La precariedad es lo que define ahora al gobierno de Alberto Fernández. El término precario viene del latín precarius que significaba algo obtenido mediante la súplica (precor) y de ahí que, era visto como no como algo ganado o propio sino algo concedido, como un favor. En el derecho, algo precario es algún bien que se posee sin título, por tolerancia o inadvertencia del dueño. De acá que signifique algo inestable o provisorio, porque lo que no es nuestro por derecho propio es más efímero que lo que nos ganamos.
Este gobierno es precario porque, más allá de vivir en la improvisación, deja que todo fluya y que todo que todo pase como si no hubieran existido las elecciones a las que parece querer dar vuelta por inercia.
El poder del gobierno es precario porque sigue actuando como si hubiera sido concedido por Cristina y no logró, por indecisión o incompetencia, adueñarse de los votos.
El mandato del gobierno parece entregarse a la precariedad cuando actúa como esperando que se pasen los dos años que le quedan para poder entregar el gobierno a la oposición.
Fuera de las furiosas internas públicas, la reacción del gobierno para salir de esta precariedad parece agotarse hasta ahora en anuncios que no llegarán a cambiar el voto porque son medidas que, de funcionar, impactarían en la calidad de vida de la gente en un plazo muy lejano. Mientras tanto el poco ímpetu que le queda al oficialismo, lo gastan en polémicas sin sentido tanto hacia adentro como hacia afuera del espacio.
Entre las internas públicas, la más reciente la de Berni con Máximo Kirchner y los tweets polémicos de Aníbal, desaparece Alberto de la escena. El único que parece moverse por fuera de esto es Manzur que entra y trata de conquistar a un público que no lo conoce. Pero no logra contrarrestar a los medios y a la campaña silenciosa de la oposición que se aprovecha de las internas, los errores y los memes que esto genera.
El gobierno, juega en cancha ajena aun cuando juegue de local porque ya no aparece ni un viso de un posible albertismo en el horizonte político. Cuando Alberto aparece, es con un discurso de barricadas alejado del tono conciliador del principio que lo aleja del voto indeciso que supo sumarle al cristinismo duro para la victoria del 2019. Se debate entre usar el gastado discurso del kirchnerismo o uno propio que no logra terminar de inventar.
En las negociaciones del FMI se ve este dilema, en el que los ministros de Alberto hablan de equilibrio fiscal y acordar pautas con el Fondo y el cristinismo no quiere entregar las banderas del acuerdo y denuncia ajuste. Mientras tanto, quien tiene que cerrar la negociación, está en retirada para muchos de los propios y ajenos. Ninguno de los 4 factores de poder del co-gobierno (Manzur, Massa, Cristina y Alberto) se pone de acuerdo en una estrategia que remonte las elecciones (la única idea salvadora parece ser ¨la Platita¨)
El problema de usar categorías ajenas ya lo había visto el lingüista norteamericano George Lakoff en su célebre libro No pienses en un elefante. Ahí mostraba que aunque fuera para criticarlo, si se mencionaba un tema, este se instalaba en la agenda política. Cuando el ministro Guzmán dice que no va a haber salto devaluatorio reaviva el temor de todos los argentinos porque hace que piensen en el tema, lo mismo que -decía Lakoff- si pedimos a alguien que no piense en un elefante, será inevitable que lo haga. El ministro instala el tema, la gente revive sus temores, compra dólares y empuja el desastre económico.
Buscando evitarla, acentúa la precariedad económica. Ante el desconcierto nombran a Roberto Feletti que declara que la Secretaría de Comercio Interior tiene como objetivo ajustar "la política de ingresos del Gobierno con la política de precios''. Confía también en que existe, con esta política, una “correlación del impacto de la canasta básica alimentaria en el salario de un trabajador formal". Por eso aplicó cristinismo puro con el cierre de un ¨acuerdo¨ con las principales empresas de consumo masivo para congelar 1.247 productos de consumo masivo de precios cuidados, durante 90 días, hasta el 7 de enero de 2022.
A medida que se acerca la elección esta condición de precariedad aumenta en todos los ámbitos y el gobierno, con su falta de determinación, se expone a que cualquier desajuste lo haga entrar en conflicto.
De esta forma, el gobierno que no logra apropiarse de los resortes del poder deja cada día más en evidencia su precariedad. Esto no es algo que queda solo en Alberto Fernández, sino que, al influir en la gobernabilidad, toca al poder del Estado en una democracia precaria en la que cada día más cada uno hace lo que quiere.
Lo que queda claro es que se va diluyendo aún más el halo de misticismo y temor que generaban La Cámpora y algunos otros intocables del peronismo. Ya se les animaron algunos y, ante la falta de reacción, cualquiera se les empieza a animar. Parecemos marchar a una retirada que dejará a un peronismo sin la Cámpora y un kirchnerismo sin peronismo.
“Si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas” Noam Chomsky