OPINIóN
Efemérides 4 de septiembre

Manuel Belgrano, el prócer que los estudiantes rescataron del olvido

La historia hizo justicia con el escandaloso proceder de dos ministros de Julio Roca en la exhumación de los restos del general Belgrano, en 1902. Sus restos descansan en un mausoleo creado por la iniciativa estudiantil de recaudar fondos por suscripción popular.

Manuel Belgrano
Manuel Belgrano | CEDOC

Durante más de 80 años la tumba del prócer, ubicada bajo tierra en la parte izquierda del atrio hacia el lado exterior del pórtico de Santo Domingo, había sido pisada por millares de feligreses, algunos indiferentes, otros ignorantes e inadvertidos que bajo sus pies descansaban los restos del general Manuel Belgrano.

Ya en 1860 José Celedonio Balbín, amigo de Belgrano que lo acompañó hasta los últimos momentos, manifestaba su inquietud al respecto en carta a Bartolomé Mitre: “se permite que su sepulcro sea pisoteado diariamente por los que entran y salen de la Iglesia…”.

En 1894 en el 74 aniversario de su muerte el diario La Nación decía: “Tiempo será ya que la obra de reparación fuera terminada, dándose honrosa tumba a los despojos de una de las más puras glorias argentinas”.

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Manuel Belgrano, el prócer que los estudiantes rescataron del olvido

Al año siguiente un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires encabezados por Gabriel L. Souto tuvo la iniciativa de crear una comisión para “construir por suscripción popular un mausoleo que guarde dignamente las veneradas cenizas del General Belgrano que aún no tiene un sepulcro digno de la consideración que merece su memoria”. 

Propendiendo a ello, se reunieron en una de las salas del Convento de Santo Domingo y en asamblea establecieron las bases de su proyecto el 10 de agosto de 1895. El día 11, en el mismo lugar, se constituyó la Comisión de Honor integrada entre otros por Bartolomé Mitre, Vicente López, Bernardo de Irigoyen, Juan Agustín Boneo, Carlos Guido y Spano, José María Gutiérrez, etc. 

Manuel Belgrano, un imprescindible

Souto justificaba sus acciones: “no es justo ni lógico que su figura patricia esté modelada en el bronce inmortal que lo recuerda (mientras) sus despojos descansan todavía en la humilde tumba donde lo llevó su extrema pobreza y en la que ha permanecido largos años, tan olvidados que casi ni indicios existen de que allí hay un héroe de la Patria, su primer ciudadano”.

El país entero concurrió a dejar su aporte monetario a los fines de contribuir con la erección de un mausoleo. Las fuerzas vivas y las corporaciones formaron una larga lista. La obra fue encargada al escultor italiano Ettore Ximenes e inaugurada el 20 de junio de 1903 a 83 años del paso a la inmortalidad del General Manuel Belgrano en un acto de homenaje donde se colocó la urna conteniendo sus restos que habían sido exhumados el año anterior.

El mausoleo, desde el suelo hasta la parte superior del sarcófago, mide casi nueve metros. El basamento es de mármol de Carrara. Las estatuas laterales, que simbolizan “El Pensamiento” y “La Acción”, al igual que los bajorrelieves, son de bronce.

Manuel Belgrano, un diplomático argentino en Londres

El sarcófago está coronado por un yelmo con un águila que simboliza la potencia más elevada, el genio y el heroísmo.

Asistieron altas autoridades nacionales y eclesiásticas y hubo desfile de tropas, sociedades, agrupaciones y escuelas, en medio de una multitud que cubría las calles y balcones engalanados por banderas. Por la noche una procesión de antorchas. 

Una medalla conmemorativa se acuñó como recordatorio. “Precursor y Fundador de la Independencia Argentina - Vencedor en Tucumán y Salta - El pueblo y el Gobierno inauguran el mausoleo a su inmortal memoria”.

El papelón de los ministros en la exhumación de sus restos

El 4 de septiembre de 1902 una comisión designada por el Gobierno nacional, presidido entonces por el general Julio Argentino Roca, procedió a exhumar los restos de Belgrano para trasladarlos a la urna que sería depositada en el monumento construido por suscripción popular en el mismo atrio de Santo Domingo. Levantada la lápida y en presencia del escribano mayor del Gobierno, Enrique Garrido, se retiraron los pocos huesos del prócer y fueron colocados en una bandeja de plata. También se encontraron algunos dientes, dos de los cuales fueron tomados por Joaquín V. González y Pablo Riccheri - ministros de Interior y Guerra respectivamente-

Este insólito proceder provocó la categórica condena de los principales diarios de Buenos Aires que dieron cuenta de la escandalosa falta de respeto para con el prócer. 

El incidente concluyó con la devolución de las piezas dentales, y el envío, por parte del prior de Santo Domingo, de dos cartas al diario La Prensa, donde señalaba que había recibido las reliquias así como también la correspondiente justificación de parte de los dos ministros. González dijo que llevó el diente del general Belgrano “para mostrarlo a los amigos”, en tanto que Riccheri señaló que “era para presentarlo al señor general D. Bartolomé Mitre”.

Una caricatura de Caras y Caretas mostraba a Belgrano en su tumba señalando a los “ministros odontólogos”, diciéndoles: "¡Hasta los dientes me llevan! ¿No tendrán bastante con los propios para comer del presupuesto?".

Así, Joaquín V. González y Pablo Riccheri que fueron hombres probos y respetables funcionarios (hay suficientes pruebas sobre ello) pusieron una mancha difícil de borrar a sus biografías, un día como hoy, hace 121 años.