Hoy en día ya se reconoce a la inteligencia emocional como el factor crítico para el éxito y la satisfacción personal.
En el pasado, el éxito del docente estaba estrechamente vinculado a los logros académicos de sus alumnos. Sin embargo, en la sociedad actual se han creado otras expectativas docentes que requieren de un mayor protagonismo de las habilidades socioemocionales, o habilidades para la vida (autoestima, manejo de la ira, resolución de conflictos, conflictos de inferioridad, manejo de presiones, etc).
Históricamente el colegio ha formado niños en lo cognitivo y en lo cultural. Los docentes hoy deben tomar el desafío de formar a personas, además, con herramientas sociales y emocionales que les permitan afrontar los desafíos de la vida. Esto es, trabajar los miedos, las expectativas, las presiones, etc. Hoy el docente tiene un desafío tan grande como maravilloso. Es el desafío de abordar tanto lo académico como lo socioafectivo.
Emociones y aprendizaje son un binomio indisoluble
En la labor docente es fundamental que intervengan factores como la motivación, las expectativas y el afecto, denominados factores no intelectivos, que se interrelacionan con los aspectos cognitivos transformándose en la mejor ecuación que es resultados académicos + aprendizaje para la vida. Si el foco está puesto en solamente aprobar el colegio, nos estamos desviando de lo importante, que debería ser aprobar la vida.
Como docentes tenemos la increíble oportunidad de cambiar cerebros. ¡Y esto es literal! Si el docente estuviese familiarizado con los últimos avances en neurociencias, en general, y sobre la neuroplasticidad de nuestro cerebro, en particular, entendería qué tan importante es su rol como educador.
El cerebro responde al estímulo, para bien y para mal. Ya sabemos que el estrés inhibe el aprendizaje. Un alumno frustrado, aburrido o estresado no puede procesar el aprendizaje tan bien como lo hace un alumno debidamente relajado, motivado y estimulado.
Malvinas y los jóvenes: ¿cómo interpelar en las aulas hoy?
Desde finales del siglo XX, la noción de la inteligencia se ve enriquecida gracias al aporte de las nuevas tecnologías, los hallazgos en neurociencia, los estudios del uso de la mente en las distintas culturas y contextos, y las investigaciones de laboratorio y campo sobre la conducta humana.
Durante mucho tiempo se han relacionado los factores motivacionales-afectivos con la realización cognitiva o capacidad intelectual, usando un enfoque estático y casual, en vez de transaccional y dinámico.
Hay mucha evidencia sobre la relación afectiva profesor-alumno, las expectativas positivas y los resultados académicos. Hoy sabemos que el afecto y la relación alumno-docente tienen una injerencia directa sobre los logros académicos.
Hace ya 2200 años Platón decía que la disposición emocional del alumno determinaba su habilidad de aprender.
Hay emociones que favorecen el aprendizaje y emociones que no.
Cuando un alumno está expuesto a un alto nivel de estrés (retos, gritos, exigencias desmedidas, docentes no muy afectivos), la amígdala, en el cerebro, se activa y activa el eje hipotálamo-hipofisario. Se libera cortisol, que es neurotóxico, y se inhibe el aprendizaje. Es decir, los alumnos que sienten ansiedad y nervios reducen su capacidad de razonar y pensar con claridad. Por lo tanto, a mayor estrés o angustia, menor el desempeño. Se deben propiciar contextos educativos que brinden seguridad y tranquilidad y brindar herramientas para que los alumnos puedan ir manejando y mejorando su actitud frente al estrés.
La importancia de educar las emociones
Por otro lado, las investigaciones en neurociencias ya nos dicen que todo aquello que se aprende con entusiasmo, o con placer, lo recordamos por más tiempo. No sólo recordamos mucho más los eventos cargados de emoción, sino que los recordamos con mucho más detalle. Cuando realizamos una actividad que nos agrada, el cerebro libera dopamina para darnos la sensación del placer como recompensa.
La dopamina se libera con el movimiento, la música, el juego, el elogio, la interacción social. Los cuentos, la elección, la novedad, el humor, el agradecimiento, el reconocimiento, el sentirse apreciado, la sorpresa, etc.
La dopamina es como un cartel recordatorio. Cuando el cerebro detecta un evento cargado emocionalmente, la amígdala segrega dopamina en nuestro sistema. Como la dopamina ayuda a la memoria y a procesar la información, el cartel recordatorio diría algo así como ¡“Acordate de esto!”, y por supuesto, así sucede, que es lo que cualquier docente desea. Por lo tanto, asegurarnos que el aula sea un lugar seguro, positivo y sano va a significar más aprendizaje y más placer por aprender.
* Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar La Nueva Educación (Santillana) . Facebook: @LauraLewinOnline. nstagram:@lauralewinonline