largo del tiempo.”  

El arte de los mascareri (fabricantes de máscaras) es una de las profesiones más antiguas de la maravillosa ciudad italiana. El uso de las máscaras era frecuente en Venecia en diferentes festividades: los primeros documentos oficiales que regulan el trabajo de estos artesanos se remontan a 1271. Pero fue solo durante el siglo XV cuando las máscaras se convirtien en algo tradicional de las fiestas de Carnaval. Un año clave fue 1436, cuando los mascareri adoptaron su propio estatuto, documento que se conserva en los Archivos del Estado.

Cuando Carlos y sus compañeros revivieron el arte de las máscaras, estas tuvieron un nuevo auge, convirtiéndose así  en el símbolo del carnaval.

“¿Cómo nos ha ido? Nosotros no preveíamos este boom. En 1984 el Municipio veneciano nos cedió un espacio para vender nuestras máscaras, decidimos hacer una especie de mercadillo. Las máscaras se vendieron literalmente como pan caliente. Los comerciantes comenzaron a hacernos pedidos cada vez más grandes: teníamos 10 máscaras nos pedían 20, hacíamos 20 querían 40… Éramos todos estudiantes o recién egresados, necesitábamos el dinero -esa es la verdad de la historia- así que nos lanzamos de cabeza en esta aventura. Con el pasar de los años fuimos creciendo casi sin darnos cuenta.”

Ahora, sin embargo, Carlos es una estrella ya que además de ser mascarero y miembro activo de la junta directiva del grupo que reúne a estos artesanos tan especializados, es escenógrafo de películas y eventos. 

“El mundo de las máscaras te va llevando por ejemplo al teatro y a la decoración de los palacios, o incluso al cine y la publicidad. Ahora, por ejemplo, estoy participando en la creación del pabellón de Brasil para la Bienal. Si bien es una ciudad chica, es indudable que Venecia te abre las puertas a muchas posibilidades”.

¿Qué ha cambiado desde entonces? «Aparte de la pandemia, que en el fondo es una contingencia, hemos sufrido mucho la competencia de China y también de países como Albania; hay indudablemente un fenómeno de deslocalización a otros sitios de nuestro trabajo. Hacen máscaras de plástico, llenan las tiendas de productos de bajo costos…»

¿Cuánto cuesta una máscara hecha a mano en un taller? «Desde 20-30 euros para las más sencillos, hasta 1.000 euros para aquellas que están hechas a medida».

¿Cuáles son las máscaras más vendidas? «Durante el carnaval vendemos sobre todo máscaras para vestir, a menudo sencillas, como la Bauta, para salir a festejar, o bien más refinadas para los numerosos bailes privados. En el caso del teatro, vendemos máscaras de cuero: son las mejores, se adaptan perfectamente al rostro de los actores. Pero las máscaras ya no se compran sólo para el carnaval, se han convertido en un símbolo de la ciudad y muchos turistas las compran como recuerdo y pequeñas obras de arte, para colgarlas en su casa.”

“¿Cuál ha sido este año la máscara más vendida? Aunque parezca increíble, la que nos piden más es la del médico de la peste, con el pico largo, en el que cada médico escondía un juego de hierbas para no infectarse».

 

*Experta italiana en agroindustria e historia de la cocina.

 https://storiaincucina.food.blog/