OPINIóN
LUCHA ARMADA - TERCERA NOTA

No matarás: el radicalismo entre el heroísmo y la vergüenza

La Unión Cívica Radical ejerció en el pasado la violencia política para defender el voto secreto y libre. Yrigoyen y las contradicciones de un gobierno popular.

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En armas. Los radicales lucharon para terminar con la práctica del “voto cantado” y supieron rebelarse también contra la dictadura de Uriburu, tras el golpe de 1930. | cedoc

Cuando hablamos de violencia política en Argentina, la experiencia más cercana, los años 70, nos remite a hablar del peronismo. El golpe de 1955. La siguiente etapa de la resistencia popular. El nacimiento de los grupos guerrilleros a partir del 1966. En el 73-76 la suma de guerrilla y Triple A y finalmente el proceso militar.

Pero, haciendo este recorrido histórico del siglo XX que inicié la nota anterior hablando de la Revolución del Parque, uno se encuentra primero con un relato poco difundido: la gesta revolucionaria del radicalismo en su lucha por el sufragio universal. Y luego, como si alguien quisiera reafirmar la idea que la historia nunca es lineal, sino plagada de tropiezos y contradicciones, se nos presentan tres grandes hechos de represión estatal que solo serán superados por el terrorismo de estado impuesto a partir de 1976.

Hace pocos días, en un programa de televisión, Pepe Mujica decía: “Muchos se equivocan al pensar que la historia transcurre en blanco y negro. La realidad dice que la historia transcurre en una infinita gama de grises”. Comparto ese pensamiento e intento reflejarlo en lo que escribo. Soy un convencido que la lógica binaria aplicada a la historia y la política además de poco inteligente paraliza e impide avanzar hacia objetivos superiores. Blanco o negro, buenos o malos, son simplificaciones validas en las películas de cowboys o cuentos infantiles; pero no para entender la complejidad de los procesos político-sociales. 

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Luego de tres alzamientos radicales llegó la ley del voto universal y secreto, en 1912.

Por eso revisar la historia sirve, para ampliar nuestro conocimiento y comprensión, y nos permite discernir el presente con una mirada de mayor amplitud. Confieso que mi intención es generar más preguntas que respuestas; porque entiendo que dudar es el ejercicio más sano de la inteligencia humana. 

Violencia revolucionaria del radicalismo. En mi nota anterior hablé de la Revolución del Parque de 1890, realizada por la Unión Cívica, que tres años después se dividirá para dar nacimiento a la Unión Cívica Radical. Su primer líder fue Leandro N. Alem, quien luego de su suicidio en 1896, será reemplazado por su sobrino, Hipólito Yrigoyen. 

Eran las épocas del “voto cantado”. Se votaba a viva voz y obviamente la policía y los matones al servicio de los caudillos conservadores controlaban que nadie les votara en contra. El dirigente radical santafesino Marcial Candioti había expuesto: “Vamos a ir a los comicios con el arma de la ley; pero si se nos cohíbe, si se pretende cortarnos el paso con amenazas o robarnos con fraude el triunfo, iremos también, pero con la constitución en la mano y el revólver en el cinto”.

Luego del golpe contra Yrigoyen hubo tres rebeliones armadas de los radicales.

Tres levantamientos armados derrotados lideró el radicalismo, en 1890, 1893 y 1905, reclamando el voto secreto, hasta lograr en 1912 la Ley 8.871 (Sáenz Peña) de voto masculino, universal, secreto y obligatorio. Una de las razones por la cual el voto fue solo masculino fue que el único registro o padrón de la época era el de varones, usado para reclutarlos en el servicio militar obligatorio.

Luego del golpe contra Yrigoyen en 1930, las minorías conservadoras retomarán las practicas del “fraude patriótico”, y grupos radicales en la Mesopotamia volverán a tomar las armas en 1931, 32 y 33. 

Como sostiene en sus últimos trabajos Hilda Sabato, los actores que por esos años apelaban a la vía armada “entendían que en algunas circunstancias recurrir a la violencia no estaba reñido con la civilidad sino todo lo contrario (...) La figura del ciudadano en armas y de la representación de la revolución como derecho y deber del pueblo frente a la opresión constituían elementos centrales de un imaginario político liberal-republicano de gran arraigo” 

Al radicalismo y sus líderes Alem e Yrigoyen le debemos el haber parido con su sangre nuestra incipiente democracia en 1916, primer gobierno surgido de elecciones libres. 

