OPINIóN
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Nuevo compromiso con la seguridad humana en África

Volver a comprometerse con la seguridad humana se ha convertido en una prioridad urgente. Es la única manera de volver a encarrilar el desarrollo del continente.

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Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Africa. | X @UNDP

La semana pasada, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó su informe Advancing Human Security for a Resilient and Prosperous Africa (para el que escribí un documento de referencia). La seguridad humana, tal y como se definió por primera vez en el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD de 1994, es un marco innovador posterior a la Guerra Fría que se centra en los individuos, en contraposición a los Estados-nación. Desde entonces se ha hecho mayor hincapié en proteger a las personas del hambre, la enfermedad, la represión y los conflictos que afectan negativamente a la salud, agravan la inseguridad alimentaria e interrumpen el acceso al agua potable.

El concepto se impuso rápidamente en África, en parte porque el informe inicial del PNUD se terminó pocas semanas antes de que el genocidio ruandés se cobrara 800.000 vidas en 1994, uno de los peores fracasos de la historia reciente en materia de seguridad humana. La coincidencia en el tiempo ayudó a centrar la atención en la necesidad de proteger a las personas en peligro, mientras que la plétora de Estados débiles y vulnerables en África subrayó la necesidad apremiante de construir una arquitectura continental eficaz de seguridad humana.

En la Asamblea General de la ONU de 2012, todos los gobiernos africanos se comprometieron a defender los principios de la seguridad humana. Pero a pesar de su importancia para el desarrollo socioeconómico y la gestión de crisis, esta perspectiva se ha desvanecido en los últimos años. En la actualidad, los países africanos luchan por hacer frente a los principales factores que impulsan la migración dentro del continente y desde él, como el cambio climático, las enfermedades infecciosas y la creciente brecha digital, en un contexto de retroceso democrático y fractura del orden mundial. Harían bien en recordar que los complejos retos requieren una perspectiva de seguridad humana, basada en las experiencias y los valores africanos.

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Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

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Aunque rara vez se reconoce, los académicos y profesionales africanos han desempeñado un papel crucial en la promoción de la seguridad humana como forma de mejorar la gobernanza, fomentar la integración regional y aplicar políticas de desarrollo eficaces. De hecho, los esfuerzos por desarrollar un marco africano de seguridad humana son anteriores al informe del PNUD de 1994. En 1990, bajo el liderazgo del tecnócrata nigeriano Adebayo Adedeji, la Comisión Económica para África de la ONU redactó y adoptó la Carta Africana para la Participación Popular en el Desarrollo y la Transformación, que avanzaba un paradigma de desarrollo basado en la participación ciudadana en iniciativas populares y autosuficientes.

En 1996, el diplomático sursudanés Francis Deng, entonces Representante Especial del Secretario General de la ONU para los Desplazados Internos, desarrolló el concepto de "soberanía como responsabilidad", que desplazaba la atención de la seguridad de los Estados a la protección de las personas. Deng trató de hacer operativa su idea a través de sus funciones en la ONU (más tarde fue Asesor Especial para la Prevención del Genocidio), a menudo convenciendo a los gobiernos africanos y de otros países para que protegieran a las poblaciones en peligro y gestionaran la diversidad con mayor eficacia.

Deng reconocía los peligros de la soberanía absoluta y sostenía que los gobiernos debían permitir la asistencia humanitaria internacional junto con los esfuerzos nacionales para ayudar a las poblaciones en apuros. También creía que las opiniones de la población local eran tan importantes como las de los gobiernos nacionales y los poderosos señores de la guerra a la hora de determinar la soberanía durante los conflictos armados. Además, Deng distinguía entre el comunalismo, que en muchas partes de África permite a parientes y ancianos intervenir sin ser invitados en disputas domésticas, y la perspectiva de intervención extranjera en Estados africanos débiles, que pone en peligro la soberanía del continente.

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El Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela, primer presidente sudafricano tras el apartheid, también se opuso a la soberanía absoluta. En 1998, advirtió a sus colegas dirigentes en la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA) que "no podemos abusar del concepto de soberanía nacional para negar al resto del continente el derecho y el deber de intervenir cuando, detrás de esas fronteras soberanas, se masacra a la gente para proteger la tiranía".

El diplomático tanzano Salim Ahmed Salim, durante su mandato como Secretario General de la OUA entre 1989 y 2001, hizo un famoso llamamiento al continente para que trascendiera la visión tradicional de la soberanía argumentando que "cada africano es el guardián de su hermano". Para gestionar los conflictos con mayor eficacia y evitar las intervenciones neocoloniales, Salim animó a los responsables políticos africanos a reformular el principio de no injerencia para que reflejara mejor los valores de parentesco y solidaridad del continente.

Como resultado, el Acta Constitutiva de la Unión Africana, firmada en 2000, se apartó radicalmente de la rígida insistencia de la Carta de la OUA en la no intervención. En palabras de Alpha Oumar Konaré, primer presidente de la Comisión de la UA, el nuevo organismo había pasado "de la no intervención a la no indiferencia", lo que le permitía intervenir en caso de atroces violaciones de los derechos humanos y cambios inconstitucionales de gobierno.

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A nivel mundial se estaban produciendo cambios similares, a menudo impulsados por líderes africanos. El Secretario General de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, declaró en su "Programa de Paz" de 1992, que establecía un marco para la consolidación de la paz tras la Guerra Fría, que "el tiempo de la soberanía absoluta y exclusiva ha pasado; su teoría nunca se correspondió con la realidad". Su sucesor, Kofi A. Annan, publicó un informe en 2005, Un concepto más amplio de la libertad, que sitúa la seguridad humana como algo que abarca "la libertad frente al miedo" y "la libertad frente a la miseria".

Estos cambios normativos dieron paso a tres décadas de democratización en África, aunque de calidad variada. A medida que los golpes militares, el incumplimiento de los límites del mandato presidencial y las prácticas electorales fraudulentas erosionan algunos de estos logros, volver a comprometerse con la seguridad humana se ha convertido en una prioridad urgente. Es la única manera de volver a encarrilar el desarrollo del continente.

*Adekeye Adebajo, profesor e investigador principal del Centro para el Avance de la Erudición de la Universidad de Pretoria, sirvió en misiones de la ONU en Sudáfrica, el Sáhara Occidental e Irak. Es autor de The Splendid Tapestry of African Life: Essays on a Resilient Continent, its Diaspora, and the World (Routledge, 2025) y Global Africa: Profiles in Courage, Creativity, and Cruelty (Routledge, 2024). También es editor de The Black Atlantic's Triple Burden: Slavery, Colonialism, and Reparations (Manchester University Press, 2025).

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