Nueva Hampshire, Estados Unidos, domingo 6 pm, suena el teléfono de un activista demócrata, del otro lado de la línea, la voz del presidente Joe Biden advierte: “Es importante que guardes tu voto para las elecciones de noviembre. Necesitaremos tu ayuda para elegir a los demócratas de todos los niveles. Votar este martes solo ayuda a los republicanos en su búsqueda de elegir nuevamente a Donald Trump. Tu voto hace la diferencia en noviembre, no este martes”.
El identificador de llamadas alerta que el número telefónico desde el cual se realizó la comunicación corresponde al celular personal de Kathy Sullivan, expresidenta del Partido Demócrata en el Estado, quien milita a favor de Biden.
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Las personas que recibieron el llamado entran en duda. Comienzan a hablar entre ellas. La confusión entre los partidarios de Biden se esparce rápidamente.
En menos de 48 hs. deben ir a votar, pero su candidato les dice que no acudan. Las autoridades partidarias actúan ante la justicia a primera hora del día lunes, denunciando la llamada falsa. Apenas en horas comienzan los comicios y deben dar aviso a sus electores de que han sido engañados. Otro caso paradigmático fueron las elecciones en Eslovaquia.
En ellas, a solo dos días de realizarse los comicios, circuló un audio por Facebook en el cual se escuchaban dos voces: supuestamente, Michal Šimečka, líder del partido liberal Progresivo Eslovaquia, y Monika Tódová del jornal Denník N. El dialogo giraba en torno a comprar votos para poder obtener la victoria.
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Nótese que, en este caso como en el sucedido en Estados Unidos, la deepFakes circuló pocas horas antes de realizarse las elecciones. Lo mismo aconteció con la deepfake de Mauricio Macri. Ello se hace de manera que el afectado o dañado carezca de tiempo suficiente para poder contrarrestar la información engañosa. Una jugada de mala fe. El objetivo: crear un estado de confusión y descrédito entre la población afín al partido.
El desarrollo de todo ciclo electoral se enmarca dentro de un contexto particular en el cual la libertad de expresión funciona como sostén de la estructura de la gobernanza democrática. El artículo 19 de Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) estipula que la libertad de expresión debe ser comprendida en torno a las acciones de producir, buscar, recibir y difundir información.
En este punto se vuelve imperativo desarrollar la conexión directa que existe entre la libertad de expresión y la integridad de la información a partir de la capacidad que la I.A. tiene para contaminar las noticias que nos llegan a diario.
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Cuando se habla de integridad de la información se alude a la precisión, consistencia y confiabilidad del contenido que tienen las noticias, datos y relatos que nos llegan a través de las redes sociales. Hoy, entre sus muchos usos, la I. A. Generativa está contaminando la información que nos llega.
El uso extendido de la I.A. se explica por su simplicidad y bajo costo, los que permiten que sea accesible a cualquier persona. Con un simple prompt, es decir, un comando que se le da al sistema se puede crear imágenes, videos y recrear voces, entre otro sinfín de acciones.
Así se realizan los DeepFakes: videos que utilizan Inteligencia Artificial para suplantar la imagen y la voz de una persona, dando como resultado productos que son sorprendentemente convincentes en su apariencia. Al principio, se debía “alimentar” la I.A. con al menos 20 minutos de muestra para crear una cápsula de copia que durara 30 segundos. En la actualidad, con tan solo 60 segundos de muestreo, se puede generar contenido sintético ultra realista.
Las posibilidades de crear entornos de desinformación son infinitas. Sobre todo, si se tiene en cuenta que muchas I.A. Generativa son de acceso gratuitos, y las más avanzadas apenas tienen un costo que no superan los US$ 30 mensuales.
Esto debe ser un llamado de atención a la justicia. Su accionar debe ser eficiente y las sanciones ejemplares. Lo que se pone en juego es la integridad del voto, el procedimiento por excelencia de la democracia.