En la que trato de que sea una indagación personal que se profundice cada vez más dentro del mundo tecnológico (y especialmente el que se relaciona con el educativo), asistí el lunes pasado a Platzi Talks Buenos Aires. No siempre se puede escuchar al cofundador de una empresa/plataforma de educación digital en vivo y en directo: quise aprovechar la oportunidad. Fue meterme en una realidad ñoña diferente a la que transité (y sigo transitando) yo como estudiante; mi camino siempre fue mucho más academicista desde lo estructural, desde lo discursivo y desde lo metodológico. Bueno, parece que se abren puertas a nuevas posibilidades de ser flexible, de aprender y de construir solidez educativa de maneras diferentes. Vamos de a poco que –cada vez lo tengo más claro- es un estilo que no deja de precipitarse. Y está bueno.
Por un lado y para empezar, todos sabemos que sostener una carrera terciaria o universitaria (y de forma explícita elijo dejar de lado las maestrías, los doctorados y los posgrados en general) mientras se trabaja fulltime es difícil. Se hace arduo, se duerme poco y se come mal. Insume muchas energías y un montón de tiempo; es vox populi que terminar una Licenciatura de cuarenta asignaturas con espacios de prácticas profesionales en tiempo y forma, cumpliendo con el plan de estudios completos, no es algo sencillo de cumplimentar si de 9 a 18 hs. te toca estar en una oficina. Es más, no voy a ser muy original en el planteo, pero vale remarcar que la palabra "carrera" es, cuanto menos, antipática: ¿por qué los estudios, en lugar de plantearse como parte de disfrute dentro de nuestras vidas, se tienen que convertir en una competencia? Se me ocurre que es por el mundo competitivo en el que nos tocó nacer –y tampoco es que esté siendo muy original en la respuesta.
Carreras cortas y títulos intermedios ganan terreno en universidades locales
En lo personal, estudiar me gusta y me siento cómoda en ese rol: una carrera no oficial, una terciaria, dos licenciaturas y estando en pleno tipeo de mi tesis doctoral me validan la opinión. Sin embargo, se puede volver cuesta arriba en épocas de tiempos líquidos (bella definición de Bauman) en donde todo es ya, inmediato, ahora y si no conseguimos equis cantidad de corazones en una publicación, mejor borremos la foto. Por este motivo es que, aunque nunca voy a poder rechazar a la academia tradicional porque la tengo en la sangre y me hace muy feliz, no puedo mirar con desdén el fenómeno de este tipo de ofertas educativas. La realidad es que se están volviendo igual de válidas por demanda (en breve retomo esta idea) que las de antaño. De todas formas, pienso que es importante que estas últimas continúen vigentes, pero quizás con una revisión en cuanto a currícula obsoleta: si los programas se mantienen iguales desde la década del '80... posiblemente algo esté mal.
Ahora sí, ¿por qué se están volviendo igual de válidos los cursos cortos de formación en determinados campos que los cuatro o cinco años universitarios para carreras ‘más completas’? Según compartieron en algunas de las varias charlas que brindaron en la Usina del Arte, una de las explicaciones es que el talento argentino es bueno per se y con un poco de matiz formativo que termine de encauzar los conocimientos a veces adquiridos de forma autodidacta se potencian. La especificidad y el recorte de un conocimiento puntual quizás no requiere –al menos no necesariamente- de asignaturas complementarias. Vamos, de las que a veces decimos que están “de relleno”.
Lo virtual, el gaming, las tecnologías educativas, las criptomonedas, el marketing digital, el desarrollo de plataformas, la programación... están teniendo un protagonismo que no se puede ni se tiene que esconder. Las empresas siguen necesitando de abogados y de contadores, sí, pero también les resulta preciso incorporar gente joven y fresca que se sepa mover en el mundo V.U.C.A. (volátil, incierto, complejo y ambiguo - la /u/ es por su sigla en inglés). Me parece maravilloso que convivan los dos formatos educativos para los pibes que terminan el secundario y que tienen que pensar y elegir qué hacer a partir de ese momento: el modelo academicista tradicional junto con las nuevas propuestas de formación más ágiles y dinámicas. Ni hablar de ahora que todos incorporamos a nuestro vocabulario cotidiano la palabra "asincrónico".