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Apologías y rechazos

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Tanque. Más allá de cómo termine la invasión, es una derrota de Rusia ante la opinión pública occidental. | afp

Aplicamos un criterio político-metodológico para ubicar nuestro país en el mundo. Primero el escenario internacional, luego regional para finalmente llegar a nuestras orillas. Este camino del conocimiento tiene sus razones; hay una asimetría objetiva (desde lo productivo hasta el consumo) entre las naciones centrales y las periféricas. Además de lo económico los países notoriamente destacados  son faros de irradiación de dependencia subjetiva. Esto se expresa en los tres ejes del sistema que descendieron de los barcos: capitalismo, democracia liberal e individualismo como filosofía de vida. 

Se instalaron en las pampas y asimilaron los sucesivos dominios en la historia que comprendió la producción y reproducción de riqueza hasta la construcción de un sentido común que lo naturalizara. Somos occidentales porque estamos dentro de la periferia civilizatoria;  fuimos reclutados por ella desde la socialización primaria hasta la construcción de una ciudadanía intrasistema. Un sistema que ha privilegiado la libertad produciendo desigualdad. 

Hoy, hay una disputa por la redistribución del poder global que ostentan EE.UU. y China. Rusia intenta ingresar al club mostrando su parafernalia  bélica. Es la segunda potencia militar mundial pero su PBI es inferior a Brasil. Esto le impide llegar al podio. China, su aliado, no está dispuesto a escalar militarmente con su socio, frente a la UE y los EE.UU.  La estrategia china es de expansión económica e innovación tecnológica; sin ejecutar la invasión ideológica. Es el socialismo de un solo país.

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La figura de Putin se instaló, como ocurrió con la vacuna Sputnik, en la grieta, que refiere a la “guerra fría”. Esto provoca adhesiones o rechazos desde grandes malentendidos que tienen su presencia en la opinión pública. La línea que une a Pedro el Grande, Lenin, Stalin y Putin es ajena a nuestro horizonte político. Las afinidades, o su contrario, a la realidad euroasiática, no agregan valor a nuestra sociedad política, sin omitir los beneficios de intercambio comercial, o las inversiones. Es un logro de autonomía la inclusión en la Ruta de la Seda, que tiene un fin económico con trascendencia geopolítica.  

Es decir, hay fuertes turbulencias en un mundo central del que no conocemos su destino, pero en esos movimientos no ocupamos ningún rol. Sin duda, el poder mundial gira hacia el Asia-Pacífico, pero eso no significa el final de Occidente. Hay una mayor presencia de China en nuestra economía; y también de la Fed. Rusa y eso permite contar con más mercados que son de nuestra conveniencia.

Hay que privilegiar los intereses frente a posturas ideológicas que reproducen  paradigmas del siglo XX.  Ni China ni Rusia son modelos políticos que provoquen aspiraciones en nuestro pueblo o se ajusten a su cultura política. Los conflictos existentes confirman, para algunos, cómo una confirmación del naufragio de los EE.UU. y una acumulación de fuerzas antisistémicas. Tomamos con prudencia estas hipótesis que no tienen, por ahora, mayor evidencia empírica. 

El espacio hegemónico comprende el liderazgo de EE.UU., las potencias medianas, y luego los países dependientes que constituyen la matriz del poder liberal mundial.  Eso recibe la aceptación (conformidad o resignación) de la mayoría de la sociedad a pesar del empeoramiento de las condiciones objetivas de los pueblos. 

La guerra de Ucrania con las causas y el resultado que tenga ya presenta una enorme derrota de Rusia ante la opinión pública occidental. Esa negatividad se compone de diversos factores: actuales y prejuicios preexistentes respecto al país invasor que avanzó sobre un país mucho más débil. Los grandes medios de comunicación se volcaron masivamente a mostrar los daños materiales y humanos en las víctimas, cosa que no hacen en la misma proporción cuando se trata de Afganistán, Siria, Irak, etc. Pero es correcto el alineamiento del Gobierno en repudiar el movimiento militar y subrayar el objetivo de la paz. 

Seguramente la reunión del presidente Fernández con Putin ha sido inoportuna; pero es conveniente la actitud de estrechar vínculos con potencias.  Nuestra opinión pública prefiere la relación con la UE (hay factores culturales), que no genera la aprehensión que provocan Rusia, EE.UU. o China.

En el contexto de la crisis mundial, se produce un retorno parcial del progresismo en A. Latina y el Caribe, que deberían avanzar sobre la promesa de la integración regional. El momento posibilita que se pueda ejercer la voluntad política con margen de maniobra ante los EE.UU. Ante la crisis internacional, la región se verá beneficiada por el incremento de los precios de los productos primarios y materias primas, pero se verá perjudicada por la importación inflacionaria de bienes intermedios o finales. 

Por los intereses comunes es posible pensar en la reconstrucción de alianzas, que sean más amplias que las fronteras ideológicas que recortan la realidad. Hay una asignatura pendiente en el intercambio productivo intrarregión en momentos de crisis de la globalización.  A. Latina debe dejar de ser un archipiélago diverso de individuales nacionales. 

En nuestro país, hay un vacío político, no hay ninguna propuesta en el horizonte, que pueda dominar; y asegurar continuidad y construcción de un proyecto. El panperonismo está omnipresente en el Gobierno, el Frente y la sociedad, y en todos se reproduce el fraccionamiento. El enfrentamiento entre las fracciones internas y la doble centralidad afectan la gobernabilidad que se ejerce día por día, carente de una visión de largo plazo. Prisionero de la coyuntura, el peronismo está desmalezando el camino para que la coalición opositora retorne al gobierno.

La gravedad de la interna nos aleja más de los centros del poder mundial; y tenemos más cerca la posibilidad de incidir en un proyecto común de la región. Mientras en los países centrales se disputa por el dominio planetario, nosotros debemos resolver nuestra impotencia doméstica. Si seguimos en esta beligerancia intestina, iremos perdiendo significación en el concierto de las naciones, y nuestra ciudadanía dejará de considerar la política como una herramienta de progreso.

 

*Sociólogo. Analista político. 

En Twitter: @rrouvier