OPINIóN
16 de junio de 1955

El bombardeo a la Plaza de Mayo y los orígenes de la violencia política

A 65 años del mayor atentado contra la población civil en la historia argentina y 50 del secuestro y asesinato del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu por los Montoneros, un análisis sobre el origen de la violencia política en la Argentina.

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Bombardeos junio de 1955 | Cedoc

Este año se cumplen 65 años del bombardeo a la Plaza de Mayo, el mayor atentado contra la población civil en la historia argentina y 50 años del secuestro y asesinato del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu por los Montoneros, lo que ha reavivado los debates en torno al origen de la violencia política en la Argentina. En este texto procuramos aportar algunos interrogantes a esas conversaciones que siguen teniendo vigencia en la historia de nuestro país.

Comienzo con algunas preguntas: ¿dónde podemos marcar el origen de la violencia política en la Argentina? ¿el paso del tiempo necesariamente debe ir cerrando las heridas del pasado? ¿es menos injusto -o nos duele menos- lo ocurrido con Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, José de San Martín, Martín Miguel de Güemes, entre tantos otros, destratados, humillados y vilipendiados por los gobiernos establecidos en Buenos Aires en la década de 1810, que -por ejemplo- la proscripción del peronismo durante dieciocho años, tan solo porque transcurrió más tiempo entre los hechos? ¿el simple -e ineluctable- paso del tiempo disuelve las diferencias?

 

El regreso del peronismo al poder: similitudes de la Argentina de ayer y la de hoy

Recientemente se publicó un libro de la politóloga y periodista María O’ Donnell sobre el secuestro y asesinato del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu a manos de la organización Montoneros en 1970. En el título se indica: “El crimen político que dividió al país”. En la misma dirección, en ocasión del cincuentenario de este hecho se realizaron diversas notas a intelectuales y periodistas. Por ejemplo, Natalio Botana, autor de obras clásicas de la historia argentina (entre otras, El orden conservador, 1880-1916), entrevistado por el diario La Nación, ante la pregunta de cómo se había llegado a tan altos grados de violencia afirmó que “…hubo un penoso proceso de violencia, que estalló a comienzos de 1970 y desembocó en una espiral que los argentinos jamás habían imaginado”.

En pocas palabras: el crimen de Aramburu, según estas interpretaciones, habría dado inicio a la división del país (lo que hoy, en términos mucho menos trágicos, llamamos la grieta) y al origen de la violencia.

La vida de Norma Arrostito, la única mujer que participó del secuestro de Aramburu

No pongo en duda el prestigio e inteligencia de los autores citados, por cierto ganada en buena ley y con mucho esfuerzo a través de la vida académica y la práctica periodística. Pero me parece llamativo omitir la pregunta sobre cuándo se inició la división del país y la violencia política. ¿Dónde marcar ese comienzo? ¿qué criterio usamos para colocar o quitar acontecimientos de nuestra historia? ¿el asesinato de líderes populares como Manuel Dorrego o el “Chacho” Peñaloza en el siglo XIX son menos graves que los sucesos de la Semana Roja de 1909, en que el jefe de Policía Ramón L. Falcón masacró una manifestación obrera? ¿nos duele menos la Semana Trágica de 1919 donde hubo 700 (setecientos!!!!) obreras y obreros muertos en la ciudad de Buenos Aires a manos del Ejército y grupos de choque que, por ejemplo, las bombas colocadas en un acto peronista en Plaza de Mayo en abril de 1953, que dejaron un tendal de víctimas? ¿hay un plazo para que ese dolor caduque? ¿nos deja de interesar?¿es reemplazado por nuevos dolores? ¿hay un criterio cuantitativo: a más muertos, más dolor?

Comunismo y Peronismo: una mirada a partir de la numerología

Sobre el paso del tiempo, también quiero marcar algunas cosas más: una nota de Alejandra Conti en La Nación, refiere a que Mario Firmenich, líder de los Montoneros, no muestra “autocrítica o arrepentimiento” por el crimen de Aramburu. Esa sería una actitud bien diferente a la de Aramburu que -señala- ya no era el mismo del año 1955. El Aramburu de 1970 se había dado cuenta que sin el peronismo no existíaun juego político posible. Mientras uno (Firmenich) no se había movido un ápice de su pensamiento (y osaba remontarse al crimen de Manuel Dorrego en 1828), el otro (Aramburu), en solo quince años había pasado de proscribiral peronismo (decreto 4161/56), secuestrar el cadáver de Eva Perón (que fue mutilado y vejado), ordenar el fusilamiento de militares y civiles en un intento de golpe contra su golpe, deteriorar el nivel de vida de las masas trabajadoras, endeudarse con el Fondo Monetario Internacional, a transformarse en un gran demócrata. Evidentemente el tiempo le pegaría a las personas de manera muy diferente. Por último, en estos días fue estrenado el documental “Cristo Vence” por la TV Pública en ocasión de cumplirse un nuevo aniversario del bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Uno de los longevos entrevistados, vinculado a la Iglesia y a la oposición al peronismo, que participó en la -autodenominada- Revolución Libertadora señalaba sin atisbo de dudas que “volvería a hacer exactamente lo mismo”.

¿Tuvo apoyo popular la guerrilla en la argentina?

En suma, ¿es posible trascender/saltar/desmontar la grieta, de una vez y para siempre? ¿cómo conciliar el genuino dolor popular por la muerte de Eva Perón con las pintadas de Viva el cáncer? Honestamente, no tengo idea. Tal vez una medida, desde la Historia, que podría ser de utilidad es establecer días feriados (laborables o no, esa es otra discusión) a las principales figuras de las dos fuerzas políticas más importantes que tuvo la Argentina: el peronismo y el radicalismo. En el primer caso, Perón (1 de julio), Eva (26 de julio), Néstor Kirchner (27 de octubre), en el segundo, Yrigoyen (3 de julio), Frondizi (18 de abril), Illia (18 de enero) y Alfonsín (31 de marzo). En esas fechas se podría reflexionar en los establecimientos educativos y en los medios de comunicación sobre esas personalidades, acerca de los puntos de acercamiento, de concordia, los esfuerzos mancomunados (por ejemplo, entre Perón y Balbín, luego de haber vivido en el pasado agrios enfrentamientos). Esto no implica esconder o negar la grieta, sino priorizar los espacios de acuerdo. Claro está que la primera “grieta” que debemos zanjar, con urgencia, es la de la desigualdad económica y social entre los 44 millones de argentinas y argentinos. No hay concordia posible con un 40% de la población (más, en la pos-pandemia del COVID-19) sin un acceso digno a la salud, la educación, la seguridad y la vivienda.

Simples comentarios en voz alta para seguir pensando, reflexionando y revisando nuestro pasado, para mejorar nuestro presente y moldear un nuevo futuro.