Hay tres variables claves a monitorear diariamente en la crisis económica que enfrenta nuestro país: Reservas Internacionales; Brecha Cambiaria; y Riesgo País.
El tridente es liderado por las reservas netas del BCRA pues, en nuestro país, son el verdadero poder de fuego para controlar el mercado cambiario oficial (léase frenar una corrida contra el Peso). Sin reservas no hay forma de garantizar la estabilidad cambiaria: no es casualidad que los episodios de hiperinflación en la región hayan sido precedidos por agotamiento de las reservas de sus respectivos Bancos Centrales.
Pero para poder acumular reservas es clave tener ingreso de divisas comerciales y/o financieras. Pese a que hoy el TCR de las Argentina no presenta señales de atraso significativo (excepto quizás con Brasil), la elevada brecha existente producto de la liquidez excedente (emisión para cubrir el bache fiscal) en un contexto de crecientes restricciones cambiarias, desalienta las exportaciones e incentiva las importaciones, jaqueando el superávit comercial. El ejemplo de septiembre 2020 es ilustrativo: en el mes que la brecha saltó de 70% a 100% las importaciones de bienes treparon 22,7% en términos desestacionalizados, mientras que las exportaciones se derrumbaron 4,7% frente a agosto.
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Asimismo, el Riesgo País -que mide la brecha de financiamiento de los bonos soberanos de un país respecto de los del Tesoro de USA-es clave para explicar el saldo de la cuenta capital/financiera del Balance de Pagos. Con un elevado costo de financiamiento no se puede acceder al mercado internacional de capitales ni atraer IED pues sólo es rentable invertir en proyectos productivos con retornos muy elevados. Algo similar sucede con la inversión financiera en moneda local: la tasa de interés en Pesos tiene que compensar las elevadas expectativas de inflación pero también el Riesgo País.
Pese a que la reestructuración de los bonos soberanos en moneda dura redujo a considerablemente el Riesgo país (de más de 2.000 puntos básicos bajo a 1.000 puntos básicos a mediados de septiembre), con el correr de los días la brecha se ensanchó perdiendo parte de la mejora lograda (1.450 p.b.). Por ende, el canje de bonos Nacionales fue exitoso en posponer servicios en moneda dura pero no logró bajar a niveles razonables el costo de financiamiento de nuestro país.
A lo largo de octubre el Ejecutivo introdujo cambios en la orientación de la política económica para tratar de encarrilar estos tres frentes sin grandes resultados. Pese a que las reservas netas morigeraron su ritmo de caída frente a septiembre, descendieron más de USD 1.000 M cerrando el mes en torno a USD 5.000 M, apenas por encima del mínimo de las últimas dos saltos cambiarios (enero 2014 y diciembre 2015). Asimismo, gracias a la venta de títulos públicos (presuntamente por parte de ANSES) y mayor presión sobre operadores, logró revertir la fuerte suba de las cotizaciones financieras ocurrida en la primera quincena de octubre. Por último, el riesgo país trepó en la mayoría de las jornadas del mes.
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Hacia adelante la principal incógnita a develar es si las autoridades lograrán frenar la sangría de reservas. Lamentablemente, el margen de maniobra es tan acotado que esto debería suceder en las próximas semanas. Caso contrario, el BCRA se vería forzado a aplicar una devaluación controlada para descomprimir la presión cambiaria en post de evitar el peor escenario posible: perder el control del mercado oficial por quedarse sin poder de fuego.
En términos de la brecha cambiaria queda claro que hasta que esta no baje significativamente (perfore el 50%) la capacidad de acumular reservas y crecer es limitada. Pese a que el Ejecutivo ha demostrado en las últimas semanas que las cotizaciones paralelas también pueden bajar significativamente en nuestro país, aún restar un largo camino por recorrer, especialmente si el oficial no ayuda a cerrarla.
Por último, bajar el riesgo país es una tarea de largo aliento que no sólo requerirá disciplina fiscal sino también que la economía argentina crezca y que el BCRA acumule reservas. Implementar una consolidación fiscal más ambiciosa que la presupuestado puede ayudar en este frente pero no es la solución a todos los problemas: sin divisas es imposible pagar compromisos en moneda dura.
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En última instancia para encauzar la “trinidad imposible” se necesita un plan económico que cuente con tres patas: unificar la toma de decisiones económicas, medidas integrales y con dosis contundentes. Sin embargo, producto de la incertidumbre y desconfianza reinante, el esquema económico anunciado debería tener el mayor respaldo posible. Un acuerdo con el FMI y su ratificación en el Congreso por abrumadora mayoría podría ser la solución: el Fondo garantizaría cierta consistencia técnica y el apoyo de parte de la oposición, que esta política económica sea duradera.
* Lorenzo Sigaut Gravina, Socio y Director de Ecolatina.