Mucho ha sido dicho ya, y a veces hasta con humor, acerca de la madre que surge desde el diván en el discurso de todo paciente, pero tal vez no tanto acerca de de esa otra “madre analítica”, que está escuchando detrás del diván.
Esas mujeres que no sólo son madres de hijos biológicos, sino también de hijos del diván, merced a ese mecanismo que los psicoanalista llamamos transferencia.
No es azarosa la elección de dos figuras que surgidas de la Asociación Psicoanalítica Argentina, y trascendiendo sus fronteras, forman ya parte del patrimonio de la ciudad de Buenos Aires. La una en el nombre de una calle de Puerto Madero, en tanto que la otra en el nombre de una escuela situada en el barrio de Palermo.
La primera se ocupó fundamentalmente de temáticas que conciernen a la mujer, en tanto que la segunda a los que se refieren a los niños. ¿Por qué no rememorarlas conjuntamente entonces, y justamente en el día de la madre?
Por qué se celebra el Día de la Madre este domingo 20 de octubre
María Langer fue célebre por las enseñanzas que impartía, por la difusión de sus libros, y por su desempeño profesional.
Nacida en Viena en 1910, le tocó vivir la época en que comenzaban a difundirse las ideas de Sigmund Freud, pero también los tiempos en los que surgía el nazismo. Después de participar en la guerra civil española, y cuando ya no cabía duda sobre el destino que correría en Europa, emigró a Sudamérica.
Ya en Buenos Aires, en 1942, junto con Ángel Garma, Celes Cárcamo, Enrique Pichón Riviere, Arnaldo Rascovsky y Enrique Ferrari Hardoy, fundó la “Asociación Psicoanalítica Argentina”, de la que posteriormente fue presidenta. Motivos políticos la llevaron a fines de 1974 a emigrar a México.
Prácticamente ya desde sus inicios comenzó a apasionarse por explorar el mundo de la mujer, lo cual la condujo a investigar y escribir acerca de la situación de las mujeres en la sociedad, los conflictos y dificultades que las mujeres experimentan frente a su femineidad y maternidad, la esterilidad psicógena, la frigidez, los trastornos psicosomáticos, etc.; y a interrogarse acerca de si la ocupación profesional obstaculiza para la mujer la realización de la maternidad, entre otros muchos temas.
Falleció en Buenos Aires, en 1987, y tuvo cuatro hijos. Solía preguntarse ya en su vejez si esta nueva mujer que tiene oportunidades con las cuales sus abuelas ni soñaron es feliz. A lo cual contestaba “yo diría que sí, en todo caso es más feliz que las pacientes de Freud”.
Arminda Aberastury, “La Negra”, como la llamaban cariñosamente aquellos que la conocieron bien y tuvieron el privilegio de su amistad, fue la persona que introdujo y difundió la práctica del psicoanálisis de niños y adolescentes en la Argentina.
Padres de otros hijos, hijos de otros padres
Continuando los caminos abiertos por Freud, -quien develaría que la infancia no está exenta de conflictos-, sus enseñanzas fueron un referente casi hegemónico durante muchos años, no sólo en Argentina, sino también en muchos otros países de Latinoamérica. Autora de numerosas publicaciones, su libro: “Teoría y técnica del psicoanálisis de niños”, llegó a constituirse en texto de cabecera para todos aquellos que se iniciaban en esta práctica.
Dejó un importante legado, en el que cabe mencionar, entre otros, el psicodiagnóstico con su secuencia: entrevista a los padres, hora de juego, devolución, etc. Fue además creadora de los grupos de orientación de madres, de la psicoprofilaxis preoperatoria, e introdujo importantes aportes a la odonto- pediatría que perduran hasta nuestros días. Al crearse la carrera de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras, pronto se convirtió en profesora de la carrera.
Ella sostenía, entre otras cuestiones, que el niño, aún muy pequeño, muestra desde las primeras sesiones, la comprensión de su enfermedad, y el deseo de curarse.
El duro camino hacia la maternidad
A fines del 74, dos años después de su muerte, se aprobó la creación del Departamento de niños y adolescentes, en el que se forman generaciones de analistas. Con su nombre: “Arminda Aberastury”, se rendía homenaje a quién se consideraba la indiscutible introductora del psicoanálisis de niños y adolescentes en el país y en Latinoamérica; y cuando dicho Departamento cumplió 25 años, al llevarse a cabo en la Institución un importante acto para celebrarlo, al cual fueron invitados sus tres hijos, se pudo anunciar como una feliz coincidencia, que ese mismo año, en un merecido homenaje, la Legislatura del Gobierno de la Ciudad había sancionado una ley, por la cual se instituía el nombre de Arminda Aberastury a un Colegio de la Ciudad de Buenos. Aires.
Como madre y psicoanalista, a mi vez, vaya mi admiración y gratitud hacia estas dos grandes madres psicoanalistas.