OPINIóN
Columna de la USAL

¡Feliz Navidad!

Desde el punto de vista histórico, la naturaleza y valoración de la festividad presentan un sinnúmero de variantes.

Navidad
Navidad | Jill Wellington / Pixabay.

El célebre Cuento de Navidad (A Christmas Carol) de Charles Dickens, trasladado a la pantalla innumerables veces, narra la historia de Ebenezer Scrooge, un hombre egoísta, avaro y duro de corazón que odia la Navidad, los niños y todo lo que procura felicidad. El día de Navidad tres espíritus -la Navidad del Pasado, del Presente y del Futuro- lo guían a través de la historia de su vida y como consecuencia de estas experiencias impactantes, Scrooge descubre la raíz de su misantropía, el sinsentido de su actitud y así se redime. Si bien su corazón se torna bondadoso y compasivo no puede hablarse en este caso de una conversión religiosa en sentido estricto, pero sin duda su transformación ética y espiritual es una consecuencia de la Navidad siempre asociada a un renacer, a una vida y a una consciencia renovadas.

La globacolonización navideña

Si hacemos caso omiso de los antiguos debates cristológicos ya presentes en los primeros siglos, es evidente que para el cristiano el nacimiento de Jesús, es decir, la Encarnación de Cristo, es un acontecimiento fundamental y la Navidad es una festividad que celebra ese hito único en la historia de la salvación. En las lenguas romances el término Navidad (lat. Nativitas) indica que se trata de la celebración del “Nacimiento” decisivo, mientras que en otras lenguas el término hace también referencia a la naturaleza de la celebración (“Christmas”, “misa de Cristo”) o a la condición sacra del momento (“Weihnachten”, “noche sacra o bendita”). Es evidente que desear una “Feliz Navidad” significa prioritariamente para el cristiano que ese Nacimiento se haga presente, se “recuerde”, como sugiere el verbo latino recordor, es decir,“volver al corazón”. En cambio, el termino escandinavo Jul - bien conocido en la salutación navideña escandinava “God Jul”-, emparentado con el inglés yule y con el germánico jol, parece aludir a la “rueda giratoria”, es decir, a la luz que se restablece luego del solsticio de invierno. La connotación solar es precristiana y alude al lapso que coincide con los doce días que median entre Navidad y Epifanía, es decir, que procuran el renacimiento de la luz.

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Desde el punto de vista histórico, la naturaleza y valoración de la festividad presentan un sinnúmero de variantes. No hay conocimiento cierto respecto del origen histórico de la festividad navideña, aunque sabemos que ya se celebraba a principios del siglo IV en el Norte de África y a mediados de ese mismo siglo en Roma. Si bien ignoramos la fecha del nacimiento de Jesús, dos teorías principales justifican que la festividad se haya celebrado y aún se celebre el 25 de diciembre, a excepción de algunas iglesias orientales y de la Iglesia Apostólica Armenia. Según una teoría, el día del nacimiento de Jesús se calculó bajo el supuesto de que la fecha de su Anunciación coincidía con la de su Pasión, acaecida supuestamente el 25 de marzo, es decir, durante el equinoccio vernal. Según otra teoría, la fecha se inspira o compite con la fiesta mitraica; el Sol no es vencido (Sol Invictus) por la máxima oscuridad propia del solsticio de invierno que acaece el 21 de diciembre y cuyo renacimiento se define el día 25. En el siglo III, el culto del dios sol se tornó dominante en Roma y en el año 274 el emperador Aureliano proclamó al dios sol como el protector exclusivo del poder imperial, cuyos rayos invencibles disipan las fuerzas del mal. Según esta teoría, la Iglesia temprana, amenazada por la creciente popularidad de esos ritos entre los nuevos bautizados, reinterpretó el “nacimiento” anual del sol durante el solsticio de invierno como la festividad del nacimiento de Cristo. Esta teoría es discutible, pero la afinidad simbólica entre la Navidad y el culto solar pagano persistió en la literatura y el arte cristianos. Así, Jesucristo es a menudo concebido como el “verdadero sol” o asociado al “sol de justicia” mencionado en Malaquías 4,2.

Fe y polémicas: el otro Jesús

Más allá de la discusión histórica, San Agustín (354 – 430 d. C.) en el Sermón 194 resignifica el simbolismo pagano pues señala que, según los cómputos terrenales, Jesús nació en el día más corto y cuando comienza el incremento de la luz.Quizás esto nos permite suponer que desear Feliz Navidad es al menos desear que la luz y con ella el amor nazcan en el corazón, tal como le ocurrió a Scrooge. Para el cristiano -parafraseando a Meister Eckhart y a San Agustín-, una Navidad es Feliz cuando el Nacimiento perenne acaece en su corazón.