Yrigoyen. Yrigoyen fue un férreo defensor de la línea nacional anti-imperialista. Fundó YPF para desprenderse de la dependencia de las petroleras norteamericanas. Protegió la industria nacional. Estableció rigurosos controles a los ferrocarriles en manos de los británicos. Reglamentó el trabajo en obrajes y yerbatales. Creo las primeras cajas de jubilación para obreros y empleados de servicios públicos. Jerarquizó a las organizaciones sindicales, y le dio voz para solucionar reclamos obreros. Entre 1916 y 1930 la economía creció a un ritmo del 8,1% anual. En materia educativa creó 3164 escuelas primarias; impuso el guardapolvo blanco; introdujo el bachillerato nocturno; redujo el analfabetismo del 20 al 4%; y acompañó e impulsó la Reforma Universitaria de 1918.

La UCR no controlaba el Senado, ni las gobernaciones de provincias. Su gobierno estuvo condicionado por un Congreso con mayoría conservadora, que impidió sus iniciativas más revolucionarias, como la creación del Banco Central estatal, paso previo a nacionalizar el comercio exterior manejado por las exportadoras de cereales. Tampoco pudo avanzar con la nacionalización del subsuelo y una reforma agraria. Sin embargo, realizó un gobierno que hoy podemos llamar progresista, nacionalista y popular.

Yrigoyen soportó la oposición por derecha de la entente conservadora-oligárquica que volverá al poder con el golpe de Uriburu en 1930; y por izquierda del partido socialista y del anarquismo que vivían la euforia de la revolución rusa de 1917. 

Sin embargo, no podemos desconocer ni obviar que durante el gobierno de Yrigoyen se produjeron tres de las peores represiones a obreros que registra nuestra historia: la “Semana Trágica”, la “Represión en la Patagonia” y la “Forestal”.

Semana trágica. El conflicto comenzó en diciembre de 1918, con una huelga por mejoras laborales en la Casa Vasena, una empresa metalúrgica de capitales nacionales y extranjeros. En su inicio el gobierno intentó mediar, pero se encontró con la negativa de la patronal a aceptar los reclamos obreros y con el rechazo del sindicato a cualquier tipo de mediación, dada su adscripción a la FORA anarquista.

La violencia se desatará el 7 de enero de 1919 con la represión, por parte de la policía y los rompehuelgas, de un mitín de obreros, que provocó cinco muertos y decenas de heridos.

El enorme cortejo que acompaño el entierro de las victimas fue durante reprimido y a partir de allí, la situación derivó en caos. El general Luis Dellepiane tomó el control de la ciudad y desató una feroz represión que duro varios días y dejó un saldo de 700 muertos, 4.000 heridos y miles de detenidos en todo el país.  El grupo parapolicial la Liga Patriótica Argentina persiguió y asesinó a dirigentes obreros y anarquistas. Incluso su violencia se extendió al barrio judío de Once, donde ejecutó el único pogromo realizado en continente americano.

Finalmente, el sindicato metalúrgico logró que los empresarios, presionados por el gobierno, concedieran las reivindicaciones propuestas en su pliego; no obstante, la historia culmina con el cierre definitivo de los talleres Vasena hacia 1926.

La Patagonia Trágica. En 1920, en las estancias patagónicas -en su mayoría inglesas- los peones trabajaban en turnos de 15 horas, arriando majadas con 18 grados bajo cero por salarios insignificantes, y dormían apiñados en diminutas barracas. La Sociedad Obrera de Rio Gallegos y la Federación Obrera (FORA), de tendencia anarquista, impulsaron una intensa campaña de sindicalización de peones. 

Se reclamaba un sueldo mínimo de 100 pesos, comida en buen estado, dignas condiciones de higiene, velas para alumbrar en la noche y que las instrucciones de los botiquines sanitarios estuvieran en español en lugar de inglés.  

