OPINIóN
Día Mundial de la Alimentación

No dejar a nadie atrás

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Consecuencias. Ahora la barrera está en el acceso económico a los alimentos nutritivos. | shutterstock

Han pasado siete años desde la propuesta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) formulados para 2030, entre ellos el “hambre cero”. Ya a mitad de camino hacia el año, lejos de la erradicación, la cantidad de personas con hambre en el mundo sigue aumentando.

Según el informe de FAO de este año, 3.100 millones de personas a nivel global padecen inseguridad alimentaria. Entre ellas están quienes sufren la situación más extrema: el hambre. “Nos encontramos con una pandemia en curso, conflictos, el calentamiento del clima que no cesa, la degradación medioambiental, subida de precios, desigualdades y tensiones nacionales e internacionales. Esto está afectando seriamente la seguridad alimentaria mundial”, asegura el mismo informe.

Si bien retomamos ocupaciones y miramos al futuro con esperanza, los estragos de la pandemia de covid-19 son múltiples y llegan como rémora afectando a millones de personas. Gente de todo el mundo está sufriendo el efecto dominó de ciertos desafíos que no conocen fronteras. Entre ellos, en 2021, 200 millones de personas se sumaron a la legión de hambrientos, totalizando 828 millones que padecen hambre a nivel global.

Hemos avanzado en la construcción de un mundo mejor, pero muchas personas se han quedado atrás. Millones en todo el mundo no pueden permitirse una alimentación sana, lo que los pone en riesgo de malnutrición. ¿Faltan alimentos en el mundo? Claramente este no es el caso, ya que se producen alimentos suficientes para alimentar a todas las personas que habitamos este planeta, gracias a las innovaciones científicas y tecnológicas aplicadas a la producción de alimentos.

Cuando las cadenas de producción y distribución de alimentos comenzaron a recuperarse, en 2021, emergió la crisis energética y el aumento del precio de los alimentos básicos, como efecto de la guerra en países productores de alimentos y fertilizantes. La barrera ahora está en el acceso económico de las personas y comunidades a los alimentos nutritivos.

Los sistemas agroalimentarios no están respondiendo adecuadamente a los desafíos de esta época. Ni a los que ya conocíamos, como el calentamiento global o la degradación medioambiental, ni dan respuesta oportuna a cambios imprevistos como una pandemia o un conflicto bélico. Les falta resiliencia, capacidad que deberán adquirir para enfrentar las crisis de distinta naturaleza que pueden afectar la seguridad alimentaria.

La gravedad de la situación se ve reflejada en la agenda de la 77 Asamblea General de las Naciones Unidas, de septiembre de 2022, en la cual la seguridad alimentaria ocupa un lugar destacado. La palabra “hambruna” fue pronunciada por varios mandatarios que expusieron en esta cumbre. Hambruna como amenaza concreta en ciertas regiones del planeta, si no se logran acuerdos para garantizar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios, a la vez que detener las acciones depredadoras sobre los recursos naturales.

Ser dejado atrás en el acceso a los alimentos es una situación que genera sufrimiento. La inequidad se padece y enferma a quien la soporta, y a la sociedad toda. La magnitud del problema demanda responsabilidad individual y colectiva. La naturaleza trabaja a nuestro favor proporcionándonos nuestras necesidades esenciales: agua, alimentos, aire limpio. Pero la forma en la que producimos, consumimos y desperdiciamos alimentos ejerce una presión innecesaria sobre los recursos naturales, el medioambiente y el clima. Es hora de que aprendamos de la naturaleza y que trabajemos con ella, no contra ella. Nuestras acciones son nuestro futuro.

*Integrante del Comité de Carrera de la Licenciatura en Nutrición de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.