A pesar de las inclemencias, los niños indígenas que quedaron perdidos en la Amazonía colombiana al accidentarse la avioneta en la que viajaban nunca perdieron la conciencia y recuerdan todo, dijo el domingo uno de los rescatistas que los hallaron después de 40 días en la selva.
"Lo que admiramos de los cuatro menores, independiente de la niña que no habla, era que no habían perdido el conocimiento. Se recordaban de todo", expresó Henry Guerrero, un miembro de las guardias indígenas que junto a militares rescataron el viernes a los menores.
Los hermanos Lesly (13 años), Soleiny (9), Tien Noriel (5) y Cristin (1), de la comunidad huitoto, lograron sobrevivir deambulando por la selva amazónica entre los departamentos sureños de Guaviare y Caquetá, en la que habitan jaguares, pumas y serpientes venenosas.
Los cuatro viajaban junto a tres adultos, incluida su madre, que murieron tras precipitarse la aeronave el 1 de mayo.
Guardias indígenas fueron los primeros en llegar al sitio donde estaban los menores, de los cuales los dos más pequeños cumplieron años en medio de la espesura. "Ellos lo primero que nos preguntaron (dijeron) es que tenían hambre. Querían comer arroz con leche, querían comer pan, solamente era comer, comer", indicó Guerrero.
"Ya no podía caminar"
Los niños estaban "desnutridos" y "débiles", por lo que llevaban cuatro días en el mismo sitio, donde "tenían un pequeño cambuchito (carpa improvisada), de un toldillo, y tenían una toallita ahí, en el suelo". Tien Noriel "ya estaba muy débil, ya no podía caminar", anotó.
Lograron mantenerse 40 días en la selva porque Lesly fue "muy inteligente" al armar un maletín con fariña (harina de yuca) que había en la aeronave. También tomaron una toalla, una linterna que ya estaba desgastada, dos teléfonos celulares "con los que creo que se distraían de noche", una caja musical, ropa y bebidas gaseosas.
Para los guardias indígenas, conocedores de la jungla, un zapato deportivo que a Lesly "se le cayó" mientras se movilizaban de manera desorientada "fue la pista que nos dio para encontrarlos" a dos km del último punto de partida para la búsqueda del viernes.
Los menores fueron hallados a cinco km del lugar donde la avioneta quedó atrapada entre árboles y con la parte frontal destruida.
Guerrero, quien fue uno de los primeros en hacer contacto con los niños, señaló que los menores se ubicaban cerca de fuentes de agua y que Lesly afirmó que sí escuchaban un mensaje de su abuela en lengua huitoto en el que les pedían dejar de caminar, que eran emitidos por altoparlantes desde helicópteros militares.
"La mayorcita, ella decía que escuchaba todos los mensajes del helicóptero, que la andaban buscando (...) pero no sabían para dónde era" por la espesura.
Desesperación
El rescatista también se ocupó de avisar del exitoso rescate al padre de los niños, Manuel Miller Ranoque, quien también intervino en la búsqueda por semanas: "Yo le dije al papá, yo fui el que primero le dije: Miller encontraron a sus hijos".
El hallazgo se dio cuando los guardias indígenas entraban en desesperación por el transcurrir de los días. Llevaban un mes junto a militares rastreando la selva, apoyados por perros adiestrados.
"Después de 30 días de búsqueda que hicimos, pues estábamos un poco ya desesperados porque ya llevábamos varios tiempos, nos desesperaba el tiempo", manifestó. Pero "cuando los encontramos, realmente fue una felicidad muy inmensa (...) Nos llenó de mucha alegría", comentó.
La fuerza indígena para sobrevivir en la selva amazónica colombiana
Los niños conocían la selva y los indígenas que los buscaban implementaron todos sus saberes tradicionales para encontrarlos. Para la Organización Nacional de Pueblos Indígenas de Colombia (OPIAC), "la sobrevivencia de los niños es una muestra del conocimiento y relacionamiento con el medio natural de vida, el cual se enseña desde el vientre de la madre".
Tras la caída de la avioneta el 1 de mayo, en un accidente en el que fallecieron la madre de los menores y otros dos adultos, la familia se aferró a una esperanza: su conocimiento de la selva, sus reglas, peligros y códigos.
Los "hijos del monte", como decía su abuelo, pudieron sobrevivir comiendo un poco de fariña y rescatando algo de la comida lanzada al azar por los helicópteros del Ejército. Pero también consumiendo "semillas", frutas, raíces y plantas que habían identificado y sabían que eran comestibles, explicó Luis Acosta, responsable nacional de las guardias indígenas de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
"Fuerza espiritual"
"Son niños indígenas y conocen muy bien la selva. Saben qué comer y qué no. Lograron sobrevivir gracias a eso y a su fuerza espiritual", dijo Acosta, que participó en las operaciones de búsqueda.
Este tema de la "fuerza espiritual" es recurrente entre los líderes indígenas que comentan la hazaña. Acosta prometió colocar una guardia frente al hospital militar de Bogotá, donde están siendo atendidos los niños, para acompañarlos "espiritualmente".
"Tenemos una conexión particular con la naturaleza", resume Javier Betancourt, otro dirigente de la ONIC. "El mundo necesita esta relación particular con la naturaleza, favorecer a quienes, como los indígenas, viven en la selva y la cuidan".
Durante la búsqueda, militares y pueblos originarios unieron sus fuerzas durante unos 20 días. El Ejército emitió grabaciones de audio desde helicópteros en las que la abuela de los niños les pedía en lengua huitoto que no se movieran y les advertía que los estaban buscando.
"Nos organizamos, nos coordinamos", explicó el líder de la ONIC. Cerca de 84 voluntarios, miembros de las guardias indígenas de los departamentos de Caquetá, Putumayo, Meta y Amazonas, se unieron entonces al centenar de comandos de la "Operación Esperanza".
Con presencia en varios departamentos, estos "guardias indígenas", armados únicamente con palos y pañuelos de colores, garantizan la seguridad de las comunidades y la vigilancia de los territorios indígenas, que se enfrentan o cohabitan con numerosos grupos armados activos en el país. Sus relaciones con los militares son a veces igual de difíciles.
En la selva del Guaviare, el dúo funcionó. Todos los días elaboraban un informe conjunto sobre las operaciones, mientras los nativos realizaban sus propios rituales para los "espíritus" de la selva, utilizando su tradicional mambé (un polvo hecho con hojas de coca y ceniza) y chirrinchi, una bebida fermentada.
Utilizando machetes y botes de pintura en aerosol, los rescatistas dejaban marcas o pequeñas "trampas" (troncos cortados o colocados estratégicamente) aquí y allá para guiar a los niños.
También se utilizaron los conocimientos medicinales de los indígenas para adaptarse a las difíciles condiciones de la selva, tratando rasguños, astillas, picaduras de insectos, agotamiento y dolor físico.
Los indígenas han "trabajado bajo la lluvia, en tormentas y en muchas situaciones difíciles, pero siempre con la esperanza y la fe espiritual de poderlos encontrar", dijo Acosta.
Y finalmente, un guardia indígena encontró a los niños, en una zona que no había sido explorada.
afp