Enterado de la crisis, Yrigoyen envió a Santa Cruz, en enero de 1921, tropas del ejército al mando del teniente coronel Héctor Benigno Varela, con la orden de normalizar la situación. Inicialmente se impuso la vía del diálogo y, con la mediación del gobernador Angel Yza, se llegó a un acuerdo por el cual los terratenientes se comprometían a cumplir con las exigencias de los peones. Varela y sus hombres volvieron a Buenos Aires, pero el quebrantamiento del convenio meses más tarde por parte de los hacendados hizo que el conflicto estallara con mayor virulencia. Se decretó paro general y se ocuparon haciendas. La organización obrera se fortaleció y se proveyó de armas para la autodefensa. Los principales líderes del movimiento libertario eran el español Antonio Soto y el entrerriano José Font, conocido como “Facón Grande”.

A fines de 1921 Varela regresó a Santa Cruz al mando de dos regimientos de caballería, exigió a los huelguistas que volvieran a sus actividades en el plazo de un día, y dictó una resolución en donde decía que cualquier obrero armado sería fusilado sin más tratamiento. Tras la negativa de los trabajadores, cerca de mil quinientos obreros fueron fusilados. Uno de los sitios donde fueron ejecutados cientos de peones fue la Estancia La Anita, propiedad de la familia Braun-Menéndez (dueños de La Anónima) cerca de lo que hoy es El Calafate. 

La Forestal. La Forestal era una empresa inglesa establecida desde 1914 en el norte santafecino para explotar el tanino, que en materia laboral eludía todo tipo de reglamentación y entregaba como pago vales intercambiables en sus propios almacenes. A fines de 1919 estallaron huelgas dirigidas por el sindicato de obreros del tanino. Luego de varias dilaciones, la empresa dispuso el cierre escalonado de fábricas y obrajes y dejó alrededor de 7000 trabajadores desocupados. Un importante número de obreros se replegó junto a sus familias hacia la espesura del monte, donde resistieron durante más de tres meses el asedio de la “Gendarmería Volante”. El resultado fue entre 500 y 600 obreros asesinados. 

Si con los ojos del presente juzgamos el gobierno de Hipólito Yrigoyen, por un lado podemos afirmar que se trató de un gobierno defensor del interés nacional, con sensibilidad popular, que llevó adelante importantes avances en lo económico y lo social. Pero, si lo juzgamos desde nuestra experiencia y visión actual de los derechos humanos, no nos equivocamos al decir que la sumatoria de estas tres masacres (casi tres mil muertos), solo ha sido superadas por el terrorismo de estado impuesto por la dictadura de 1976. Como expuse al inicio, la historia no es blanco o negro, sino una infinita gama de grises. Y tampoco pretendo tener una respuesta para todo. Es bueno, interrogarse y dejar finales abiertos.

Voy a terminar con dos anécdotas que tienen el mismo hilo conductor en dos épocas diferentes.

La dignidad de las prostitutas. Según cuenta Osvaldo Bayer, en la comisaría de San Julián, en Santa Cruz, el 17 de febrero de 1922 estuvieron detenidas Consuelo García, Angela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster. Fueron popularmente conocidas como “Las Pupilas de la Catalana”. Eran cuatro jóvenes prostitutas que se negaron a acostarse con los soldados del Ejército Argentino responsables de la masacre de 1500 peones rurales huelguistas. Fueron detenidas como castigo por la osadía de decirles en la cara a los soldados “con asesinos no nos acostamos”. Un gesto de dignidad ante tanta masacre.

Y, por otro lado, Nestor Verdinelli, jefe militar de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) en Taco Ralo, cuenta una historia de cuando caen presos, en septiembre de 1968, y los trasladan a una comisaría en el gran Buenos Aires. Relata Verdinelli: “En un momento los milicos amenazan darnos una paliza que ‘recordaríamos si salíamos con vida’. Esto pasa una noche que justo habían hecho una redada de prostitutas. Serian como 20 o 30 prostitutas en la celda grande, que comenzaron a armar barullo cuando los canas se dirigían a nuestra celda. Gritos, amenazas de encender colchones, esas cosas.....terminó en negociación: las prostitutas aceptaban tener sexo a cambio de que no nos peguen. Los canas aceptaron y nos dejaron tranquilos. Desde entonces, tengo el máximo respeto por las prostitutas y me ofende cuando alguien usa la palabra como ofensa. Porque poca gente tiene la dignidad que esas mujeres demostraron esa noche”.

*Autor de Salvados por Francisco y La lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón.