OPINIóN
POLÍTICA

“Moderación o Pueblo”

Un análisis del concepto de pueblo en el marco de una solicitada crítica contra el gobierno de Alberto Fernández publicada por sectores del oficialismo.

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Manifestación. | Antonio Berni (1934).

Fue el filósofo Bertrand Russell quien planteó que para que una proposición sea verdadera debe poseer una adecuación estructural con el mundo, que la convalida como tal. Esta adecuación entre cosa y designación de la cosa, él la ejemplifica con el enunciado: «El gato está sobre la alfombra»; la misma es verdadera si y solo si hay en el mundo un gato y una alfombra, y que el gato esté relacionado con la alfombra en virtud de estar sobre ella. Si falta cualquiera de las tres partes (el gato, la alfombra y la relación entre ellos la cual corresponde respectivamente al sujeto, el objeto y el verbo que nombra la acción) la proposición es falsa o ficcional.  

En el campo de la política, aparece la relación necesaria entre la elaboración de un diagnóstico y la solución que quiere imponerse en la disputa por la verdad. Pero no se mueven las cosas si nos quedamos en el ámbito inmaterial de la lucha simbólica. 

Pueblo. Hace poco en una solicitada política apareció el siguiente título: “Moderación o Pueblo”. Indudablemente, era un texto crítico al gobierno representado por el primer término de la disyunción. Planteado como un dilema, la moderación impide el deseo de emancipación e interrumpe la evolución del conflicto; manifiesta la intención de negociación, inclusive con aquellos como el FMI o los poderes concentrados que sostienen la hegemonía mundial del capitalismo.

En política no se mueven las cosas si nos quedamos en el ámbito inmaterial de la lucha simbólica

La mesura para el tratamiento de graves problemas de Estado podría convertirse en defección ante la entidad Pueblo y sus requerimientos, y es denunciado rápidamente por los adversarios, en este caso internos, del gobierno. 

En el dilema sin duda se pondera al Pueblo; que designa una agregación poblacional natural, pero que fue adquiriendo contenido político con la evolución histórica.  Comenzó con el antiguo “Pueblo de Dios”, luego por la fundación del Estado Romano, y la recuperación romántica de finales del siglo XVIII y principios del XIX, hasta llegar a la fragmentación de la sociedad actual.  El término Pueblo no es una mera designación de un colectivo que otorga legitimidad al régimen democrático, es también para los revolucionarios y reformistas el sujeto y el destino de una épica. Pueblo es un punto de partida y es un punto de llegada para aquellos que luchan por la igualdad. 

La plebe se hizo Pueblo a partir de la dinámica de las luchas sociales y políticas; y se fue institucionalizando en el 3er Estado en la Revolución Francesa o la Comuna de París. Pero, con el avance de la modernidad fue disminuyendo su fuerza y presencia ante la concentración estatal y privada. 

Para los estratos dirigentes de diferentes épocas (la aristocracia, la oligarquía pastoril, la burguesía industrial, y la financiera) el lugar de lo plebeyo es el lugar de la subordinación, pero  también la amenaza de  insurrección. Por eso, el Estado tiene el monopolio de la guerra externa o interna. 

Los conceptos tienen su historicidad y el hecho de que provengan de larga data. no todos mantienen su sentido primigenio. El tiempo histórico también erosiona el lenguaje replanteando su adecuación a la realidad material y cultural. 

En el marxismo la referencia es focalizada y segmentada según la ubicación de cada sector social en el aparato productivo.  El motor de la lucha de clases tiene en su fundamento una materialidad indudable, surgida de los estudios fabriles de Carlos Marx.  En el Tercer Mundo se plasmó la sinonimia entre Pueblo y Nación, a pesar de las contradicciones internas, privilegiando la construcción de un frente de liberación nacional, que incluyera a la burguesía nacional. 

Opinión Pública. En la democracia moderna el Pueblo se transmutó en Opinión Pública, aunque esta transformación no termina de consolidarse por la diferencia de sus significantes. Pero sí hay, en esa actualización, un desplazamiento de una totalidad hacia la partición por tribus, clases u otras fracciones; para llegar, hoy, a la segmentación microscópica del Big Data volcada al mercadeo de bienes, servicios y política. 

Hoy las sociedades son complejas, porque requieren de un mayor ordenamiento interno y a la adaptación a rupturas históricas que afectan el mundo de la división del trabajo. Debido al vaciamiento de lo colectivo, y en paralelo, a la supremacía del individualismo, la idea de Pueblo se fue volviendo abstracta.

Hay políticos, que no han advertido estos cambios, por la creencia de que la realidad es una determinación de su deseo, sin estudiar los cambios materiales y simbólicos en la producción y reproducción subterránea de la riqueza. El gran desafío para la clase dirigente es redefinir los caminos para profundizar la democracia, la equidad, y la soberanía. 

La acción política puede ser eficaz, si se sostiene en el conocimiento más que en las ilusiones. El objeto es establecer un diagnóstico sobre la situación mundial, regional y local, estudiar la conformación de la estructura económica y social y en la subjetividad popular para construir un proyecto transformador realista, definiendo lo estratégico, las alianzas y el camino. El puro deseo no provoca la movilidad de los actores sociales, sus relaciones y la resolución efectiva de los conflictos.

Cuando se dice Pueblo, sería oportuno señalar concretamente de qué se está hablando

La base material, por la revolución tecnológica está cambiando significativamente, pero sigue siendo el núcleo de la apropiación y de la lucha social para edificar una economía amplia e inclusiva.  Y la política es la única herramienta conocida para formular él diagnóstico, trabajar en la toma de conciencia y emprender la larga marcha del siglo XXI.

Entonces, cuando se dice Pueblo, sería oportuno señalar concretamente de que se está hablando, porque así lo exige la racionalidad política; no la oratoria contestataria, sino la política en un sentido arquitectónico.  

Para el poder hegemónico occidental el Pueblo son clientes reales o potenciales, y su evocación es congelada en los actos escolares, las viejas tradiciones y el arte popular. 

Siguiendo a Russell debemos precisar con que se cuenta si queremos que las cosas no queden como están. La adecuación entre las palabras y las cosas es imprescindible para evitar el idealismo anacrónico.  Necesitamos un gato, una alfombra y la relación entre ambos.

*Sociólogo. Analista político. 

En Twitter: @rrouvier