El 12 de octubre de 1880 asume la presidencia del país don Julio Argentino Roca, iniciando la denominada “Generación del `80”. Su aporte principal fue insertar a la incipiente nación en la División Internacional del Trabajo con un papel agroexportador, decisión que produjo importantes transformaciones productivas y económicas y una progresiva europeización de los hábitos sociales y culturales.
Entre 1880 y 1886 se desarrolló su presidencia, que emprendió transformaciones estructurales, tales como: la introducción del ferrocarril, la atracción de inmigración europea como mano de obra rural, la incorporación de superficies aptas para la actividad agrícola, entre otras, que produjeron una rápida ocupación de grandes extensiones despobladas, hecho que favoreció el aumento vertiginoso de la producción exportable. La masa de población que se incorporó fue modificando la fisonomía social y física y sofisticando hábitos de consumos tras cierta opulencia económica emergente.
Tras los efectos de la Revolución Industrial europea, en el país se incorporaron nuevos territorios en el marco de la “Campaña al Desierto”, con la búsqueda de suelos aptos para la producción agropecuaria. Con lo cual, la llanura pampeana se tornó en centro natural de abastecimiento a los países centrales y el puerto de Buenos Aires se consagró como puerta a través de la cual se estableció un circuito económico basado en la exportación de materias primas y la importación de productos elaborados.
Esto trajo aparejado una incipiente industrialización local, la expansión de algunas empresas comerciales y una serie de inversiones de capital, predominantemente británico, para la realización de obras de infraestructura –tales como: puertos, ferrocarriles, muelles, tranvías, obras sanitarias, teléfonos, etc.– sin las cuales no hubiera sido posible materializar este modelo.
La política económica nacional llevada a cabo tuvo a Buenos Aires como centro del sistema, al que confluía toda la producción agropecuaria desde el interior de la pampa húmeda para ser embarcada hacia los puertos europeos. A su vez, desde allí se enviaban manufacturas de todo tipo para ser comercializadas en el centro de la ciudad, y luego distribuidas hacia el interior.
...Una incipiente industrialización local, la expansión de algunas empresas comerciales y una serie de inversiones de capital, predominantemente británico, para la realización de puertos, ferrocarriles, muelles, tranvías, obras sanitarias, teléfonos, etc..."
Ante una Europa en crisis, producto del agotamiento agrícola, del crecimiento demográfico, de la desocupación persistente y de los conflictos bélicos generalizados, el nuevo continente era vislumbrado como un destino ideal para mejorar las condiciones de vida de una gran cantidad de trabajadores tan marginados del sistema como empobrecidos, deseosos de convertirse en pequeños propietarios de parcelas de tierra para su cultivo o conseguir un empleo rural relativamente bien remunerado.
El incesante incremento demográfico producto del aporte inmigratorio europeo derivó en una la crisis higiénico-urbana, en territorios que no encontraron celeridad en las respuestas para atender a tamañas demandas.
La Argentina de Julio Argentino Roca
Tras largas pujas políticas internas, que se prolongaron durante toda una década, la ciudad de Buenos Aires, consagrada por Roca como eslabón principal de las estrategias de modernización del país, fue declarada en 1880 “Capital de la República” y sede del gobierno nacional, federalizando el territorio comunal. Ante tal acontecimiento, la Corporación Municipal proclamó que “dicha designación no sólo manifiesta la satisfacción de una necesidad general, sino también su engrandecimiento tanto moral como material”.
Esta expresión fue la que definitivamente sentó las bases para la futura acción de gobierno.
Roca trajo la convivencia de dos realidades contrapuestas: por un lado el deseo de un país moderno, capaz de seducir al mundo con una fisonomía acarameladamente europeizada y, por otro, un desborde poblacional"
En este marco, Buenos Aires, que comenzó a perfilarse como la vidriera rutilante del país, era el espejo en el que la sociedad se miraba para comprobar los saltos del progreso. Paralelamente a esta euforia, las grandes oleadas inmigratorias multiplicaron la densidad poblacional que suscitaba problemas concretos de hábitat a resolver; donde numerosas epidemias de enfermedades infectocontagiosas acentuaban las deficiencias sanitarias y pusieron en crisis el estado de los servicios, colapsando los sistemas de salubridad e infraestructura urbanos. Por este motivo los parques públicos comenzaron a considerarse como pulmones de la ciudad contra la congestión creciente y como instrumentos “civilizadores” de la sociedad.
Crece la desigualdad social: qué puede pasar en una sociedad cada vez más fragmentada
Se observa, entonces, la convivencia de dos realidades contrapuestas: por un lado, el deseo de un país moderno, capaz de seducir al mundo con una fisonomía acarameladamente europeizada y, por otro, un desborde poblacional al que debía proveerse de residencia, hospitales y escuelas, así como calles, plazas, alumbrado, agua corriente y cloacas.
El cambio de la fisonomía en las ciudades fue notorio y evidente. Se poblaron los terrenos baldíos y se lotearon aquellos que originariamente fueron destinados a huertas, se ampliaron y generaron parques públicos para contener a suntuosos edificios y se comenzó a electrificar el alumbrado público.
En consecuencia, mientras ciertos barrios se poblaban de palacetes franceses, ocupados por la llamada “gente decente”, otros se esforzaban por acomodarse a exigencias de carácter higiénico y sanitario. El desarrollo de los barrios viejos y el surgimiento de otros nuevos era incentivado por la nueva dinámica del transporte, que ganaba distancias y reducía tiempos.
De este modo, los suburbios se llenaron de nuevos barrios, en un crecimiento que iba del puerto hacia los suburbios, reproduciendo el esquema productivo del país, que lo hacía de Buenos Aires hacia la pampa. Fueron tiempos de profundos cambios que marcaron la agenda del siglo 20.