OPINIóN
Dos mundos

Las ciudades y la selva

Roma y Estambul, modelos de las conquistas de la humanidad, y la selva amazónica, equilibrio en la diversidad.

roma italia
Roma (Italia) | AFP

Roma fue la cuna de un Imperio que abarcaba casi toda la actual Europa, partes de Asia y de África. Su centro estaba en el Mare Nostrum, el que ahora llamamos Mediterráneo.

Mantiene esta ciudad luminosa sus viejas ruinas, testigo elocuente de su grandeza y también de sus miserias, de sus riquezas y de su esclavitud, de sus legiones casi invencibles en gran parte de su historia y también de sus crucifixiones, la más célebre de ellas, la que hizo que uno de sus emperadores tardíos, pasara a profesar una fe, desconocida para sus antecesores. 

Ello no impidió la decadencia propia de todos los imperios y su invasión que terminara con la llamada, en su última etapa, capital del Imperio de Occidente.

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Su hermosura, su blancura actual, su luz y su sol la hacen una de las capitales turísticas del mundo, colmada curiosamente de surcoreanos, chinos y japoneses, o sea, asiáticos de pacífica invasión, que no dejan de fotografiar sus maravillas, sus parques y sus pinos, Los Pinos de Roma, que musicalizara Ottorino Respighi.

Y colmada de comercios de altísimo valor, sus taxis no alcanzan a cubrir la creciente demanda de sus visitantes, que se renuevan día a día y hora a hora.

Pero el mismo Respighi que le pusiera notas musicales también a Las Fuentes de Roma, nunca se habría imaginado que una de ellas se haría tan célebre, que se convertiría, todos los días y todas las noches del año, en una verdadera peregrinación laica, con el consabido tiro de monedas, que recauda el municipio, con la promesa implícita a cada visitante, de regresar a la llamada Ciudad Eterna.

Y dicha peregrinación a la Fontana de Trevi, responde a la ocurrencia genial de un cineasta formidable, Federico Fellini, que en una fría noche, hiciera entrar en sus aguas a la bellísima Anita Eckberg y al inolvidable Marcello Mastroiani, el enamoradizo periodista y testigo de esa ficción fabulosa que es La Dolce Vita.

Ese fue un retrato tremendo de la Roma moderna de los 60, como Ladrones de Bicicletas de Victorio de Sicca, y Roma Ciudad Abierta de Roberto Rosellini mostraron las heridas sociales y singulares posteriores a la Segunda Gran Guerra.

Las ciudades

Pero en esa joya del Renacimiento que es la pequeña Ciudad del Vaticano, también enclave romano, se produjo a fines de mayo un inusual acto: la orquesta Sinfónica de Jerusalén, bajo la batuta del notable director argentino-israelí Yeruham Scharovsky, nacido en Flores, como hiciera notar el Papa Francisco, ejecutó un emotivo concierto denominado Unión de religiones.

Dicho concierto conmemorativo del 200 aniversario de la reconstrucción de la iglesia de San Pablo Extramuros, fue la primera ocasión en la que una orquesta israelí, con un director de la misma nacionalidad se presentara en el Vaticano.

Y el Maestro, que actuara en el teatro Colón en 2022, con la misma orquesta, tuvo un muy simpático gesto, le entregó una batuta honorífica al Papa argentino, con estas palabras: “Con esta varita consigo armonía entre 80 músicos. En sus manos, tal vez Usted pueda conseguir armonía entre toda la Humanidad”.

Armonía en la diversidad presenta esa otra capital turística del mundo actual, que es la histórica Estambul. Con sus dos partes europeas y una asiática, la gigantesca ciudad es la única en el mundo que posee un puente que une Europa con Asia.

Con el bellísimo paisaje del profundo Estrecho del Bósforo, que une el Mar de Mármara europeo con la llave asiática que es el Mar Negro. Y sus minaretes, sus mezquitas como la hermosa Mezquita Azul, e iglesias como la antigua Santa Sofía, ahora convertida al Islam, sus calles estrechas y su tránsito laberíntico ofrece una muy  dulce gastronomía y el tan vívido aroma de su diversidad de especias.

Hyperión se llamó la fundación griega de la ciudad en la zona del hipódromo, luego pasó a llamarse Constantinopla, cuando el Emperador romano Constantino adoptó para el Imperio Romano la fe cristiana. Será denominada Bizancio en el momento de la lucha medieval, entre las sangrientas cruzadas papales y el poder islámico. 

Y pasará a llamarse Estambul, cuando las armas otomanas de los sultanes, con sus palacios y sus harenes tome la ciudad. Imperio que caerá al final de la Primera Gran Guerra y el golpe final se lo dará Kamal Ataturk, cuando viniendo desde Ankara en una guerra de liberación, haga huir a Inglaterra en 1923 al último sultán y establezca la posibilidad de un estado laico, algo que está en disputa en estos momentos.

Sin embargo la diversidad de vestimentas de las mujeres turcas desde el color negro y cubrirse todo el cuerpo, visualizándose sólo los ojos, hasta las que respetan sólo el uso del pañuelo en la cabeza y las jóvenes que no dudan en vestir minifaldas, muestra un claro respeto de la sociedad a esta variedad casi infinita  en el vestir.


La selva

Muy diferente es la vida en la selva. La reciente caída de un avión en un río con su piloto muerto y la madre de unos niños agonizando cuatro días mostró la sobrevivencia de estos niños a los cuales la madre alcanzó a dejarles alimento y el hecho que ellos conocían lo selvático desde sus orígenes, les permitió no temerle y buscar un refugio seguro hasta que ese héroe canino llamado Wilson llegara a ellos.

La selva amazónica en este caso es una clara muestra de la infinita potencia de la Naturaleza y cómo se produce un exquisito equilibrio en su exuberante diversidad.

Es la especie humana la que debe respetarla como su Madre y su nutriente. Como nacemos de ella y volvemos a ella, debemos ya tomar nota del calentamiento global producto de nuestra actividad y calibrar nuestra responsabilidad, como en el caso de la ciudad de Montevideo, de quedarnos sin agua potable y poner en peligro nosotros mismos, nuestra existencia y persistencia en el Planeta Tierra.

*Dr. En Medicina y en Cs Sc UBA,  Licenciado en Ciencia Política, Ex investigador en CNEA, Docente autorizado UBA