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Mentalismo: ¿es posible hackear nuestros pensamientos?

Max Giaco indaga acerca de las técnicas y conocimientos de psicología, ilusionismo y comunicación no verbal para influir en los pensamientos y comportamientos de las personas.

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Neurociencia | cedoc

A mis 12 años comencé a estudiar ilusionismo. Con el tiempo empezaron a interesarme cada vez más los aspectos psicológicos detrás de muchos trucos y eso despertó mi curiosidad por la psicología en general. En 2013, tuve la oportunidad de trabajar con neurocientíficos de la universidad Torcuato Di Tella y del CONICET haciendo experimentos en los cuales usamos diferentes trucos de ilusionismo para tratar de entender ciertos aspectos sobre cómo funciona nuestra mente.

A su vez, estudié comunicación no verbal (CNV) en la Universidad Austral. La CNV es la ciencia que estudia cómo, a través de diferentes actos no verbales como las posturas, gestos y expresiones faciales, comunicamos nuestras verdaderas emociones y damos mucha información de manera consciente e inconsciente.

Todas esas experiencias hicieron que me incline más hacia esta especialidad del ilusionismo que se llama mentalismo, que se enfoca en los efectos que tienen como protagonistas a nuestros pensamientos y comportamientos. La idea de este arte es, mediante diversas técnicas y conocimientos de psicología, ilusionismo y comunicación no verbal, generar la sensación de que se puede entrar en la mente de una persona y saber lo que piensa, predecir sus elecciones influyendo secretamente en sus acciones, e incluso adentrarse en sus recuerdos o borrar sus memorias.

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El mentalismo

Si bien la mente es increíblemente enigmática, es posible hackearla. En mi caso me dedico a hacerlo de forma artística en mis presentaciones. La idea es que la gente se divierta y sobre todo que se asombre. Muchas veces me preguntan cómo un arte que se mete en lo más íntimo que tenemos, nuestros pensamientos, es capaz de producir un clima de diversión y entretenimiento.

Ahí es donde hay que trabajar para llevar de la mano al espectador hacia una experiencia agradable. Usando herramientas del humor y siempre respetando a cada uno de los presentes, la gente lo toma con buena predisposición y se deja llevar. Lo que no quiere decir que alguna vez no haya tenido situaciones interesantes respecto de esta tensión implícita que existe en el mentalismo.

Una experiencia que da cuenta de esto, la viví en uno de mis espectáculos hace un tiempo. Fui a realizar un show para un grupo empresarial importante de Argentina. Antes de comenzar mi actuación, la persona que me había contratado me advirtió que por favor no le haga ninguna broma al CEO de la compañía, uno de los empresarios más importantes del país.

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Por mi lado, siempre aclaro antes y durante mis espectáculos que, si bien va a ser algo participativo, el que quiera va a participar y el que no quiera no. Y que no voy a burlar a nadie ni hacer absolutamente nada que pueda hacer sentir expuesta a alguna persona en algún sentido. Eso es algo que genera confianza en las personas que me contratan para este tipo de eventos. Sin embargo me hicieron mucho énfasis en que por favor ni siquiera me dirija a el CEO de la empresa ni a su mesa, diciéndome además que era una persona muy cerrada.

Comencé mi show y ahí estaba él, cruzado de brazos en la primera mesa frente al escenario. A medida que yo me conectaba con el público y el show avanzaba, pude notar señales de que el CEO estaba concentrado, interesado y divirtiéndose. En un momento, busco la colaboración de un espectador y veo que él levanta la mano con entusiasmo, queriendo participar. En ese momento no pensé y solo decidí seguir mi instinto y dejarlo pasar al escenario para la experiencia siguiente.

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La historia no resultó como esperaba: desarrollé una rutina en la que le pido que traiga algún recuerdo de su vida a su mente, pero cuando digo los primeros detalles respecto del recuerdo comienzo a fallar. Ante cada una de mis afirmaciones respecto de qué se trataba su recuerdo, recibía un rotundo “no” como respuesta: dónde estaba, con quién, qué edad tenía, qué estaba haciendo. Todo era incorrecto. Se generó bastante tensión en el ambiente así que no me quedó opción que agradecerle por su colaboración y continuar con mi show para salir inmediatamente del paso.

Por suerte, logré remontar el espectáculo y al recibir el aplauso final veo que la mesa más efusiva era la del CEO y él estaba parado aplaudiéndome. Al terminar, ya casi por irme, se me acerca y me dice: "Odio participar en espectáculos, pero lo que estaba viviendo es algo que no podía acreditar por eso me ganaron las ganas de pasar y vivirlo yo mismo. Pero te tengo que pedir disculpas porque cuando empezaste a adivinar todo lo que estaba en mi mente me dio tanta bronca que negué todo".

Lo más interesante es que luego de revelarme eso, me cuenta que quería contratarme para que actúe esa misma semana en su cumpleaños. Después terminó contratandome para muchos eventos de sus empresas y resultó ser una de las personas que más me contrató para eventos sociales y corporativos.

Por Max Giaco, mentalista.